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MUNDO
US$ 130.000 M perdió PDVSA en el chavismo. El caos laboral de hoy
20/06/2018
ENERNEWS

Lo confirmó el diputado y miembro de la Comisión Permanente de Energía y Petróleo del Parlamento Nacional, Elías Matta.

El opositor explicó que en estas casi dos décadas se ha dejado de producir al 1, 8 millones de barriles de petróleo, lo que supone pérdidas cercanas a los 130 mil millones de dólares.

Según afirmó para El Impulso, "solo en Pdvsa Occidente, tras la expropiación, se dejaron de producir 575 mil barriles de petróleo, lo cual representa una pérdida en dólares superior a los 30.000 millones de dólares".

Detalló que según el último informe de la empresa KPMG sobre Pdvsa en el año 2016 la estatal petrolera perdió cerca de 10.936 millones de dólares. "Pdvsa es una empresa quebrada, una empresa que no está dando recursos al Estado y lamentablemente eso es parte de la crisis que estamos viviendo, porque el petróleo genera 96% de las divisas ingresan al país", denunció.

Matta afirmó que además de la caída en la producción petrolera, la inflación acumulada y la depreciación de la moneda hacen aún más dramática la realidad de los venezolanos: "Eso ha destruido la clase media, por ello vemos que el parque automotor está paralizado y las casas se están deteriorando y vemos cómo la gente huye del país. Nadie soporta una inflación de tal magnitud".

La inflación diaria en Venezuela es del 2,4% y el  el índice acumulado en lo que va de año es de 1.995,2 por ciento. Y, de seguir a este ritmo, la inflación acumulada para final de año "puede ser mayor a 300.000 por ciento.

NYT: Trabajadores abandonan PDVSA y ladrones la saquean

Por William Neuman y Cliford Krauss (The New York Times).

Miles de trabajadores dejan la petrolera paraestatal de Venezuela, abandonan empleos alguna vez codiciados, pero que perdieron su valor debido a la inflación, la más alta del mundo. El egreso masivo amenaza las oportunidades del país de superar su declive económico, segúnafirman los líderes sindicales, ejecutivos y trabajadores petroleros.

Además, los empleados petroleros desesperados y los delincuentes están robando de la petrolera equipo vital, vehículos, bombas y cables de cobre, llevándose lo que pueden para ganar dinero, según fuentes del sector.

El momento no podría ser peor para el presidente cada vez más autoritario de Venezuela, Nicolás Maduro, quien fue reelecto en mayo en unas votaciones ampliamente condenadas por gobiernos del hemisferio. Los políticos opositores más destacados tuvieron prohibido participar en las elecciones, mientras que otros están presos o en el exilio.

Aunque Maduro ejerce un férreo control sobre el país, Venezuela está postrada en cuestión económica, rendida por la hiperinflación y los antecedentes de malos manejos. Hay hambre generalizada, conflictos políticos, una devastadora escasez de medicamentos que junto con el éxodo de más de un millón de personas en los años recientes han llevado al país —alguna vez la envidia económica de muchos de sus vecinos— a una crisis que se desborda de sus fronteras.

Si es que Maduro logra encontrar cómo salir de este caos, la llave sería el petróleo, prácticamente la única fuente sólida para respaldar la moneda en esta nación que tiene las reservas petroleras comprobadas más grandes del mundo.

No obstante, mes tras mes Venezuela produce menos petróleo.

Las oficinas de Petróleos de Venezuela, PDVSA, se están vaciando, los equipos de trabajo en el campo están a la mitad de su capacidad, se están robando las camionetas y los materiales vitales están desapareciendo. Todo esto se suma a los graves problemas en la empresa, que ya eran severos debido a la corrupción, un deficiente mantenimiento, deudas paralizantes, la pérdida de profesionales e incluso falta de refacciones.

Trabajadores de todos los niveles se están yendo en grandes cantidades, a veces llevándose, literalmente, partes de la empresa consigo.

Las oficinas de la paraestatal petrolera se están vaciando, los equipos de trabajo en el campo están a la mitad de su capacidad son los más graves problemas en la empresa, que ya eran agudos debido a la corrupción, un deficiente mantenimiento, deudas paralizantes, la pérdida de profesionales y la falta de refacciones.

Los empleados de todos los niveles se están yendo en grandes cantidades, a veces llevándose literalmente partes de la empresa consigo.

Un empleo en Petróleos de Venezuela, conocida como PDVSA, era antes un boleto hacia el Sueño Venezolano.

Ya no es así.

La inflación en Venezuela alcanzaría un sorprendente 13.000 por ciento este año, según el Fondo Monetario Internacional. Cuando The New York Times entrevistó en mayo a Carlos Navas - ex empelado de PDVSA -  el salario mensual de un trabajador como él era apenas lo suficiente para comprar un pollo entero o un kilo de carne de res. 

A la petrolera paraestatal no le está yendo mucho mejor. Su producción registra el nivel más bajo en 30 años, y no hay señales de que el descenso continuo  haya llegado a su fin.

La empresa y el gobierno venezolano deben más de 50.000 millones de dólares en bonos tras no haber podido hacer pagos de los intereses desde finales del año pasado. China  se ha negado a seguir prestando dinero a Venezuela a cambio de pagos futuros con petróleo.

