MICHELLE SOTO MÉNDEZ
En Bagaces de Guanacaste —cantón ubicado al norte de Costa Rica, a unas cinco horas de la capital—, el volcán Miravalles parece dormido. Pero sus entrañas siguen vivas gracias a los cuerpos de agua que se encuentran cerca del magma.
El Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), empresa estatal a cargo de la generación y distribución de la energía eléctrica, ha perforado 50 pozos de tres kilómetros de profundidad para alcanzar esas fuentes y extraer el vapor, el mismo que mueve las turbinas que producen 165 megawatts (MW) para iluminar a cerca de 297 000 hogares del país.
Lo curioso es que cuando se visita el Campo Geotérmico Alfredo Mainieri Protti, como se llama este centro de generación de energía, el escenario no deja de sorprender, y no solo por la tecnología desplegada sino por el extenso bosque de 1275 hectáreas que rodea el lugar.
Un bosque secundario de 25 años hoy respira en las que fueron tierras degradadas por la actividad ganadera y agrícola desde la época colonial, cuando se impulsó un modelo de hacienda que vino a consolidarse en 1821 con la Independencia. En tiempos de Crisanto Medina —un español nacido en Puntarenas y fundador de la Hacienda Miravalles, donde actualmente se asienta el campo geotérmico— se ofrecía dinero a cambio de talar árboles de caoba (Swietenia macrophylla) y cedro (Cedrela odorata).
Hoy la vegetación rodea las tuberías que trasladan el vapor de agua a cinco plantas de generación de energía.
A través de los años, la Hacienda Miravalles pasó de mano en mano e incluso fue ocupada ilegalmente a mediados del siglo XX. En 1953, el gobierno compró esas tierras y las repartió entre los campesinos.
Sin embargo, la deforestación y la actividad agrícola intensa erosionaron el suelo y disminuyeron la disponibilidad de agua. Las tierras dejaron de ser tan productivas como antes y, por esa razón, cuando el ICE empezó a explorar la zona en la década de 1970, los finqueros vieron la oportunidad de vender sus terrenos.
En total, el ICE compró 1.550 hectáreas. De esas tierras, solo 297 hectáreas estaban cubiertas por bosque pero de forma fragmentada. Al final, esa compra tuvo un efecto positivo pues permitió la recuperación de 978 hectáreas que se sumaron a la cobertura forestal del país.
Dado que el proyecto geotérmico, ubicado en las faldas del volcán Miravalles, era el primero en el país, se realizó un estudio de impacto ambiental —incluso antes de que existiera la institución y la legislación que los exigiera—. El documento se publicó en 1988 y estableció los impactos directos e indirectos asociados a la generación energética, así como las medidas de mitigación y compensación.
Como medida de compensación, y al ser la primera experiencia que el ICE ejecutaba en materia de regeneración boscosa, se determinó la necesidad de restaurar el bosque tanto de forma activa (con ayuda del ser humano) como pasiva (dejándolo quieto para que la naturaleza se recupere sola).
La primera acción fue colocar cercas perimetrales para evitar el ingreso del ganado de las fincas aledañas y lo siguiente fue establecer líneas cortafuegos dado que la zona es vulnerable a los incendios forestales.
Como medida de compensación, y al ser la primera experiencia que el ICE ejecutaba en materia de regeneración boscosa, se determinó la necesidad de restaurar el bosque tanto de forma activa (con ayuda del ser humano) como pasiva (dejándolo quieto para que la naturaleza se recupere sola).
La primera acción fue colocar cercas perimetrales para evitar el ingreso del ganado de las fincas aledañas y lo siguiente fue establecer líneas cortafuegos dado que la zona es vulnerable a los incendios forestales.
En los años 2010 y 2011, investigadores de distintas disciplinas —convocados por el ICE— realizaron una serie de estudios para conocer el estado del bosque que se había empezado a restaurar hacía 16 años. Los resultados se resumen en el documento Aportes a la restauración de la biodiversidad del Campo Geotérmico Miravalles (2013).
