“El entorno político y regulatorio de Argentina está cambiando y nos parece muy interesante (…) Este es un mercado con déficit de inversión”, dice Thomas Keller, gerente general de la empresa.
Los 30 mil paneles del parque solar Ovejería, en Quilapilún, Región Metropolitana, van siguiendo al astro rey en un extraño ballet mecánico. Están programados para captar la máxima radiación posible en cada jornada y por eso pasan de estar formados casi verticalmente, por la mañana, a quedarse como mesas al mediodía.
Thomas Keller, gerente general de Colbún -la eléctrica controlada por el grupo Matte y la única gran empresa de este sector de capitales chilenos-, hace las consultas técnicas del caso y destaca que uno de los atributos de los proyectos de energías “de fuente variable”, solar y eólica, es lo poco que se demoran en concretarse. “Tres meses y medio tomó instalar este parque”, resalta el alto ejecutivo de la compañía, quien reniega de la denominación “no convencionales” de estas energías, porque piensa que ya son convencionales.
Keller está particularmente feliz. Hace pocos días, Colbún anunció la compra del proyecto Sol de Tarapacá, de 150 megawatts (MW), a la estadounidense First Solar. Este activo se suma a su proyecto Horizonte (II Región), de 605 MW, además de los 10 MW de Ovejería (RM), que iniciará su operación comercial en pocos días más.
Pero la eléctrica de los Matte va por más: “Tenemos vocación de crecimiento y una parte relevante del crecimiento de los próximos años vendrá de las renovables de fuente variable (eólico y solar). Queremos crecer aquí. Nos sentiríamos cómodos teniendo proyectos ejecutables (con permisos ambientales, listos para ejecutar) de 1.000 megas este año”, agrega el ejecutivo.
En Chile concretarán dos proyectos hidroeléctricos, tras ponerle la lápida al megaproyecto HidroAysén a fines del 2017 (ver recuadro). Uno es San Pedro, en la Región de Los Ríos. Tras cambios en la ingeniería, deben someter estas modificaciones a evaluación ambiental, lo que harán este año. El proyecto cuesta US$ 650 millones.
Otro desarrollo en vista es Guaiquivilo Melado (420 MW y sobre los US$ 1.000 millones en inversión), aún en estudios de ingeniería, situado en la Región del Maule, donde la eléctrica ya tiene otras centrales (Colbún, Machicura, La Mina, entre otras).
En el frente internacional, Colbún sigue monitoreando Perú, donde tienen su termoeléctrica Fénix Power, y Colombia, donde ya participaron, sin éxito, en el proceso de compra de la hidroeléctrica Isagen. Y ahora están escaneando Argentina. “El entorno político y regulatorio de Argentina está cambiando y nos parece muy interesante lo que está ocurriendo en ese mercado y estamos haciendo un seguimiento bastante cercano (…) Este es un mercado con déficit de inversión, por las razones por todos conocidas”, añade, en referencia a la política de la era Kirchner.
Colbún tiene un plan de inversiones que suma este año entre US$ 100 millones y US$ 120 millones. Una parte importante irá a adquirir proyectos de energía de “fuente variable” para dejarlos avanzados, de tal manera de activarlos tan pronto lo haga la demanda eléctrica del país, que sigue estancada. “Esperamos, por el bien del país, que la demanda tenga tasas más interesantes de lo que hemos visto en los últimos años”, señala Keller. El plan de inversiones, explica, no considera las adquisiciones de activos fuera y dentro del país.
El ejecutivo resalta además que las finanzas están sólidas. La eléctrica cerró en 2017 con buenas cifras: el mayor Ebitda de su historia, US$ 692,1 millones, y utilidades por US$ 288,6 millones.
Lo que no harán más son centrales a carbón. En junio de 2017, en Coronel, la empresa selló un acuerdo con este municipio para no hacer una segunda unidad en Santa María. Y en gas natural, el recambio de su planta más antigua y emblemática, Nehuenco I -que ya tiene 20 años y cuyo cambio de equipos está programado para tres años más-, dependerá de cómo se remunere la energía de base (ver recuadro). En temas comerciales, la eléctrica seguirá apuntando a los clientes libres. En 2017, Colbún de manera exitosa contratos por cerca de 1.600 GWh en Chile, totalizando 47 clientes, como Walmart.
