Turquía, Grecia y Chipre están envueltos en una guerra de palabras que se está convirtiendo rápidamente en una muestra de fuerza militar. ¿Cuál es la fuente de su animosidad?
Como ocurre con muchas disputas mundiales, los países se están enfrentando entre sí por el acceso a los recursos naturales, a saber, los posibles depósitos de gas y petróleo bajo el lecho marino del Mediterráneo.
Cabe señalar que Turquía y Grecia no son los mejores vecinos del mundo y han chocado también en muchos otros dossieres, empezando por el conflicto de la isla dividida de Chipre.
Las tensiones en el Mediterráneo oriental no son nada nuevo, ya que los aliados de la OTAN y sus vecinos Grecia y Turquía han estado al borde de la guerra cuestiones relacionadas con las aguas territoriales en no menos de tres ocasiones desde la década de 1970.
La rivalidad por los derechos de perforación en una región que ha experimentado un auge en la extracción de petróleo y gas en el último decenio es sólo la última de una serie de controversias que se remontan a cuatro décadas.
Entonces, ¿qué ha pasado? Turquía envió por primera vez un barco de perforación al Mediterráneo en mayo de 2019. Realizó estudios sísmicos y perforaciones exploratorias en la costa norte de Chipre, lo que llevó a la nación insular a condenar lo que considera ilegal.
En respuesta, la UE sancionó a Turquía en julio de 2019, reduciendo la ayuda financiera de preadhesión al país para 2020 en 145,8 millones de euros y deteniendo las conversaciones bilaterales de alto nivel.
Tras verse arrastrada a la disputa, que involucra a dos de sus estados miembros, la UE ha seguido mostrando una "firme solidaridad" con Grecia y Chipre, advirtiendo sistemáticamente a Turquía de que se abstenga de realizar actividades de perforación durante el último año.
Impertérrito, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Turquía emitió un comunicado en su momento diciendo que las sanciones de la UE "no afectarán en modo alguno a la determinación de Turquía de continuar sus actividades de exploración de hidrocarburos en el Mediterráneo Oriental".
En lugar de rebajar tensiones, Turquía ha desplegado más buques perforadores en la región este año escoltados por la marina, ejerciendo lo que considera sus derechos de acceso a las aguas turcochipriotas, algo que actualmente contraviene el derecho internacional por la disputa en torno al estatus del Norte de Chipre.
En junio, el Ministro de Asuntos Exteriores de Grecia, Nikos Dendias, aprovechó una reunión con el Representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, para condenar a Turquía y denunciar "su diplomacia ilegal de fragatas".
Desde finales de agosto, tanto Grecia como Turquía han puesto sus fuerzas en alerta máxima, desplegando sus armadas para seguirse mutuamente en el Mediterráneo y realizar ejercicios de combate competitivos en el mar entre Creta y Chipre.
En respuesta a la crisis en curso, Grecia también anunció el 26 de agosto que ampliaría sus aguas territoriales de seis a 12 millas náuticas -un paso perfectamente legal en el derecho internacional- a lo largo de su frontera con Italia, abandonando lo que el Primer Ministro Kyriakos Mitsotakis calificó de años de política exterior "pasiva".
El Ministro de Asuntos Exteriores alemán Heiko Maas advirtió a los dos países que estaban "jugando con fuego, y cualquier chispa, por pequeña que sea, puede llevar a un desastre".
Históricamente, las relaciones entre Grecia y Turquía han sido muy tensas y siempre han chocado por la cuestión de Chipre.
Durante su posesión durante siglos por el Imperio Otomano, los turcos llegaron y se establecieron en la isla de habla griega. Cuando Chipre se independizó del Reino Unido en 1960, las tensiones entre los grecochipriotas y la minoría turca se acentuaron con estallidos de violencia ocasionales.
En julio de 1974, la junta militar en el poder en Grecia instigó un golpe de estado en Chipre para anexionarlo. En respuesta, Turquía invadió y capturó las partes septentrionales del país. La junta militar en Grecia se derrumbó después de tres días de lucha, dando paso a un gobierno democrático.
Tras el fracaso de las negociaciones de paz en Ginebra, Turquía inició una segunda invasión el 14 de agosto y amplió los logros de su primera invasión para cubrir más de un tercio de la isla.
