Argentina es uno de los países con mayor potencial de energía eólica marina en Sudamérica.
ALBERTO OLIVARES*
El último informe del Banco Mundial sobre energía eólica marina, señala que el potencial técnico de esta tecnología en el planeta es de 15,6 TW (terawatts), que se distribuye en 5,6 TW para aerogeneradores de cimentación fija y 10 TW para turbinas flotantes. En este contexto, se señala a Argentina como uno de los países con mayor potencial de Sudamérica, con posibilidades de desarrollar 1.870 GW de energía eólica offshore, 1.3112 GW con aerogeneradores flotantes y 558 GW de fondo fijo. Esto es, cerca del 15% de su consumo total eléctrico de 2019.
Este potencial técnico, debe ser corregido posteriormente por los requerimientos sociales, económicos y ambientales de cada país. Sin embargo, el informe del Banco Mundial da cuenta de la progresiva importancia de esta fuente renovable, desde que se instalara en Dinamarca el primer parque eólico marino comercial, en 1991.
Por otra parte, la International Energy Agency (IEA), ha proyectado que la industria eólica marina –que hoy cuenta con 29 GW de capacidad instalada, el 80% de ella en Europa–, crecerá 15 veces en las próximas dos décadas; convirtiéndose en un negocio de 1 billón de dólares (Offshore Wind Outlook 2019).
La industria eólica marina está en pleno desarrollo, impulsada principalmente desde Europa, aunque en los últimos años China y Estados Unidos, entre otros países, se han sumado al boom de la explotación del viento marino. Es cierto que se trata de una tecnología no madura, que se encuentra en la fase ascendente de la curva de aprendizaje, pero los avances que se han logrado, especialmente en los últimos años, permiten ser optimistas sobre la pronta competitividad de esta fuente energética.
En este sentido, el avance tecnológico en los aerogeneradores marinos es excepcional. Mientras el primer parque eólico marino contaba con 11 turbinas que tenían una potencia de 450 kW cada una, hoy el mayor parque eólico offshore tiene una potencia instalada de 659 MW, repartida en 87 turbinas de 8,25 MW. Otros parques cuentan con aerogeneradores de 10 MW, y recientemente una de las más importantes empresas de tecnología eólica offshore presentó un aerogenerador de última generación, con una turbina de 15 MW, que estará disponible comercialmente a partir de 2024.
Asimismo, los parques eólicos marinos pueden funcionar en mares cada vez más profundos y a mayor distancia de la costa. La tecnología actual permite instalar aerogeneradores de fondo fijo a 50 metros de profundidad, y turbinas flotantes a 100 metros, y existen proyectos de aerogeneradores flotantes a 220 metros del fondo marino. De la misma forma, los parques se han alejado hasta 60 kilómetros de la costa, y los nuevos proyectos impulsados en Alemania y Reino Unido están construyéndose a 100 kilómetros mar adentro (WindEurope Report, 2020).
La reducción de costos de la eólica marina también ha sido importante. Desde los 150 € /MWh en 2014, pasamos a un precio, en 2019, de 44 €/MWh en Francia y 40,63 £/MWh en Reino Unido (WindEurope Report, 2020). Además, la IEA proyecta una disminución de precios del 60% para 2040, y que, por tanto, será competitiva con las otras energías renovables y fósiles a partir de 2030 (IEA, 2019).
Las oportunidades que se presentan con la industria eólica marina son muchas. España –que hace un par de días anunció que se suma de lleno al mercado eólico marino– ha cifrado la generación de empleo asociado a esta actividad económica en 10.000 puestos de trabajo.
La inversión en tecnología asociada a la industria también es relevante. De acuerdo con la IEA, hacia 2030 la inversión acumulada total será de 1,2 billones de dolares. En este sentido, la energía eólica marina está asociada también con el desarrollo de hidrógeno verde, tal como lo advierte el Global Wind Energy Council (GWEC) en su anuario de 2019.
Desde una perspectiva ambiental, la energía eólica marina es una importante herramienta en la estrategia del cambio climático. La transición hacia una matriz energética hipocarbónica es uno de los más importantes desafíos del sector, y esta fuente se presenta como una opción importante para la sustitución de las energías fósiles en el horizonte de 2050. Además, esta fuente energética reduce la presión sobre el territorio de la utilización intensiva de las energías renovables, reduciendo los conflictos por el uso de la tierra y ambientales.
Finalmente, la necesidad de transitar hacia un nuevo modelo de desarrollo, ambientalmente sostenible, ha obligado a los estados a repensar su relación con los océanos y mares. La Economía Azul se abre paso, y la eólica marina es una de las actividades económicas en el medio marino de mayor proyección.
En este contexto, Argentina, con su extensa costa, debe comenzar a mirar con mayor interés las proyecciones del Banco Mundial, en torno a su potencial para la energía eólica marina. Existen múltiples estímulos para que emerja la industria eólica marina argentina. Algunos de naturaleza económica, como la inversión que genera esta industria, la creación de empleo y el “crecimiento azul”; otros de carácter tecnológico: innovación, desarrollo científico, profesiones u oficios altamente especializadas e hidrógeno verde; y también de tipo ambiental, por caso la descarbonización de la matriz eléctrica y lucha contra el cambio climático. En todas ellas, se observa un elemento común: la transición hacia un nuevo modelo de desarrollo, hacia una economía hipocarbónica.
Diversos son los incentivos que se han utilizado para el desarrollo de la energía eólica marina. La mayoría de los países europeos entrega subvenciones de capital a esta industria. También se han fijado precios, se otorgan beneficios fiscales o se aplican impuestos a la electricidad generada con fuentes no renovables. De manera particular, deben destacarse medidas como las adoptadas por Alemania, que decidió que los operadores del sistema de transmisión socializaran los costos de la red en alta mar, o Reino Unido que implementó acuerdos de compra de electricidad generada por eólica marina a plazo fijo (generalmente 3 a 5 años). La elección de los incentivos debe ser cuidadosa para no impulsar una industria híper subvencionada, que impactará negativamente en el mercado eléctrico y en el precio de la electricidad.
Asimismo, el punto de partida, como en cualquier nueva industria intensiva en inversión, es la seguridad jurídica. La transición regulatoria que está viviendo hoy Argentina, para adaptar su mercado eléctrico a la irrupción de las energías renovables, debe dar lugar a un ordenamiento jurídico que acompañe el proceso de expansión de la matriz eléctrica de fuente renovable en el país y que minimice el riesgo regulatorio. Solo de esta forma, el mar argentino será atractivo para los inversionistas de la industria eólica offshore.
Por último, resulta esencial que exista claridad sobre la decisión política de Estado en favor del desarrollo de esta fuente energética, y no limitada a una decisión de gobierno. A fin de cuentas, la incorporación de la eólica marina en el mix eléctrico argentino, reforzará la transición energética, situando a las energías renovables como el motor de cambio hacia un nuevo modelo de desarrollo, adaptado a los desafíos del clima y del medio ambiente.
*Doctor en Derecho. Investigador postdoctoral del Centro de Estudios Avanzados de Blanes, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CEAB-CSIC) de España.