Tenemos vocación de crecimiento y una parte relevante del crecimiento de los próximos años vendrá de las renovables de fuente variable. Queremos crecer aquí. Nos sentiríamos cómodos teniendo proyectos ejecutables de 1.000 megas este año”.
Una característica de Colbún es que, a diferencias de sus competidoras controladas por multinacionales, no teme entrar en el “área chica” de la política energética. Ya se involucró en la polémica de Enap, en la que criticó su expansión del giro al sector eléctrico. “Los hechos nos dieron la razón, porque hay una gran competencia en el sector eléctrico y no era necesaria la participación de una empresa estatal para lograr ese objetivo”, dice Keller.
Plantea que para realizar inversiones necesitan certezas regulatorias en tres temas: servicios complementarios, ventas a clientes libres y solvencia financiera de quienes operen en el mercado spot para no comprometer la cadena de pago.
Los servicios complementarios corresponden al pago que el sistema hace a una central -de energías de base, como hidroeléctrica, por ejemplo-, por estar disponible el mayor tiempo posible y entrar y salir del sistema cuando se requiere. Si este canon está bien calculado, dice Keller, “permite la inclusión segura y eficiente de las renovables de fuente variable (eólica y solar, principalmente), que implica reconocer que esta inserción tiene costos para el sistema, dados por su variabilidad e intermitencia, y transparentar estos costos”. A juicio del máximo ejecutivo de Colbún, esto resulta clave para desarrollar inversiones hidroeléctricas, de ciclo combinado o almacenamiento de baterías.
Este tema forma parte de una mesa de trabajo liderada por la Comisión Nacional de Energía (CNE) para normar esta materia y que tras la asunción del nuevo gobierno aún no se constituye.
Otro aspecto a mejorar son las certezas en el mercado de los clientes libres (empresas o grandes usuarios, como edificios, centros comerciales, entre otros), que representa el 50% de la facturación de la eléctrica de los Matte y que esta busca reforzar. La empresa lideró en pedir el listado de clientes libres a la Superintendencia de Electricidad y ahora Keller señala que es importante ser transparente con los clientes, en el sentido de que el servicio que da una generadora tiene tanta seguridad como el que viene de las distribuidoras. Además, plantea que se debiera crear la figura de la comercializadora, distinta de la distribuidora eléctrica, que existe en muchos mercados en el mundo.
Un tercer punto en que Colbún pide claridad de las reglas y más información es en la solidez financiera de los incumbentes en el mercado spot . Y es que con la llegada de energías como la solar y la eólica, hay también más riesgos por su variabilidad. Explica que si un actor debe proveer un contrato eléctrico, que originalmente se ofertó con fuentes variables, recurriendo al mercado spot (que también varía de precio), Keller es partidario de que se le exijan garantías financieras para no comprometer la cadena de pago.
En 2017, Enel y Colbún pusieron la lápida oficial a HidroAysén, al cerrar la sociedad y devolver los derechos de agua por el megaproyecto, que enfrentó desde sus inicios una gran oposición ciudadana. Aún restan casi 5 mil hectáreas de terreno que la eléctrica de los Matte posee en la zona del río Baker y el Pascua, cuyo destino aún no ha definido porque las prioridades, señala Keller, están en otro lado. Estos terrenos aún forman parte de HidroAysén, que está en proceso de disolución legal, por lo que Colbún no los tienen aún físicamente. Pese a ello y “a que no es una definición que tenemos que tomar en forma urgente”, el ejecutivo señala que verán “cómo podemos potenciar esas tierras en beneficio de las comunidades locales”.
Keller desestima que a futuro vayan a hacer algún desarrollo hídrico en la zona, pero “hacemos votos para que el país y las comunidades locales puedan hacer uso de ese recurso hidrológico, especialmente porque me parece absurdo que, con todo ese potencial, casi toda la energía eléctrica de la región es en base a diésel”.
¿Algún mea culpa por este fracaso? “De todas las experiencias uno aprende y esas experiencias hay que abordarlas con humildad”, señala.
“En HidroAysén no nos fue bien, no logramos generar el consenso social en su momento para aprovechar ese recurso”, reflexiona, “todo lo que aprendimos en ese caso lo aplicamos en Angostura, donde nos fue extraordinariamente bien”.