Finalmente se declaró un alto el fuego respaldado por las Naciones Unidas con una zona de seguridad, la "Línea Verde", que atraviesa el país y que sigue vigente hoy en día.
Turquía reconoce a Chipre septentrional, que ocupa alrededor del 37% de la masa terrestre de la isla, como la República Turca del Norte de Chipre. Las Naciones Unidas la reconocen como un territorio de la República de Chipre ocupado por Turquía.
Chipre y Turquía no han tiene relaciones diplomáticas oficiales desde 1974, salvo a través de la OTAN y la UE.
La disputa ha abierto viejas heridas porque la zona a la que Turquía envió inicialmente los barcos incluye las aguas de la costa norte de la isla.
Chipre y la UE consideran que el norte es parte de la República de Chipre y las aguas que lo rodean forman parte de la Zona Económica Exclusiva (ZEE), lo que significa que las naciones de la UE tienen el derecho exclusivo de pescar, perforar y llevar a cabo otras actividades económicas.
Pero como Turquía reconoce a Chipre del Norte como independiente, con su propia ZEE, Ankara dice que está en su derecho de perforar allí.
En mayo de 2019, cuando estalló esta nueva disputa, el Ministro de Energía turco, Fatih Donmez, dijo: "Turquía continuará sus operaciones en su propia plataforma continental y en las zonas donde la República Turca del Norte de Chipre ha concedido licencias a Turkiye Petrolleri".
Añadió que los acuerdos unilaterales concertados entre Chipre y los países de la región que intentaban "robar" los derechos de Turquía y de los turcochipriotas "no tenían validez jurídica".
Para agosto de 2020, el alcance de las operaciones de perforación exploratoria de Turquía se amplió para incluir las aguas de la costa sur de Chipre y una zona más amplia del mar en el Mediterráneo oriental entre Chipre y Grecia.
Grecia afirma que esta zona se encuentra por encima de su propia plataforma continental y que, por lo tanto, tiene derechos exclusivos sobre cualquier posible depósito de gas y petróleo.
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, anunció el descubrimiento de un yacimiento de gas adicional en el Mar Negro el 21 de agosto, pero esto no ha servido para frenar las aspiraciones de Turquía en el Mediterráneo.
La carrera energética podría interpretarse como una faceta más de la voluntar del presidente turco Erdoğan para expandir la influencia de Turquía más allá de sus fronteras. Esto ha llevado a algunos analistas a sugerir que Erdoğan ha abrazado el "espíritu otomano", calificándolo de una especie de neo-sultán.
Durante las pasadas campañas electorales, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Erdoğan ha utilizado incluso eslóganes como "descendiente de los otomanos" para describir a sus partidarios y al propio presidente.
Despojar a Santa Sofía de su condición de museo y convertirla de nuevo en una mezquita en julio, por ejemplo, es sólo un ejemplo que muestra, para algunos observadores, que el 'neotomanismo' de Erdogan no sólo está erosionando los cimientos de la Turquía laica y occidental que fueron establecidos por el fundador de la República Mustafá Kemal Atatürk, sino que también pone al país en directa confrontación con los vecinos de la región.
La política exterior neo-otomana bajo el mandato de Erdoğan como primer ministro y ahora presidente ha desplazado el foco hacia los antiguos territorios del Imperio Otomano, a saber, los Balcanes, Chipre, Siria, Iraq, Israel y países del norte de África, como Libia.
La noticia de que la iglesia bizantina de Santa Sofía, patrimonio de la Humanidad de UNESCO y antigua catedral ortodoxa, se transformaría en mezquita, fue recibida con júbilo por los partidarios de Erdoğan a nivel nacional pero sólo ha exacerbado aún más las tensiones con Grecia.
Mientras los musulmanes de Estambul asistían a las oraciones del viernes por primera vez en 86 años, las campanas de iglesia sonaron a duelo en toda Grecia y hubo protestas en Atenas y Salónica, la segunda ciudad más grande del país.
Mitsotakis también condenó la conversión de Santa Sofía, diciendo que "no era una manifestación de poder" sino un "signo de debilidad".