Tensión soterrada entre los gobiernos francés y alemán por la construcción del gasoducto Nord Stream 2. Detrás de esta disputa se encuentra otra todavía mayor: la del mercado del suministro energético de la Unión Europea entre Estados Unidos y Rusia.
El desencuentro entre Francia e Italia a raíz de la reunión del viceprimer ministro italiano y líder del Movimiento 5 Estrellas (M5S), Luigi Di Maio, con representantes de los chalecos amarillos ha ocultado esta semana otro, de mayores repercusiones si cabe, entre París y Berlín.
A pesar de que hace unas semanas Emmanuel Macron y Angela Merkel exhibían la aparente buena sintonía de sus respectivos gobiernos en Aquisgrán, donde firmaron un tratado destinado a reimpulsar las relaciones bilaterales y la Unión Europea, el eje franco-alemán sufrió una sacudida que dejó entrever, una vez más, las diferencias entre estados bajo el manto azul y estrellado de la unidad europea.
El 6 de febrero el Süddeutsche Zeitung avanzaba que Francia tenía pensado dar un giro de 180 grados en su posición respecto al Nord Stream 2 –la extensión del gasoducto que suministra el recurso natural a Alemania directamente, sin atravesar ningún país de tránsito– y apoyar la iniciativa de la Comisión Europea, lo que podría haber llevado a bloquear por entero el proyecto. El motivo, según los círculos del Elíseo consultados por el periódico alemán, es que Francia no quería "reforzar la dependencia de Rusia y perjudicar con ello los intereses de países de la Unión Europea como Polonia o Eslovaquia".
El objetivo era endurecer la Directiva 2009/73/EC, que requiere la separación de la producción y las redes de suministro energético –como es el caso con Gazprom en Nord Stream–, y hacer que pudiera aplicarse con carácter retrospectivo, una decisión que seguramente hubiera paralizado la construcción de Nord Stream 2, pero también desencadenado litigios entre la energética rusa y sus socios europeos por los perjuicios económicos ocasionados. En la construcción del gasoducto participan la anglo-holandesa Shell, la austríaca ÖMV, la francesa Engie y las alemanas Uniper y Wintershall. El 7 de febrero el Ministerio de Exteriores francés confirmaba en su página web las informaciones publicadas por el Süddeutsche Zeitung.
Mientras Francia y Alemania se tomaban un pulso sobre el gasoducto ruso, Macron cancelaba de manera inesperada su participación en la Conferencia de Seguridad de Múnich –también lo hizo antes el presidente estadounidense, Donald Trump–, que se celebrará entre los próximos 15 y 17 de febrero. El presidente francés tenía previsto pronunciar en este foro el 16 de febrero un discurso conjunto con la canciller alemana. Además, Macron sigue sin poder escapar del caso Benalla. La semana pasada dimitió la jefa de seguridad del primer ministro francés, Marie-Elodie Poitout, después de que Mediapart publicase una grabación entre el antiguo jefe de seguridad del Elíseo, Alexandre Benalla, y el responsable de seguridad del partido de Macron, La República En Marcha (LREM), Vincent Crase, en la que el primero alardeaba de contar con el apoyo del presidente francés a pesar de haber sido despedido y procesado tras haber sido grabado golpeando a manifestantes en las marchas del Primero de Mayo haciéndose pasar por un agente de policía.
La policía se presentó en las oficinas de Mediapart el 6 de febrero sin autorización judicial para exigir que se les entregasen los archivos de audio, a lo que los responsables del medio se negaron. El editor de Mediapart, Edwy Plenel, calificó en una entrevista con The Washington Post lo sucedido de "ilegal y violento". "Es un abuso de poder que viola la libertad de prensa", explicó Plenel al agregar que Macron "ha estado cubriendo a Benalla desde el comienzo, es muy simple, lo está protegiendo".