Las exportaciones de petróleo venezolano se han interrumpido también por acciones legales. En los últimos años, los tribunales han fallado a favor de que ConocoPhillips, una petrolera estadounidense, pueda hacerse de los cargamentos venezolanos en las refinerías y terminales de exportación en varias islas caribeñas holandesas. La acción se deriva de la decisión de Venezuela de nacionalizar los activos petroleros extranjeros hace una década.

Además, en casa, Venezuela ha tenido tantos problemas con las refinerías y otras instalaciones petroleras que ha tenido que importar gasolina para el mercado nacional, por lo que ha gastado dólares que casi no puede pagar.

Maduro ha ordenado el arresto de decenas de gerentes de la petrolera  incluyendo al expresidente de la empresa, en lo que describe como la aplicación de mano dura en contra de la corrupción.

Sin embargo, este esfuerzo tiene la marca de una batalla por el control y el acceso a las ganancias del petróleo. En noviembre, Maduro instaló a un general de la Guardia Nacional, Manuel Quevedo, sin experiencia petrolera, en la dirección de la paraestatal.

Todo eso se suma a una empresa en caída libre.

En un discurso pronunciado  tras su reelección, Maduro dijo que la producción petrolera de este año debe aumentar por un millón de barriles al día, una tarea en apariencia imposible, lo que sugiere que podría buscar más inversión por parte de gobiernos amigos, como el ruso y el chino.

“¡Tenemos que aumentar la producción en un millón de barriles!” gritó, “Y ¿quién lo va a hacer? ¿Lo va a hacer Maduro?”. Su propia respuesta: los trabajadores de PDVSA.

En la zona circundante a El Tigre, muchas de las operaciones son realizadas por la paraestatal en sociedad con entidades extranjeras, incluyendo empresas occidentales como Chevron y la española Repsol, paraestatales como China National Petroleum Corp. y la rusa Rosneft.

Los ejecutivos petroleros describen las dificultades para trabajar en Venezuela conforme las condiciones sociales van decayendo.

“La gente está muriendo de hambre” dijo Eldar Saetre, director ejecutivo de Equinor, la gigante petrolera noruega que trabaja con PDVSA.

En entrevistas con más de una decena de trabajadores petroleros actuales y antiguos, se reveló un profundo enojo. Los trabajadores, muchos de los cuales hablaron a condición de que se conserve su anonimato por temor a represalias, dijeron que, aunque la petrolera venezolana ha estado en declive durante años, su deterioro se ha acelerado.

“Era una copa de oro” dijo un trabajador. “No de plata, sino de oro. Ahora es una copa de plástico”.

Los trabajadores dijeron que el seguro médico para toda la vida ahora valía muy poco, pues la petrolera paraestatal prácticamente había dejado de pagar a las clínicas privadas. Los trabajadores de campo se quejaron de que a veces no llegan sus almuerzos, pues la empresa no le paga al proveedor.

Las instalaciones muestran un profundo descuido. Muchas tienen derrames de petróleo debidos a que hay tanques, tuberías o válvulas dañadas. En una, dos tanques grandes estaban rodeados de un gran lago negro de crudo que se había fugado.

Los trabajadores dijeron que no sabían quién estaba tras los robos. Mencionaron que es posible que los culpables sean bandas criminales, pero algunos reconocieron que desmantelar sistemas eléctricos activos requería un conocimiento que poseen trabajadores actuales y exempleados.

Ali Moshiri, el ejecutivo principal de Chevron para Latinoamérica hasta el año pasado, dijo que los robos en los campos petroleros venezolanos han sido un hecho durante veinte años.

“Pero los robos se han acelerado”, dijo, y los citó como la causa principal de que la producción petrolera esté desplomándose. “Te roban el auto, y te roban el cabezal del pozo si pueden. Lo funden, le quitan piezas y lo venden”.

“La gente está muy desesperada”, dijo Moshiri. “Pueden vender el cobre para alimentar a su familia”.

Los trabajadores y supervisores en El Tigre dijeron que la producción de los pozos existentes era baja y que la excavación para nuevos pozos estaba en gran medida paralizada por la falta de equipo, compuestos químicos, refacciones y elementos básicos, como comida para los trabajadores.

Un supervisor hizo una lista de los diversos destinos a los que se han ido sus colegas: Estados Unidos, Argentina, Perú, Ecuador, Brasil, Colombia y España.

Muchos se van sin avisar. A menudo no los remplazan. Cuando los sustituyen, los nuevos trabajadores frecuentemente tienen poca o nula experiencia.

Junior Martínez, de 28 años, quien ha trabajado en la industria petrolera durante ocho años, está juntando sus documentos, incluyendo su título de ingeniero químico. Su esposa e hija se fueron hace tres meses para ganar dinero en Brasil.

“Gano 1.400.000 bolívares a la semana y no alcanza siquiera para comprar un cartón de huevos o una pasta de dientes”, dijo Martínez sobre su salario en la moneda venezolana.

El padre de Martínez, Ovidio Martínez, de 55 años, recuerda haber crecido aquí cuando comenzó el auge petrolero, cuando los pozos emergían a la vuelta de la equina. Lloró mientras hablaba de la determinación de su hijo de abandonar el país.

“Ves que tus hijos se van y no puedes detenerlos”, dijo Ovidio Martínez, tratando de contener las lágrimas. “En este país no tienen futuro”.

FP/JC


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