Uno de los ejemplos mencionados data de 1997, cuando se reforestó un área ocupada por pastizales de jaragua. Allí se sembraron árboles de guanacaste (Enterolobium cyclocarpum), pochote (Bombacopsis quinata), ceibo (Ceiba trichistandra), cocobolo (Dalbergia retusa) y corteza amarilla (Tabebuia ochracea), entre otros. Se siguió un diseño de plantación mixta, intercalando varias especies en las líneas, lo que favoreció un bosque secundario intermedio (se conoce con ese nombre a la fase del proceso que comienza aproximadamente a los 15 años de haberse iniciado la restauración y puede durar hasta los 35 años).
Actualmente, en el campo geotérmico se registran 436 especies de flora, la mayoría son árboles, hierbas, arbustos y bejucos o lianas, que se encuentran entre los 450 y los 750 metros sobre el nivel del mar, y dan vida a diferentes tipos de ecosistemas forestales como bosque muy húmedo premontano, bosque húmedo premontano y bosque húmedo tropical en transición a premontano.
El otro método empleado por el ICE fue la regeneración natural o pasiva, es decir, se permitió que la vegetación creciera libremente en los potreros, sin ningún tipo de intervención humana. Para Elmer González, ingeniero y actual regente forestal del ICE, si bien la restauración activa da buenos resultados, la restauración pasiva es la más recomendable cuando se cuenta con fuentes de semillas cercanas, fauna dispersora (aves y murciélagos) y condiciones ambientales idóneas como temperatura, precipitación y humedad relativa.
Las faldas del Miravalles se encuentran entre las primeras experiencias de restauración ecológica en el país. “Por la experiencia adquirida con Miravalles, así como las experiencias de otros países y la literatura actual, estamos re-orientando los procesos de restauración en los campos geotérmicos Pailas y Borinquen hacia una restauración pasiva. Queremos un bosque con la estructura, composición y dinámica de los que existían en el lugar”. Además, dice el ingeniero forestal, la restauración pasiva es menos costosa que la reforestación y más efectiva porque “a fin de cuentas, nos interesa que la fauna utilice esas áreas y quién mejor para diseñar su bosque que la misma biodiversidad”.
Es así como los roedores, las aves y los murciélagos cumplieron un papel relevante como “arquitectos”, ya que fueron dispersores de las semillas que recolectaron en los bosques aledaños y las llevaron a las tierras abiertas del campo geotérmico. “El murciélago va excretando mientras vuela, entonces su área de dispersión es más amplia. En Miravalles son las estrellas de la restauración”, comenta González.
Con un bosque secundario en crecimiento, el tapir o danta centroamericana se empezó a ver en la zona. Este mamífero de 300 kilogramos es dispersor de semillas de árboles típicos del bosque maduro. Es capaz de tragar semillas enteras de hasta seis centímetros.
Cuando pasan por su tracto digestivo se exponen a un proceso donde intervienen ácidos y altas temperaturas, lo cual incrementa sus probabilidades de convertirse en árbol. “Las heces están cargadas de nutrientes. A diferencia de los rumiantes (como las vacas), la digestión de la danta es vaga, es decir, no pasa por tantas etapas. Por eso sus heces están cargadas de fibra y nutrientes todavía muy vivos. Esos nutrientes los aporta al suelo a través de sus excrementos”, explica Esteban Brenes, biólogo de la organización Nai Conservation que, desde 2017, está estudiando los tapires en el Corredor Biológico Tenorio – Miravalles.
Las dantas están regenerando el bosque de este a oeste de la Cordillera Volcánica Guanacaste, conectando varias áreas importantes de conservación: el Parque Nacional Volcán Tenorio, el Corredor Biológico Tenorio – Miravalles (donde se observa una combinación de cultivos y bosque), el nuevo Parque Nacional Jorge Manuel Dengo en la parte alta del volcán Miravalles, la Zona Protectora Miravalles (otra categoría de área protegida en Costa Rica) y el bosque secundario del campo geotérmico.
