A las personas preocupadas por la perspectiva de un Donald Trump presidente a menudo se les recuerda que existen controles y contrapesos dentro del sistema estadounidense. El presidente de EE.UU. no es un dictador. Lo limitan la constitución, los tribunales y el Congreso.
Pero existe un área en la que los controles y contrapesos no se aplican: las armas nucleares. Dick Cheney, el ex vicepresidente de EE.UU., explicó claramente la situación a un entrevistador en 2008: "Al presidente de EE.UU. lo sigue en todo momento un ayudante militar que lleva un maletín que contiene los códigos nucleares que utilizaría, y estaría autorizado a utilizar, en caso de un ataque nuclear contra EE.UU. Él podría lanzar el tipo de devastador ataque que el mundo jamás vio. No tiene que consultar con nadie, ni llamar al Congreso, ni verificar con los tribunales".
Los poderes del presidente son aún más extensos que los descriptos por Cheney. EE.UU. no se comprometió a aplicar la política de "no ser el primero en usar" armas nucleares. Por lo tanto, Trump podría ordenar un ataque nuclear contra un adversario, incluso si EE.UU. no hubiera sido atacado.
La idea de que es demasiado errático para tener su dedo sobre el mítico botón nuclear se planteó repetidamente durante la campaña electoral presidencial. Hillary Clinton señaló que sólo transcurrirían cuatro minutos entre el momento en el que el presidente da la orden de un ataque nuclear y el lanzamiento de misiles por parte de EE.UU. Como el presidente electo será el comandante en jefe, nadie en una posición inferior en la cadena de mando tendría la autoridad legal para revocar su orden.
Ante la ausencia de efectivos controles y contrapesos sobre el uso de armas nucleares por parte Trump, tres cuestiones son cruciales: el temperamento del presidente electo, sus asesores y el tipo de situaciones que probablemente lo enfrentarán.
Su personalidad no es tranquilizadora. Tal como señala una carta abierta que escribieron los oficiales militares, "él es fácil de provocar y rápido en atacar". En un enfrentamiento, su instinto es intensificar la situación, no buscar un compromiso.
Durante una crisis de política exterior, el consejero más importante del presidente es su consejero de seguridad nacional, cuya oficina está en la Casa Blanca. El hombre que Trump nombró para dirigir el Consejo de Seguridad Nacional, el general Michael Flynn, no tiene reputación de ser un líder tranquilo. Los correos electrónicos filtrados de Colin Powell sugieren que el general Flynn fue destituido como jefe de la Agencia de Inteligencia de la Defensa en 2014 porque era "abusivo con el personal, no escuchaba a los demás, trabajaba en contra de las políticas". Powell, quien sirvió como secretario de estado del presidente George W. Bush, desestimó al general Flynn como "un loco de derecha".
Uno de los problemas más urgentes que enfrentará Trump es el programa nuclear norcoreano. Es uno de los tres temas principales que el presidente electo discutió con el presidente Barack Obama durante su primera reunión. Se cree que Corea del Norte está a unos dos años de desarrollar un misil nuclear capaz de atacar la costa oeste de EE.UU. A menudo se dice que ningún presidente norteamericano podría tolerar esa situación. Pero el presidente Obama ha rechazado, hasta la fecha, las opciones militares para lidiar con Corea del Norte debido a los riesgos de que un ataque estadounidense provoque represalias devastadoras contra Corea del Sur o incluso el uso de las restantes armas nucleares de Corea del Norte. El presidente electo Trump ¿será tan mesurado?
Otra posible crisis se está gestando en Europa del Este. Rusia está cada vez más abierto a ensayar el uso de armas nucleares en el campo de batalla en un conf