Joseph P. Kennedy II
El presidente Nicolás Maduro ha abusado del legado del presidente Hugo Chávez al robar la democracia al pueblo, reprimir sus derechos humanos y negarle a 31 millones de venezolanos su derecho a una vida decente y próspera. Es hora de que se vaya.
Mi familia tiene una larga historia de amistad con el pueblo de Venezuela. Ellos recibieron al presidente John F. Kennedy y a mi padre, Robert F. Kennedy, tras la puesta en marcha de la Alianza para el Progreso en América Latina, que destinó dinero para armas y cohetes, pero no a la vivienda, educación ni al empleo. He visto calidez y sentido esa amistad siempre que he caminado por las calles de Caracas.
Durante mis primeras visitas a Venezuela, hace 40 años, fui testigo de cómo el gobierno, rico en petróleo, no proporcionaba esa riqueza a los pobres venezolanos. Más tarde, vi cómo el gobierno de Chávez proporcionaba un mejor acceso a la vivienda, a la atención sanitaria, a la nutrición y a la educación. Eso desencadenó una reducción significativa de los índices de pobreza y un provocó un marcado aumento de la participación de los votantes. Su estilo de liderazgo era poco convencional y estaba lejos de ser perfecto. Sin embargo, representaba un cambio muy bien recibido por parte de la élite del gobierno que utilizaba la riqueza petrolera de Venezuela para enriquecerse.
Los esfuerzos de Chávez se centraron en ayudar a los países de la región al ofrecer crudo a bajo costo junto al compromiso de facilitar las cosas a las familias de Estados Unidos que luchaban por mantenerse calientes en invierno. En otras palabras, sus acciones eran dignas de elogio y contrastaban con otras naciones productoras de petróleo, por no hablar de las empresas del sector, que se llenaban los bolsillos a expensas de los pobres. Como presidente de Citizens Energy estaba muy orgulloso con nuestro trabajo en Venezuela y con la compañía petrolera Citgo que, durante más de una década, ha estado ofreciendo servicios de calefacción a millones de estadounidenses de bajos recursos, incluyendo a tribus nativas, desde Alaska a Maine, a residentes y familias sin hogar de más de 200 refugios en más de 20 estados del país.
Al igual que todos los líderes políticos, Chávez tenía sus defectos, y expresé mi preocupación directamente al entonces presidente de la corporación sobre su guerra dialéctica con el presidente George W. Bush para intentar alentar una mayor cooperación con los Estados Unidos. Pero Chávez nunca evitó exponer su historial ante el pueblo a través de las elecciones, incluso a través de un referendo revocatorio. Los ideales de su Revolución Bolivariana para liberar a los pobres y utilizar los increíbles recursos naturales de Venezuela para mejorar sus vidas fueron loables. Pero tristemente, bajo su sucesor, la Revolución se ha desquebrajado dando lugar a la dictadura.
Frente a la caída de los precios del petróleo, una economía afectada, cientos de protestas callejeras y una reactivación de la oposición que controlaba la Asamblea Nacional, Maduro ha descartado el compromiso de Chávez con las elecciones democráticas a favor de reescribir las reglas para suprimir cualquier vestigio de poder compartido. Ha encarcelado a opositores políticos como Leopoldo López y Antonio Ledezma, ha invalidado la Corte Suprema y ha negado el flujo de la tan necesaria ayuda humanitaria. Ha controlado militarmente muchos de los sectores cruciales de la economía, ha detenido a los disidentes sin juicio y ha pospuesto las elecciones regionales. Al despojar los poderes de la Asamblea Nacional y bloquear un intento de revocatorio, el gobierno ha despertado aún más el espíritu del pueblo venezolano de conseguir una democracia vigorosa.
Si Maduro continúa su curso actual, se le impondrán más sanciones globales y mucho más duras. Tanto para él como para las personas de su entorno que se beneficien de este sistema corrupto. Para acelerar su salida, la comunidad internacional debería ofrecer un programa masivo de ayuda humanitaria, un alivio de la deuda y nuevos capitales para reinvertir en la industria petrolera y poner en marcha la economía. Todo eso estaría condicionado a su renuncia.
También es esencial la liberación inmediata de los presos políticos, la plena libertad de López y Ledezma (que volvieron a ser liberados a cambio de estar en arresto domiciliario) y la restauración de los derechos democráticos de la oposición y los medios de comunicación. El gobierno actual interino debe respetar los poderes de la Asamblea Nacional controlada por la oposición y asegurar que las nuevas elecciones sean libres, justas y monitoreadas internacionalmente.
Lo más importante: debe haber elecciones para elegir otro presidente el próximo año. De no ser así, una de las naciones más grandes de América Latina descenderá aún más en el atolladero de un gobierno militar, tras el profundo malestar en el país y la traición a la democracia y al estado de derecho.
Nuestros países han estado unidos desde nuestra propia revolución, hace unos 250 años, cuando Francisco de Miranda, héroe de la independencia venezolana, luchó al lado de nuestros compatriotas en la batalla de Estados Unidos por la libertad. Hoy debemos estar al lado de nuestros hermanos en Venezuela que representan las aspiraciones de todos los ciudadanos de ese país, ricos o pobres, que quieren democracia y prosperidad.