“Un estudio realizado en Brasil permitió ver que la mayoría de las dantas estaban transportando semillas de plantas de bosques maduros hacia zonas en regeneración. Las dantas se alimentan en los bosques maduros y defecan en zonas abiertas, en otras palabras, están creando hábitat. Yo no dudo que lo mismo esté pasando en la Cordillera Volcánica de Guanacaste, particularmente con el jícaro danto (Parmentiera valerii), que es una especie arbórea endémica de esta zona y propia de los bosques maduros”, comenta el biólogo.
Brenes asegura que a las dantas hay que verlas como catalizadoras de restauración porque están sembrando los árboles que evolucionaron para adaptarse a las condiciones ambientales de estas zonas y están listos para crecer.
Para él, la importancia del bosque en el campo geotérmico es un primer esfuerzo para seguir la conectividad biológica hacia el noroeste de la cordillera, donde se encuentran el Parque Nacional Guanacaste y el Parque Nacional Rincón de la Vieja, en cuyas faldas, el ICE tiene los campos geotérmicos Borinquen y Pailas.
Si esto se logra, se estaría generando no solo una conectividad longitudinal que favorece el tránsito de especies, sino también una conectividad altitudinal que, según los expertos, es importante como medida de adaptación al cambio climático porque se estaría dando una opción a las especies para que puedan migrar a zonas altas cuando la temperatura se incremente.
A medida que se fue ganando cobertura boscosa en el campo geotérmico se fue dando un proceso de colonización de fauna silvestre. A la fecha, se han identificado 165 especies, entre ellas: el ocelote o manigordo (Leopardus pardalis), el guaco (Dendrocygna autumnalis), la boa (Boa constrictor), la lapa roja o guacamaya roja (Ara macao), el venado cola blanca (Odocoileus virginianus), el puma (Puma concolor), el pavón (Crax rubra) y el sapo borracho (Rhinophrynus dorsalis).
“El 22% de esas especies silvestres están asociadas exclusivamente a áreas de bosque y 18% son de áreas abiertas”, comenta Elmer González, ingeniero y actual regente forestal del ICE.
La mayoría de la biodiversidad animal presente en el campo geotérmico son aves (92), seguidas de mamíferos (36), reptiles (23) y anfibios (14). De hecho, los investigadores de los estudios del 2010 y 2011 observaron al ave trogón cabecinegro (Trogon melanocephalus) en el bosque secundario circundante al pozo 43. “Esta especie se puede considerar como un indicador del mejoramiento de la cobertura forestal, ya que utiliza los bosques para sus migraciones altitudinales”, se lee en dicho informe.
Otro ejemplo lo brindan los monos aulladores (Alouatta palliata), los cuales se observaron en sitios de vegetación diversa y densa, lo cual les posibilita pasar por las ramas en busca de alimento. Estos primates también son considerados como dispersores de semillas.
Debido al aumento de la fauna silvestre, el ICE emprendió labores de vigilancia para prevenir la cacería y la extracción de especies. Como el campo geotérmico no deja de ser una zona industrial, se colocaron sistemas antiescalamiento para evitar que animales como las serpientes alcancen los cables de alta tensión y se electrocuten. Con el mismo propósito, se instalaron dispersores de aves y cables conductores recubiertos con materiales aislantes.
En cuanto a las carreteras internas, se instalaron reductores de velocidad y señalización en zonas de cruce de animales. Asimismo, se construyeron pasos aéreos y subterráneos para evitar atropellamientos.
Desde 2015, la unidad de gestión socio ambiental del ICE inició una serie de monitoreos para contar con datos científicos que sirvan de alerta temprana, sustenten decisiones de manejo y ayuden a medir el impacto de las medidas. En este sentido se realiza monitoreo de fauna acuática (peces, moluscos, crustáceos e insectos), monitoreo terrestre diurno y nocturno, uno exclusivo de mamíferos y otro a partir de cámaras trampa.
