El magnate ha expresado, en más de una oportunidad, considerar al calentamiento global una “farsa” o un mero “invento de China”. Cuáles son los riesgos a los que los ambientalistas le temen.
El próximo 20 de enero, Donald Trump se transformará en el 45° presidente de los Estados Unidos. La noticia de su victoria causó estupor en el mundo entero, tanto dentro de su país como fuera, pero hay un grupo en particular que ve con temor su inminente asunción. Se trata, claro está, de aquellos –desde científicos hasta referentes de entidades sin fines de lucro, pasando por ciudadanos de la comunidad internacional y líderes de otros Estados– que luchan contra el cambio climático y ven en Trump a una de las máximas expresiones del tipo de mentalidad que puede obstruir su progreso.
Sucede que el magnate ha expresado, en más de una oportunidad, considerar al calentamiento global una “farsa” o un mero “invento de China”, cuyo único objetivo es socavar la competitividad de la industria estadounidense. “Las turbinas de viento son la peor amenaza contra las águilas calvas y las águila reales... Lo que dicen los medios sobre el calentamiento global es ficción”, dijo, en una oportunidad, a través de la red social Twitter. El negacionista llegó incluso a afirmar que, de llegar al despacho oval, “cancelaría” el acuerdo de París sobre cambio climático que ya fue ratificado por 103 naciones y entró en vigor pocos días atrás.
“Donald Trump tiene la poco halagadora distinción de ser el único jefe de Estado en todo el mundo que rechaza el consenso científico de que los humanos están ocasionando el cambio climático”, sintetizó, al respecto, Michael Brune, director Ejecutivo de Sierra Club, una de las organizaciones ambientales más antiguas y de mayor influencia en los Estados Unidos.
En los últimos años, bajo el liderazgo de Barack Obama, este país (uno de los principales emisores actuales e históricos de los gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático) se posicionó entre los que más impulso dieron al acuerdo antes mencionado y al desarrollo de las energías renovables. Pero, ahora, todo eso podría cambiar. Atentos a esto, y recordando cómo Estados Unidos –años atrás– retiró su firma del Protocolo de Kyoto (único presente con el que cuenta el texto parisino), muchos ambientalistas alzaron su voz de inmediato, preparando el terreno para lo que puede llegar a ser una batalla por la salvaguarda del planeta.
“Trump debe elegir si será un presidente recordado por poner a los Estados Unidos y al mundo en el camino de un desastre climático, o por escuchar al público y mantenernos en la ruta del progreso climático. Será mejor que elija sabiamente, de lo contrario, podemos garantizarle la lucha más dura de su vida en cada paso del camino”, advirtió Brune.
En una línea similar, May Boeve, directora ejecutiva de 350.org, señaló: “La elección de Trump es un desastre, pero no puede ser el final del proceso climático internacional. No cederemos en la lucha y tampoco debería hacerlo la comunidad internacional. Trump intentará frenar la acción climática, lo que significa que necesitamos tirar todo nuestro peso sobre el acelerador. En los Estados Unidos, el movimiento climático pondrá todo en la línea para proteger el progreso que hemos hecho y continuar presionando por una acción audaz”.
En relación a los temores de que los Estados Unidos de un paso al costado respecto del acuerdo de París, los activistas son enfáticos. “El acuerdo de París fue firmado y ratificado no por un presidente, sino por los Estados Unidos. Un solo hombre, especialmente en el siglo XXI, no debe despojar al mundo del progreso que ha hecho y debe continuar haciendo. Como una cuestión de derecho internacional, y de supervivencia humana, las nacionales del mundo pueden, deben y sujetarán a los Estados Unidos a sus compromisos climáticos”, concluyó Jean Su, del centro de Diversidad Biológica que tiene sede en el estado de California.