SEBASTIÁN PENELLI
Los analistas no asimilan un barril de crudo en torno a los u$s40. Los antecedentes demuestran que los bruscos cambios de precios son posibles. Preocupa la tensión entre EEUU y China, la posible salida de Trump del poder, la desvalorización de petroleras y los planes de desinversión. ¿Qué valor tendrá el petróleo a fin de año, en 2021 y el 2022?
Mientras los inversores globales coronan al oro como el refugio everlasting por excelencia, los operadores de crudo a futuro no resignan sus apuestas por el petróleo. Celebran la fuerte recuperación del WTI y el Brent en medio de la pandemia, pero admiten que hoy no se percibe una estabilidad de precios en el mercado.
Los rebrotes de Covid-19 en las principales economía del mundo no permiten establecer un valor de referencia a largo plazo, en torno a los u$s40 por barril. Los optimistas prevén que pasados los “picos” de la pandemia en Europa, Estados Unidos y China la curva de ascenso alcance los u$s47 o u$s50 en los próximos meses. Los pesimistas del petróleo auguran que la recuperación lenta de las economías afectadas derrumbará el precio hasta los u$s37 o, incluso, u$s33. El panorama es complejo, pero no es nuevo.
En 1973 por la Guerra del Yom Kippur/del Ramadán, que enfrentó a Israel contra Egipto y Siria, disparó el barril de WTI de u$s24 a u$s56 en pocas semanas. En 1979 la Revolución iraní -asunción del Ayatolá Jomeiní- provocó una abrupta caída en la producción de crudo persa, que derivó en una escalada de u$s56 a u$s125. En la década de 1980 Ronald Reagan desreguló la producción y distribución de petróleo en EEUU y en cuatro años después el barril cayó de u$s113 a los u$s26. En los noventa, por la Guerra del Golfo, escaló de u$s34 a u$s77, pero la derrota de Saddam Hussein en Kuwait lo desplomó otra vez a u$s37.
En 2001 el ataque a las Torres Gemelas desgarró el precio hasta ubicarlo por debajo de u$s28. En 2007 la crisis política venezolana afectó al petróleo mundial: en principio lo infló de u$s118 a u$s165 para mitad de 2008, pero la quiebra de Lehman Brothers, el estallido de la burbuja de las hipotecas subprime y la crisis financiera mundial lo arrastraron a los u$s50. Recién para 2009 marcó una fuerte recuperación al llegar a u$s95, pero nuevamente se vino abajo con el desarrollo del shale estadounidense: el exceso de oferta por las nuevas tecnologías de fracking lo posicionaron cerca de u$s50.
Uno de los trasfondos son las elecciones presidenciales de noviembre en EEUU. “La cuestión sobre la intención a largo plazo de China y su potencial influencia continúan siendo desafíos tácticos que deben ser considerados cuidadosamente”, afirmó el analista de riesgo Robert Petrucci.
“Si bien la OPEP, Rusia y otros grandes productores de petróleo parecen cooperar y seguir directrices de producción para asegurar que el mercado mundial no se sumerja en un exceso de oferta de crudo, los productores estadounidenses limitaron su producción y negocian acuerdos comerciales entre las petroleras, que han ayudado a fortalecer las preocupaciones tácticas”, agregó.
Hoy, el rango de precios especulativos para WTI van de u$s36 a u$s45, mientras que al Brent, de referencia para la Argentina y Vaca Muerta, se le atribuye un piso de u$s43 y un techo de u$s49. Warren Patterson, jefe de estrategia de materias primas en ING, aseguró que el crudo del Mar del Norte continúa con un precio spot (de entrega inmediata) inferior al valor a futuro, lo que en el mercado se llama estructura contango.
El último reporte de la Administración de Información de Energía (EIA, por sus siglas en inglés) estimó que la demanda mundial de petróleo aumentó 6% de mayo a junio, hasta alcanzar unos 89,5 millones de barriles diarios. Argumentó que los países de la OCDE flexibilizaron las medidas de contención del Covid-19, lo que llevó a un aumento en la demanda de petróleo en esos países.
Sin embargo, China, el propio EEUU y Corea del Sur reimplantaron medidas de aislamiento para controlar los brotes lo que anticipan nuevos recortes de la demanda. Pero también existen otras amenazas. En el Viejo Continente pusieron a España en cuarentena: Alemania, Inglaterra, Francia, Bélgica y Noruega aconsejaron no viajar a la península ibérica por la “segunda ola” de contagios, y crece el temor a rebrotes en otros países de Europa.