Asimismo, se instalaron parcelas permanentes de monitoreo forestal para conocer cuál es la estructura, composición y dinámica de los bosques restaurados. Esas parcelas también están sirviendo, desde 2017, para calcular el reservorio de carbono de los bosques secundarios y la tasa de remoción de dióxido de carbono (CO2) —gas de efecto invernadero que contribuye al calentamiento global y, por ende, al cambio climático— asociado a la cobertura forestal.
El pasado 5 de junio, el gobierno de Costa Rica saldó una deuda histórica con el volcán Miravalles, cuya elevación es de 2020 metros sobre el nivel del mar, al darle a su cúspide —alrededor de 4.225 hectáreas— la categoría de Parque Nacional. Este era el único volcán costarricense que no la tenía.
De esta forma nació el Parque Nacional Jorge Manuel Dengo. “El nombre se da en honor de uno de los grandes promotores de la conservación y propulsor de los parques nacionales en Costa Rica”, mencionó el ministro de Ambiente y Energía, Carlos Manuel Rodríguez.
Lo curioso es que Jorge Manuel Dengo también fue uno de los propulsores de la creación del ICE y dejó plasmado en los estatutos de la empresa eléctrica su espíritu ambientalista. Por ello, no deja de ser significativo que las tierras restauradas del Campo Geotérmico Alfredo Mainieri Protti sirvan de zona de amortiguamiento al nuevo Parque Nacional y a la Zona Protectora Miravalles, esta última creada en 1991.
“Si bien la mayoría de los terrenos del ICE están fuera de la Zona Protectora Miravalles, crean una zona de amortiguamiento alrededor de esta y del nuevo Parque Nacional en favor de la conectividad. El nuevo parque resguarda ecosistemas de bosque muy húmedo e incluso nuboso en las zonas más altas, donde se pueden observar grandes felinos y dantas”, comenta Alexander León, director del Área de Conservación Arenal Tempisque (ACAT), entidad a cargo de la administración de los parques nacionales, refugios de vida silvestre y reservas forestales en la región norte del ubicada al norte del país y que depende del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC) del Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE).
La zona de amortiguamiento sirve como un cordón ecológico alrededor de un área natural protegida. Por ejemplo: en el 2016, cuando el huracán Otto impactó a Costa Rica, fueron los bosques del volcán Miravalles los que lo recibieron de frente y lo contuvieron. “Considerando la pendiente, si no hubiera existido ese bosque, la tragedia hubiera sido aún peor”, asegura León. En cuanto a la biodiversidad, cuando el huracán impactó al bosque, la fauna buscó refugio en las zonas aledañas, entre ellas, el área de amortiguamiento.
Asimismo, estos cordones ecológicos, al ser el punto más cercano a las comunidades, se han convertido en un atractivo turístico y un motor económico para los pueblos.
De hecho, la propuesta de creación del Parque Nacional Jorge Manuel Dengo provino de las mismas comunidades. En el 2003, los vecinos de La Fortuna de Bagaces —donde se encuentra el campo geotérmico— recolectaron más de 400 firmas que entregaron a las autoridades de ACAT. Justificaron su petición aduciendo que los bosques de altura son esenciales para el abastecimiento de agua destinada a consumo humano y proveen de atractivo turístico a la zona en favor del desarrollo de actividades económicas como el senderismo, las piscinas de aguas termales y la observación de fauna.
Asimismo, el director de ACAT visualiza al ICE como uno de los aliados para solventar las carencias presupuestarias que enfrenta el nuevo parque nacional, ya que este apenas cuenta con dos funcionarios cuando realmente se requieren 13. “La colaboración con el ICE no solo la visualizamos en aportes como asistencia técnica y recursos, soñamos con que más adelante nos puedan ceder funcionarios para atender la Zona Protectora Miravalles y el Parque Nacional, aprovechando el conocimiento que ya tienen de la flora y fauna de la zona”, dice León.
Con la restauración del campo geotérmico, la declaración de un nuevo parque nacional y la consolidación de la Zona Protectora Miravalles parece que no solo volvió el bosque, y con él, los felinos, las dantas y las aves, sino que también se fortalece la esperanza de las comunidades que están viendo en la conservación una oportunidad de vida.