AGUSTINA DEVINCENZI
El año pasado fue complicado para las empresas con operaciones en la Argentina. El consumo deprimido, el aumento del tipo de cambio y el elevado costo del financiamiento impactaron en los balances de muchas. La mayoría, salvo casos puntuales, cerraron con números en rojo.
Hoy, con un escenario complejo por el avance del coronavirus a nivel mundial y local, los analistas auguran una caída pronunciada de la actividad comercial que, sin dudas, repercutirá en los resultados futuros de las empresas.
No obstante, advierten que hay que evaluar la evolución del brote para realizar un pronóstico acorde a las circunstancias, antes de sacar conclusiones apresuradas. Lo que es claro es que buena parte de las compañías enfrentará lo que resta de 2020 con una dificultad que se agrega a la ya existente antes de la pandemia.
La automotriz suspendió al 80% de su personal fuera de convenio, con un ajuste del 25% ejn sus sueldos base. El 20% restante trabajará menos horas, con una quita del 12,5%. Además, prolongó la parada de planta y sus operarios percibirán el 70% de sus ingresos netos.
“Casi todas las industrias registraron un comportamiento negativo el año pasado y sectores que lograron crecer volvieron a entrar en la zona roja. Ahora, al contexto interno inestable, se añade una coyuntura externa desfavorable”, señala Martín Barbafina, socio de la filial local de PwC.
“Aún cuando la Argentina nos tiene acostumbrados a operar en un entorno macroeconómico cambiante y con un nivel de volatilidad mayor al de otros países, llama la atención la cantidad y la magnitud de las pérdidas que reportaron algunas empresas en 2019”, agrega Mario Caramutti, socio de la consultora Finanzas & Gestión.
Según los especialistas, es clave entender la estructura de los balances para hacer una correcta lectura de la situación que atraviesa una compañía. En este sentido, distinguen dos componentes esenciales: el operativo y el financiero.
“El primero hace alusión al desempeño del negocio, independientemente de cómo se financia una empresa. Se trata del beneficio proveniente de la actividad comercial antes de intereses e impuestos (BAII). El segundo habla estrictamente de las operaciones de financiamiento. La conjunción de ambos da el resultado general del ejercicio”, detalla el economista jefe de PwC Argentina, José Segura.
Tras la recesión, las sucesivas devaluaciones y el consumo afectado por los incrementos tarifarios y ajustes salariales con sabor a poco, las empresas perdieron la capacidad de trasladar a los precios la inflación que sufren en sus costos y sus gastos. Esto, sumado a la dificultad para mantener los volúmenes de ventas, erosionaron los márgenes de rentabilidad operativa. “La política monetaria restrictiva para contener la inflación generó una fuerte retracción del nivel de actividad y una contracción del consumo”, destaca Segura.
Por otra parte, la carga financiera aumentó de manera considerable el año pasado, como consecuencia de la devaluación y la suba de la tasa de interés en pesos. “Así es como se observan pérdidas importantes en las últimas líneas de los cuadros de resultados”, asevera Caramutti.
Pero, no todo termina en los cuadros de resultados, indican los expertos. Muchas compañías finalizaron 2019 con inventarios que crecieron por la acumulación de stocks, debido a la imposibilidad de volcarlos en el mercado, con un índice de incobrabilidad mayor y, en ocasiones, un alargamiento de los plazos de cobro.
“El consumidor no está dispuesto a realizar gastos mayores. Compra lo justo y necesario”, analiza Caramutti y añade que el desplome de las ventas incide en el manejo del capital de trabajo, que pasa a ser cada vez más oneroso.
“La situación afectó en general a todas las empresas, aunque hubo sectores que estuvieron más golpeados y unos pocos que salieron beneficiados. Hay que tener en cuenta también que no todos poseen la misma estructura de capitalización”, dice Barbafina.
El consumo masivo fue uno de los rubros más afectados. Molinos Río de la Plata anotó su tercer año consecutivo en rojo, con pérdidas que llegaron a los $ 1006 millones. La firma del grupo Pérez Companc sostuvo en su memoria anual que la baja del consumo y la imposibilidad de trasladar el incremento en los costos a los precios de sus productos fue determinante.
Mastellone Hermanos, dueña de La Serenísima, tuvo un rojo de $ 50 millones en el ejercicio de 2019, según informó a la Comisión Nacional de Valores (CNV). La empresa láctea atribuyó su performance a la recesión. De acuerdo a un comunicado que emitió, las pérdidas se debieron a “la caída del consumo de lácteos y la devaluación del peso”.
Arcor registró un resultado negativo de $ 144 millones el año pasado, aunque logró reducir el resultado negativo, en comparación a los $ 1555 millones que perdió en 2018. "El consumo se vio afectado por la caída del poder adquisitivo", destacó el holding que lidera Luis Pagani, y aseguró que la merma de los volúmenes comercializados estuvo "en sintonía" con la caída generalizada del mercado interno.
Las empresas de servicios públicos también se encuentran ante un escenario complicado por los congelamientos tarifarios o, en el mejor de los casos, ajustes de tarifas por debajo de la inflación. YPF reportó un resultado operativo negativo de más de $ 33.000 millones en 2019, pese a cerrar el año con una suba de sus ingresos del 55,7% respecto de 2018. La compañía explicó que la pérdida fue “producto del deterioro del valor de sus activos (impairment), la situación macroeconómica y las políticas para el sector en 2019”.
Asimismo, Telecom Argentina registró una pérdida neta de $ 3888 millones, que contrasta con las ganancias de $ 8516 millones alcanzadas en 2018, mientras que Cablevisión Holding tuvo un resultado negativo de $ 5185 millones.
Las excepciones fueron algunos exportadores. “La devaluación se aceleró más rápido que la inflación y benefició a quienes venden al exterior y tienen sus costos pesificados”, afirma Segura. Sin embargo, estos y otro sectores también comienzan a resentirse.
La restricción que impuso el cepo limitó una fuente importante de rentabilidad de los bancos, que los actuales niveles de tasas no logran compensar: las comisiones obtenidas por operaciones cambiarias.
El agro, el petróleo (de la mano del potencial de Vaca Muerta) y el turismo ya sufren las consecuencias del parate por el coronavirus, que retrajo la demanda china de productos agrícolas, deprimió el precio internacional del petróleo e imposibilitó la realización de viajes, factores que se suman al freno de la actividad local.
¿Hay luz al final del túnel? La pandemia abre un interrogante sobre las perspectivas futuras. “Esta problemática se suma a la incertidumbre macro sobre el rumbo de la Argentina. Hasta que no se despejen estas variables y haya una mayor claridad, es difícil que la actividad económica despegue”, comenta Segura.
“Es complejo, sobre todo para ciertas industrias, pero representa una oportunidad para replantear los modelos de negocio y generar eficiencias operativas que permitan mejorar la rentabilidad en el mediano y largo plazo”, concluye Caramutti, aunque reconoce que el impacto del Covid-19 en el comercio internacional es innegable y juega en contra.