“Estos eventos presentan una considerable incertidumbre en la perspectiva de la demanda de petróleo porque la reimposición de las medidas de bloqueo afectaría la demanda de petróleo relacionada con los viajes personales y el movimiento de mercancías”, anticipó la EIA.
Al mismo tiempo, crece una preocupación al sobrestockeo por un aprovechamiento de los precios. China, el mayor importador mundial de petróleo, compró el mes pasado un récord de casi 13 millones de barriles diarios (unas 53 millones de toneladas), según datos oficiales chinos. El gigante asiático se hizo con 2 millones de barriles por día de Arabia Saudita y también aumentó las compras a Brasil, Noruega y Angola.
En 2019 el mundo consumió 99 millones bpd y la OPEP pronosticó un aumento a 101 millones para 2020, pero la caída en la demanda obligaron a recortar la cifra anual a 91 millones, con una demanda de 2021 aún por debajo de 2019. Todos los analistas coinciden que el crudo no tocará los niveles previos a la pandemia hasta al menos 2022.
La EIA espera que la combinación de la gestión de producción de los países de la OPEP+ y la recuperación económica contribuyan a grandes retiros de inventario de petróleo para el resto de 2020, con un promedio de 3,3 millones de barriles diarios para el segundo semestre de 2020. En las previsiones de EIA asoma una leve presión al alza en los precios para el cierre del año y en los que vienen. El Bank of America prevé en 2021 el Brent a u$s50 y el WTI a u$s47, mientras que para 2022 calculó el Brent a u$s55 y el WTI a u$s50.
"El petróleo sigue operando en un rango y sus fundamentos de suministro están ayudando a fijar un piso, mientras que el panorama económico y de la demanda está brindando un techo", señaló Harry Tchilinguirian, jefe de investigación de materias primas en BNP Paribas.
Pero la expectativa de la disminución de los inventarios mundiales choca en el corto plazo con los ajustes negativos en los valores de los activos de las petroleras estadounidenses. Según los balances públicos presentados en la bolsa de Nueva York, los 40 productores de petróleo registraron en conjunto activos por u$s48.000 millones en el primer trimestre de 2020, el mayor ajuste trimestral desde 2015. Los bajos precios contribuyeron a una disminución en los ingresos y un descenso en el valor de las reservas probadas de esas empresas. Los pesimistas auguran peores cifras con los balances que se conocerán en agosto. Anticipan que las empresas dedicadas al no convencional revelarán los peores resultados en mucho tiempo.
Este factor se complementa con la corriente global de desinversión en la industria de los hidrocarburos. El Deutche bank anunció días atrás que ya no financiará ningún proyecto nuevo en la región del Ártico ni proyectos de arena petrolífera y que para fin de año revisará todas sus actividades comerciales existentes en el sector de petróleo y gas. El auge de las energías renovables y los compromisos asumidos contra el calentamiento global replantean el escenario de las inversiones.
En 2016 los herederos de Rockefeller comunicaron públicamente que dejarán el negocio de los hidrocarburos. La mexicana Pamex atraviesa de una sus peores crisis, tras el escándalo de corrupción que encarceló al extitular de la firma Emilio Lozoya y que ahora salpica al ex presidente Enrique Peña Nieto. Pemex perdió u$s100.000 por minuto en los primeros seis del año. Otra empresa mexicana, Newpek, subsidiaria del conglomerado Alfa, se va los EEUU. La estatal brasileña Petrobras avanza con su plan de desinversión de hasta u$s40.000 millones y apura su salida de Colombia y otros países. En Venezuela las plataformas petroleras están paralizadas por la imposibilidad de colocar el producto y PDVSA no logra hacer pie en la región.
Otro lote de compañías de hidrocarburos exploran los nuevos caminos de la energía, como la movilidad eléctrica sustentable a través del litio, los biocombustibles o el hidrógeno. El Movimiento 350.org ventiló que la desinversión en el sector trepó u$s52.000 millones en 2014 a más de u$s11 billones en la actualidad. No es casual que la Iglesia católica encabece la lista de instituciones por la desinversión de la industria más contaminante de la “Casa Común”, como dice el papa Francisco. Una salida de Donald Trump del poder y la asunción del presidente estadounidense número 46°en enero próximo alientan los deseos del Vaticano y aceleran el nerviosismo de los operadores.