Recién en el primer bimestre de 2020, se superó el 8%, meta fijada para 2018. En abril, ya se había crecido al 14%
Fueron la bandera de la Argentina del futuro. La promesa de una "revolución" -como la de los aviones-, con la que el anterior gobierno no sólo apostaba a que la crisis energética fuera una página del pasado, cambiando la matriz de generación por una de fuentes más limpias sustentables y, además, con el valor agregado de la generación de divisas con la que ola verde inversora tapizaría al país.
"No vamos a parar hasta, en 2025, tener un 20% de la matriz de generación de electricidad en base a energías renovables", se entusiasmaba Mauricio Macri, apenas, un año atrás. Pero dejó la Casa Rosada sin haber podido llevarse el gato al agua, como dirían en España. Por ley, en 2018, debía alcanzarse un 8% de la generación eléctrica total de la Argentina de fuentes renovables. La meta se corrió, ya que, originalmente, la legislación preveía lograrla en 2017. Sin embargo, en 2018, sólo alcanzaron el 2,5% de la demanda, según datos de Cammesa, la administradora del mercado mayorista eléctrico, y el año pasado, cuando debían representar el 12%, apenas, se alcanzó el 6,1%. Recién en el primer bimestre de este año, se superó el 8%. Para abril, ya se había crecido al 14%, de acuerdo con Cammesa.
Mucho de ese crecimiento tuvo que ver con el inicio de operación de los proyectos licitados en las rondas RenovAr: 154, por 4991 megawatts (MW) de potencia y que representaron una inversión cercana a los u$s 7500 millones, precisa la estadística oficial. Sin embargo, parafraseando a Macri, "pasaron cosas". Ya no sopla viento a favor y el cambio de ciclo político echó nubes sobre el sector. Alberto Fernández no expresó entusiasmo, al menos, no con la forma con la que su antecesor incentivó a su desarrollo. Una incertidumbre adicional, que potencia otras incógnitas que ya existían en la ecuación financiera de los ejecutivos de la industria, sobre todo, por la dificultad para conseguir las garantías exigidas para los proyectos, que, si bien tienen potencial world class desde lo técnico, no dejan de estar en la Argentina.
Estas dudas son las que reflejó el Renewable Energy Country Attractiveness Index (Recai), que elabora la consultora internacional EY desde el año 2003. El listado, de publicación bianual, clasifica a los 40 principales países en función de su inversión en energías renovables. En ese listado, la Argentina retrocedió casilleros. Cayó del puesto 11 al 18 porque, explicó la Big Four, "el cambio del ciclo político hizo que su agenda de renovables sufra, con proyectos en el pipeline que quedaron en el limbo, debido a la incertidumbre".
Contrasta fuerte con lo visto cuatro años atrás, el país había accedido a la posición 16. "La Argentina completó exitosamente una reciente subasta que vio apuestas por encima de seis veces la capacidad ofrecida", destacó el Recai entonces.
Esto, agregó, "no sorprende, dado el nuevo foco del Gobierno sobre el mercado energético".
Lejos parece estar de cambiar la perspectiva y no sólo por el cambio de prioridades energéticas de la administración local. En su informe de este año, Ben Warren, líder de la práctica de Power & Utilities Corporate Finance de EY a escala global, se pregunta si, tras una crisis humana de la magnitud de la pandemia de coronavirus, los objetivos climáticos pasan (o no) a un segundo plano.
"La energía renovable está destinada a desempeñar un papel central en la recuperación económica posterior al Covid-19. Pero el panorama mundial es mixto", planteó el experto. En su reciente edición, publicada en mayo, el Recai identificó que el Covid-19 tiene une un impacto a corto y mediano plazo. Pero, también, que los impulsores a largo plazo de la inversión en energías renovables siguen siendo fuertes, "lo que hace del sector un refugio más seguro para la inversión".
Por primera vez desde 2016, los Estados Unidos lograron acceder al primer lugar del ranking. "Esto es, en gran parte, debido a una extensión a corto plazo del PTC (N.d.R.: el crédito fiscal a la producción eólica) y un incremento de largo término en la generación eólica costa afuera, con plantas que invertirán u$s 57.000 millones para ampliar la capacidad instalada a 30 GW (gigawatts) para 2030", resaltó el informe.
Desplazó a China, que ahora está en el segundo puesto. Destaca que el crecimiento en renovables del gigante asiático se ralentizó a medida que el Gobierno busca "destetar" de subsidios al mercado, hacia una salida más competitiva. "Esto estuvo acompañado por una demanda reducida, como resultado del Covid-19", indicó. No obstante, las perspectivas para China en materia de renovables continúan siendo optimistas a largo plazo.
Francia pasó del cuarto al tercer lugar y Australia, del quinto al cuarto. El quinto lugar es para Alemania (fue sexto en 2019) y el sexto, para el Reino Unido (era séptimo).
"Si bien los contornos de una economía post pandémica aún no están claros, hay razones para creer que el sector de la energía renovable demostrará ser resiliente", aseveró Warren.
"Ciertamente, la energía renovable no es inmune a la disrupción económica que se está produciendo. Algunos proyectos en construcción están luchando por conseguir equipo. Los equipos de operación y mantenimiento son difíciles de mover. Los precios más bajos de la energía apretarán los márgenes. El colapso de los precios del petróleo planteará preguntas sobre la capacidad de las compañías de petróleo y gas -recientes conversiones a los atractivos de la energía impia- para seguir invirtiendo en el sector", describió.
"Pero es probable que muchos de estos efectos sean a corto plazo. Los fabricantes de China y Europa ya están reiniciando la producción. Las empresas de servicios públicos han trabajado duro para mantener la generación en circunstancias difíciles. Y la demanda de energía se recuperará a medida que las economías vuelvan a trabajar", matizó el experto.
"Los inversionistas involucrados siguen confiando en el panorama a largo plazo de la energía limpia. El cambio climático no va a desaparecer. La necesidad, después de la pandemia, de asegurar una mayor resiliencia económica y social trabajará a favor de las fuentes de energía distribuidas, como la eólica y la solar, y las aplicaciones que ofrece el almacenamiento de baterías. Las grandes empresas estarán dispuestas a demostrar que son ciudadanos corporativos responsables, alentándolos a obtener energía limpia".