Bolivia planea iniciar una polémica explotación de "shale gas" (gas de esquisto o no convencional) en el departamento de Tarija, en el sur del país, como una forma de hacer frente a la caída de la producción de gas natural de sus actuales campos y para garantizar los recursos que permitan sostener los programas sociales y de desarrollo del gobierno de Evo Morales.
Los ingresos de Bolivia por la venta de gas natural a Brasil y Argentina sufrieron una significativa caída en el período 2014-2017, desde los 5.489 a los 1.745 millones de dólares, debido a la baja del precio internacional del energético.
La producción diaria de Bolivia se calcula en 59 millones de metros cúbicos de gas y sus reservas se sitúan en 11 trillones de pies cúbicos, según datos del Ministerio de Hidrocarburos.
La estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) suscribió la semana pasada un contrato con la empresa canadiense Cancambria Energy Company para la exploración de gas no convencional mediante "fracking" en el Chaco boliviano. Los ejecutivos de Cancambria estiman que en la región de Villa Montes, en el departamento de Tarija, existirían unos 100 trillones de pies cúbicos de "shale gas".
"La falta de institucionalidad de YPFB, un marco legal confiable y la gestión de nuevos mercados impidieron resultados positivos de exploración petrolera", evaluó el analista de hidrocarburos Raúl Velásquez, de la Fundación Jubileo de la iglesia católica.
Agregó que en 2017 hubo una disminución de tres por ciento en la producción de hidrocarburos comparado con 2016 y de un ocho por ciento respecto del pico más alto que se registró en 2015, con 61 millones de metros cúbicos diarios de gas natural.
También recordó que el campo San Alberto sufrió una significativa caída en la producción de gas natural. En 2002 producía 11 millones de metros cúbicos diarios de gas. Ahora su producción cayó a 4,7 millones. Es un campo en etapa de declinación constante.
"La exploración de gas no tradicional (shale gas) puede contaminar el suelo y agua de las zonas de exploración, es un alto riesgo", alertó Jorge Campanini, del Centro de Documentación en Información Bolivia (Cedib).
El analista Bernardo Prado señaló a su vez que es necesario realizar cambios en la Ley de Hidrocarburos en vigor desde 2005 para explorar gas no convencional. "Estamos a muchos años de realizar este tipo de exploraciones que requieren establecer acuerdos con habitantes de los parque nacionales (reservas ecológicas)", dijo, si bien precisó que el servicio geológico de Estados Unidos identificó ya la existencia de gas no convencional en Bolivia.
Las organizaciones ecologistas también alertaron de los daños ambientales que provocaría la explotación por "fracking" o fractura hidráulica en el Chaco boliviano. El experto Mauricio Medinaceli precisó que puede realizarse a través de varias técnicas, incluidas aquellas utilizadas para hidrocarburos convencionales. Sin embargo, la más empleada por su eficiencia es la combinación de la perforación horizontal y con la fracturación hidráulica.
"El nombre de fracking se debe a que esta técnica implica la fractura de piedras con un gran caudal de agua mezclada con otros componentes", explicó en su blog.
Básicamente se trata de perforar un pozo vertical u horizontal a más de 2.500 metros de profundidad con el objetivo de generar uno o varios canales de elevada permeabilidad a través de la inyección de agua a alta presión, de modo que se supere la resistencia de la roca y abra una fractura controlada en el fondo del pozo. Esta fractura permite la salida a la superficie del gas o del petróleo.
Estados Unidos se convirtió en los últimos años en el líder de la explotación de "shale gas" y ello hizo que cayeran los precios internacionales a niveles por debajo de cinco dólares por millón de BTU (unidad térmica británica) y derivó además en que este país redujera la importación de gas natural licuado (GNL).
Pese a que sus defensores argumentan que no genera más peligro que otras técnicas usadas en la industria, las principales objeciones son medioambientales: existen estudios que denuncian que el "fracking" aumenta la posibilidad de que se produzcan sismos y denuncias de que los compuestos químicos usados contaminan tanto el terreno como los acuíferos subterráneos.