Antes de que el asunto les explotase en las manos, Francia y Alemania llegaron a un compromiso el 8 de febrero que no cuestionase Nord Stream 2. "No hubiera sido posible sin la cooperación germano-francesa", afirmó desde Berlín la canciller alemana, que quitó hierro a la ausencia del presidente francés en la próxima Conferencia de Seguridad de Múnich. "Tenemos una cooperación diaria sobre todos los asuntos europeos de importancia", aclaró. Además del controvertido gasoducto, el presidente de la Hertie School of Governance, Henrik Enderlein, enumeraba otras cuestiones que dividen a Francia y Alemania, como la profundización de la unión monetaria o la política de defensa y seguridad comunitarias. "Tengo la impresión de que París y Berlín no ven el valor agregado de su tandem", lamentaba Enderlein en una serie de mensajes publicados en Twitter. "Me preocupa que este 2019 se siga evidenciando la nueva distancia entre Francia y Alemania. Si no pueden ponerse de acuerdo en políticas clave, ¿quién puede en la Unión Europea?", añadía.
A pesar de lo que pudiera parecer, Nord Stream 2 no es sólo un asunto europeo. A comienzos de enero el embajador de EEUU en Berlín, Richard Grenell, publicó una carta en el Bild am Sonntag, de la que se hicieron ampliamente eco los medios alemanes, advirtiendo a las compañías de ese país vinculadas con el proyecto de la posibilidad de ser objeto de ser sanciones. 2Subrayamos una vez más que las empresas que participan en el sector de la exportación de energía ruso se vinculan a un significativo riesgo de ser sancionadas", escribía Grenell, que señalaba también que éstas "socavan activamente la seguridad de Ucrania y Europa". La embajada estadounidense calificó la carta como "un mensaje claro" a las empresas que participan en la construcción de Nord Stream 2, que, de ser sancionadas, podrían quedar fuera del sistema de pagos internacional. En julio de 2018 el propio presidente estadounidense atacó a Alemania desde Bruselas, donde se encontraba para asistir a una cumbre de la OTAN. "Protegemos a Alemania, protegemos a Francia, protegemos a todos esos países, y luego muchos de esos países van y cierran un acuerdo con Rusia, pagándole miles de millones", declaró Trump. "Se supone que hemos de protegerlos de Rusia y luego pagan miles de millones a Rusia. Me parece muy inapropiado", apostilló. El presidente de EEUU llegó a afirmar en su comparecencia que "Alemania está totalmente controlada por Rusia" porque "recibe casi el 70% de su gas" de ese país (la cifra fue rebatida más tarde por los medios de comunicación).
"Todos los estudios muestran que el temor a una dependencia problemática de Rusia están sobrevalorados", explicó hace semanas el experto en Rusia de la Deutschen Gesellschaft für Auswärtige Politik (DGAP), Stefan Meister, al semanario Der Spiegel. El experto en EEUU de ese mismo think tank, Josef Braml, aseguró al medio que "Trump quiere extorsionar a Alemania y Europa para que compren más LNG (gas natural licuado)". El 12 de febrero está prevista una reunión en Berlín entre el ministro de Economía y Energía alemán, Peter Altmaier, y el Center for Liquefied Natural Gas (CLNG) y LNG Allies, los principales lobbies del gas natural licuado estadounidense. En la reunión participarán políticos de los Land alemanes y el propio embajador estadounidense, según reveló el gobierno a petición de una pregunta parlamentaria del diputado de La Izquierda Andrej Hunko. En Alemania se construyen actualmente tres terminales LNG: en Stade y Wilhelmshaven (Baja Sajonia), y Brunsbüttel (Schleswig-Holstein). Con estas tres terminales esperan cubrir un tercio del consumo anual de gas, que actualmente ronda los 90 mil millones de metros cúbicos. En las tres participan empresas estadounidenses: Dow Chemical quiere construir en Stade una instalación capaz de almacenar hasta 12 mil millones de metros cúbicos de gas, mientras ExxonMobile y Uniper quieren que sus tanques en Wilhelmshaven y en Brunsbüttel almacenen hasta diez millones de metros cúbicos.
