Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé una contracción de 9,9% para Argentina
Como fue el caso de las proyecciones del informe WEO de abril de 2020, existe un grado de incertidumbre inusitadamente elevado en torno a estas proyecciones. Las proyecciones de base se fundamentan en presunciones críticas sobre las secuelas de la pandemia. En las economías con tasas de infección decrecientes, la ralentización de la trayectoria de recuperación contemplada en los pronósticos actualizados refleja un distanciamiento social persistente a medida que nos adentremos en el segundo semestre de 2020; mayores cicatrices (daño al potencial de oferta) debido al hecho de que la actividad sufriría más de lo previsto durante el confinamiento instituido en el primer y segundo semestres de 2020, y un golpe a la productividad a medida que las empresas que sobrevivan incrementen las necesarias prácticas de seguridad e higiene en los lugares de trabajo.
En las economías con dificultades para controlar las tasas de infección, un confinamiento más prolongado infligiría más daños a la actividad. Además, el pronóstico presume que las condiciones financieras —que se han distendido desde la publicación del informe WEO de abril de 2020— se mantendrán generalmente a los niveles actuales.
Claramente, es posible que el desenlace sea diferente del contemplado en la proyección de base, y no solo debido a la manera en que está evolucionando la pandemia.
La magnitud del reciente repunte del optimismo de los mercados financieros parece estar desconectada de la evolución de las perspectivas económicas fundamentales —como lo señala la Actualización de junio de 2020 del Informe sobre la estabilidad financiera mundial (informe GFSR)—, y eso plantea la posibilidad de que las condiciones financieras se endurezcan más de lo que supone la proyección de base.
Todos los países, incluidos los que parecen haber dejado atrás los picos de infección, deberían asegurarse de que los sistemas sanitarios cuenten con recursos adecuados. La comunidad internacional debe brindar a las iniciativas nacionales un respaldo muchísimo mayor, entre otras formas ofreciendo asistencia financiera a países con una capacidad sanitaria limitada y canalizando financiamiento hacia la producción de una vacuna a medida que avancen los ensayos clínicos, de modo que todos los países tengan sin demora acceso a dosis adecuadas y a costo asequible.
En los casos que requieren confinamientos, la política económica debería continuar amortiguando las pérdidas de ingreso de los hogares a través de medidas sustanciales y bien focalizadas, además de brindar apoyo a las empresas que sufren las consecuencias de restricciones obligatorias a la actividad. En los casos en que las economías están reabriendo, el respaldo focalizado debería desmontarse paulatinamente a medida que la recuperación se ponga en marcha, y las políticas deberían infundir estímulo para promover la demanda y facilitar e incentivar la reasignación de recursos, alejándolos de los sectores que probablemente terminen siendo persistentemente más pequeños después de la pandemia.
Sigue siendo esencial una cooperación multilateral sólida en múltiples ámbitos. Se necesita con urgencia liquidez de respaldo para los países que enfrentan crisis sanitarias y déficits de financiamiento externo; por ejemplo, mediante alivio de la deuda y financiamiento a través de la red mundial de seguridad financiera. Una vez superada la pandemia, las autoridades deberán cooperar para resolver las tensiones comerciales y tecnológicas que hacen peligrar la recuperación final de la crisis de COVID-19.
Además, aprovechando la disminución sin precedentes de las emisiones de gases de efecto invernadero durante la pandemia, las autoridades deberían poner en práctica sus compromisos de mitigación del cambio climático y, a la vez, colaborar para ampliar la aplicación de impuestos diseñados según criterios de equidad que graven las emisiones de carbono o sistemas equivalentes. La comunidad internacional debe actuar sin demora para evitar una repetición de esta catástrofe, organizando reservas internacionales de suministros y equipos de protección esenciales, financiando la investigación y apuntalando los sistemas sanitarios públicos, y estableciendo modalidades eficaces para llevar alivio a los más necesitados.
Ámbito
LILIANA FRANCO
En el contexto de las naciones más importantes del planeta, la Argentina se encuentra entre los seis países que sufrirán las mayores recesiones como consecuencia de la crisis desatada por el coronavirus: el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé una contracción de 9,9% para el año en curso.
También será una de las economías que menos se recuperará el año próximo, ya que según el organismo multilateral, la economía del país avanzará 3,9% en 2021.
