Colombia, un país donde el verde y la lluvia caracterizan gran parte de su territorio, vive la peor sequía en casi dos décadas. Sus efectos se están empezando a notar considerablemente en algunas zonas del país, donde el Gobierno ha decretado ya la alarma. La economía también se puede ver golpeada. El Niño, el fenómeno climático que amenaza con sacudir América Latina este semestre, está ya asentado en Colombia. “Lo peor está por venir”, ha asegurado el presidente colombiano, Juan Manuel Santos.
El Niño, que se encuentra según los expertos en su fase de madurez, ha golpeado de forma cruda Colombia y no parece que vaya a empezar a cesar hasta marzo o abril, a tenor de las previsiones. El debilitamiento de las precipitaciones en el país es de casi un año y el déficit de lluvias acumulado es del 65%, pese a que en la última semana han sido constantes, aunque no intensas. “El fenómeno de El Niño está en su máxima intensidad y estas lluvias van a tener un efecto mínimo, casi nulo. No nos dejemos engañar por ellas”, aseguró el presidente.
Ya son 124 los municipios que sufren desabastecimiento en Colombia, esto es, necesitan agua. Las previsiones del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (IDEAM) manejan un lenguaje propio casi de un parte de guerra. El caudal de los ríos Cauca y Magdalena, que recorren el país de sur a norte, presenta los niveles más bajos en 15 años y se aproxima a mínimos absolutos.
Hay tramos del Magdalena, que debería contar con un caudal de 134 centímetros y no alcanza siquiera los 50, que no presentaban este aspecto desde 1973. Todo ello ha obligado al Gobierno a decretar la alerta roja y a extremar las precauciones y revisar los recursos a las nuevas administraciones que tomaron posesión el 1 de enero.
Aunque los efectos se comenzarán a notar considerablemente a partir del segundo semestre del año, los racionamientos están a la orden del día. La región caribeña y la zona andina son las más golpeadas. La escasez de energía se empieza a notar también en las grandes ciudades, como Bogotá. Aunque no parece que vaya a verse muy afectada por la sequía, la capital ha iniciado ya una política de ahorro energético que le ha llevado incluso a apagar la iluminación navideña antes de lo previsto.
El 70% de la generación eléctrica del país proviene del agua. De ahí que las autoridades celebrasen el pasado viernes la apertura de la represa de El Quimbo, cerrada desde el pasado 16 de diciembre por orden judicial. La capacidad de los embalses es del 60,8%, un porcentaje que Santos no terminó de aclarar si va a ser suficiente o no: “Es un nivel que no nos permite tener una gran tranquilidad, pero tampoco nos genera una grave preocupación”.
Omar Franco, director del IDEAM, asegura que “no hay riesgo de racionamiento” energético, pero sí debe desarrollarse una política de ahorro. Uno de los sectores que más afectados se van a ver será el agropecuario. Algunos cultivos ya han comenzado a perderse ante la falta de lluvias. “No queremos decir que no pueda haberlas, pero Colombia no tiene estaciones, es un país tropical, los riesgos son altos”, explica Franco.
Luis Mejía, subdirector general sectorial del Departamento Nacional de Planeación, explica que más de 470.000 hectáreas han registrado una reducción en la producción, lo que podría llegar a suponer una disminución del 4% del rendimiento en el sector agropecuario. Este hecho tiene un doble impacto. Por un lado generaría un aumento de los precios de los alimentos. Colombia cerró el año pasado con una inflación del 6,77%, la más alta de los últimos siete años y por encima de las metas del Banco de la República, que la sitúan entre el 2% y el 4%. “Afecta de manera desproporcionada a los ingresos más bajos, que destinan un alto porcentaje de este al consumo de alimentos. Esto podría mitigar las buenas noticias que llevamos dando los últimos años de reducción de la pobreza”, asegura Mejía.
Por otro lado, a pesar de que en el tercer trimestre la actividad económica creció en un 3,2% y la agricultura en un 4,5% —en buena medida gracias al café, que creció por encima del 14%—, se prevé una disminución en la producción de algunos alimentos. En algunos casos las caídas ya son considerables: la cebada, de un 50%; el trigo, del 44%; el maíz, del 27%... Este Niño parece no tener clemencia.