Dow Chemical quiere construir en Stade una instalación capaz de almacenar hasta 12 mil millones de metros cúbicos de gas
La intención es clara: que los alemanes compren el gas natural licuado estadounidense obtenido por fracturación hidráulica –más conocido como fracking–, que la administración de Donald Trump promueve. Los problemas ecológicos que acarrea esta técnica –contaminación del subsuelo y liberación de metano, uno de los gases que provoca el efecto hivernadero– son bien conocidos a estas alturas por la opinión pública. Además, ni el fracking ni mucho menos su transporte en embarcaciones marítimas –que requieren una cadena logística que agrava todavía más el problema de la contaminación– son rentables económicamente si se las compara con el transporte a través de un gasoducto, mucho más barato y seguro y mucho menos contaminante. Una iniciativa contra la construcción de las terminales LNG en el norte de Alemania impulsada por el activista medioambiental Andy Gheorghiu lleva recogidas ya 67.000 firmas.
Gheorghiu calcula que el tiempo de vida útil de estas instalaciones es de 30 a 50 años.El motivo de la "histérica campaña del gobierno estadounidense" contra la ampliación de Nord Stream sería, por lo tanto, de índole económico y no político, subraya Malte Daniljiuk en un artículo para el digital Telepolis. "A partir del próximo año", escribe, "podrían fluir hasta 110 mil millones de metros cúbicos de gas barato a través de ambos gasoductos". Esta cantidad, continúa, "no convertiría a Alemania solamente en uno de los principales puntos de distribución de gas natural en Europa", sino que, "como calcularon ya en 2017 Harald Hecking y Florian Weiser, NordStream2 podría reducir en Europa y el resto del mundo el precio del gas, lo que haría que el negocio de gas natural licuado no fuera rentable ni siquiera con subvenciones estatales". Daniljiuk recuerda que los intentos de diversificar el suministro energético a Europa –como la famosa terminal LNG construida por Lituania en Klaipeda con el nombre de ‘independencia’ que se abastece de gas noruego– "no han conducido a precios más bajos".
El autor respalda sus afirmaciones en cifras. "En el año 2017 el precio de importación en Alemania era, de media, de 5,62 dólares estadounidenses por un millón BTU (British Termal Unit), mientras Japón pagaba de 8,10 dólares por la misma cantidad en gas natural licuado", detalla al agregar que "en los bálticos, que importan LNG en grandes cantidades, crecieron en los últimos dos años los precios del gas" aunque sus respectivos gobiernos "prometieron que el precio del gas bajaría tan buen punto el monopolio de Gazprom se quebrase". Son, concluye, "los contribuyentes de la UE quienes subvencionan la ‘independencia’ energética con 500 millones de euros", algo que también ocurre con la terminal LNG de Polonia, donde "los consumidores pagaron también precios más altos por el gas que en 2016".
Las compañías alemanas y austríacas que participan en Nord Stream 2 no parecen por el momento dispuestas a ceder, pues de ello depende en buena medida la competitividad de sus respectivas economías, y no solamente el suministro a los consumidores. "La producción de gas baja y, al mismo tiempo, según los expertos, crecerá la demanda de gas, no en último lugar porque la producción eléctrica a partir de carbón se reducirá debido a la elevada contaminación por CO2 y ha de ser sustituida por gas", aseguró en enero a Der Standard Manfred Leitner, del consejo ejecutivo de ÖMV. Según Leitner, Nord Stream es "extremadamente importante" para "la seguridad energética de Europa, que necesita gas adicional". "¿Qué diría el gobierno estadounidense –se preguntaba el empresario austríaco– si la UE declarase que no tiene que construir el oleoducto Keystone con Canadá porque éste contradice los valores de Europa?".
Nuestro periodismo no solo se centra en lo que ocurre en el Estado español, pues no podemos entender lo que ocurre aquí sin un contexto global. Pero para eso necesitamos más recursos. Ayúdanos a seguir fortaleciendo nuestro trabajo internacional, únete a La Comunidad de Público para potenciar el valor de las personas, sin importar dónde estén.
Con 6 € al mes estarás defendiendo la honestidad, la valentía y el rigor. Únete a La Comunidad de Público para potenciar el valor de las personas, sin importar el lugar donde estén.