De cumplirse estos pronósticos, en 2021 la economía del país se ubicaría 6,4% por debajo del nivel alcanzado en 2019, un porcentaje que refleja la magnitud del impacto de la pandemia.
Estos números están incluidos en la actualización del reporte Perspectivas Económicas Mundiales dado a conocer hoy en Washington por la jefa de los economistas del Fondo Monetario Internacional, Gita Gopinath. El trabajo lleva el lúgubre título: “Una crisis como ninguna otra, una recuperación incierta”.
Las proyecciones del Fondo también trazan un panorama desfavorable para los principales socios comerciales de la Argentina, con excepción de China, uno de los pocos países que tendrán crecimiento este año (1%), aunque se trata de una tasa inferior a las registradas en las últimas décadas. Brasil y México - dos destinos clave de las exportaciones de manufacturas de la Argentina- sufrirán retrocesos de 9,1% y 10,5%, respectivamente. Las recuperaciones de estos socios comerciales también serán relativamente lentas, para Brasil se espera un crecimiento de 3,6% para el año próximo, en tanto que para México se proyecta 3,3%.
En lo que consideran “una caída sin precedentes como consecuencia del Covid 19”, el informe dado a conocer esta mañana proyecta ahora que la economía mundial retrocederá 4.9% en 2020, es decir 1,9 puntos porcentuales menos que el pronóstico de abril pasado. Por primera vez, se proyecta que todas las regiones experimentarán una variación negativa en 2020.
La corrección a la baja se explica porque “la pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto más negativo en la actividad en el primer semestre de 2020 de lo previsto, y se estima que la recuperación sea más gradual de lo previsto anteriormente”.
Para 2021, el Fondo proyecta que el crecimiento global será 5,4%. De confirmarse estas estimaciones, el año próximo el PIB mundial se ubicaría 6,5% por debajo de las proyecciones anteriores a Covid-19 de enero de 2020.
El informe advierte que “el impacto adverso en los hogares con bajos ingresos es particularmente agudo, poniendo en peligro el progreso significativo logrado en la reducción de la pobreza extrema en el mundo desde la década de 1990”.
Dentro de este grupo, las mujeres sufren una mayor parte del impacto. De los aproximadamente 2 mil millones de trabajadores empleados informalmente en todo el mundo, la Organización Internacional del Trabajo estima que cerca del 80% se han visto significativamente afectados.
La fuerte disminución de la actividad viene con “un golpe catastrófico para el mercado laboral mundial”. Algunos países (especialmente en Europa) han contenido las consecuencias con esquemas efectivos de trabajo a corto plazo.
Para las economías que registran una disminución de las tasas de infección, la recuperación será más lenta que la esperada. Esto es consecuencia de que se espera que se mantenga el distanciamiento social en la segunda mitad del año, como así también un golpe a la actividad mayor de lo previsto durante el cierre en el primer y segundo trimestre de 2020; y una menor productividad en las empresas porque deben aumentar las prácticas de seguridad e higiene.
En cuanto a las economías que luchan por controlar las tasas de infección, se señala que un bloqueo más prolongado infligirá un costo adicional en la actividad.
También advierte que “el alcance del reciente repunte en el sentimiento del mercado financiero parece desconectado de los cambios en perspectivas económicas subyacentes… planteando la posibilidad de que las condiciones financieras se endurezcan”.
Entre las recomendaciones, el Fondo plantea que la política económica debe continuar amortiguando las pérdidas de ingresos de los hogares con medidas considerables y bien focalizadas, así como brindar apoyo a las empresas que sufren las consecuencias de las restricciones en la actividad.
Se calcula que las medidas de auxilio anunciadas en todo el mundo alcanzan a 10,7 billones de dólares. También considera que una cooperación multilateral fuerte sigue siendo esencial.
Se necesita con urgencia asistencia de liquidez para países que enfrentan crisis de salud y déficit de financiamiento externo, incluso a través del alivio de la deuda y el financiamiento a través de la red de seguridad financiera mundial, un tema de particular interés para la Argentina.
Cabe recordar que el Fondo ha insistido en la necesidad que el país llegue a un acuerdo con sus acreedores para la refinanciación de la deuda externa pero en condiciones sustentables.