CARLOS PAGNI
Maquiavelo afirma que “todos comprenden que es muy loable que un príncipe cumpla su palabra y viva con integridad, sin trampas ni engaños. No obstante, la experiencia de nuestra época demuestra que los príncipes que han hecho grandes cosas no se han esforzado en cumplir su palabra”. Las medidas que está anunciando la administración de Javier Milei parecen estar alineadas con el pragmatismo de ese pasaje de El Príncipe. Dicho de otro modo: si alguien temía que el presunto dogmatismo del nuevo presidente iba a amenazar la viabilidad de su gobierno, debería quedarse más tranquilo. El plan que se está dando a conocer dista mucho del que cabía imaginar si sólo se seguían como pistas las declaraciones del candidato de La Libertad Avanza durante el proselitismo. El plan Milei parece un plan anti-Milei.
La primera novedad es que el shock que comenzó a enunciar el ministro Luis Caputo se basa en un incremento de la presión tributaria del Estado a través de impuestos, y de retenciones a las exportaciones para compensar una drástica devaluación de la moneda. Para esas decisiones antipáticas el oficialismo cuenta con la inestimable ayuda de Sergio Massa, quien dejó una inflación mensual del 12,8%. Los expertos aventuran un cálculo según el cual el déficit fiscal se reduciría, por vía de impuestos y retenciones, en un 2,5% del PBI. Colectivismo, gritaría el Milei de la campaña.
La reducción del impuesto a las ganancias, que La Libertad Avanza había contribuido a aprobar en el Congreso, será revertida. Se trata de una decisión tributaria pero, sobre todo, política. Los gobernadores peronistas, en su primera reunión con quien sería ministro del Interior, Guillermo Francos, solicitaron que se les restituyan los ingresos que perdieron por la rebaja de ese gravamen. “¿Por qué no le piden a Massa que les haga ese favor antes de irse? Porque fue una iniciativa de campaña de Massa, que Ustedes aplaudieron”, preguntó Francos, con una sonrisa. Ganancias quedó como prenda de negociación para la agenda parlamentaria de la nueva administración.
El aumento de retenciones es otro tabú que se quiebra. Se le adelantó al sector exportador en una reunión de emergencia que mantuvo Caputo con los titulares de las grandes cerealeras antes de grabar su discurso. Como ocurrió en su momento con Mauricio Macri, ahora prometen bajar ese impuesto irracional una vez que las cuentas públicas alcancen el equilibrio.
Milei aumentó también el Impuesto para una Argentina Inclusiva y Solidaria (PAIS), destinado a gravar la compra de divisas. Es una decisión con varias derivaciones. La más obvia es que fortalece la recaudación. Además, desalienta la demanda de dólares al exhausto Banco Central. Los importadores están comparando el precio del dólar oficial más el impuesto, con el precio del dólar contado con liquidación, para saber cuál es la vía menos costosa para pagar a sus proveedores. Si fuera la compra de dólares por contado con liquidación, el Tesoro se vería privado de recaudar el gravamen que ahora se aumentó. Pero ahorraría reservas.
El aumento del impuesto PAIS tiene otro efecto: se burla de quienes realizaron operaciones dólar-linked apostando a una depreciación del peso. Porque ese impuesto pretende desalentar la compra de dólares, moderando la devaluación de la moneda. Se estaría dejando de lado otra premisa de Milei: no afectar los contratos. “Consignas para juntar votos”. No lo diría Maquiavelo, sino el papa Francisco.
Más allá de esos disgustos, los importadores pueden festejar uno de los anuncios de Caputo: la eliminación del Sistema de Importaciones de la República Argentina, SIRA. Se trata del mecanismo por el cual se controlaron las compras al exterior, con métodos escandalosos por los niveles de corrupción que se habrían alcanzado, según consignan informaciones unánimes del sector. Ese régimen de controles, de por sí arbitrario, fue administrado en conjunto por tres colaboradores de Massa: el titular de la Aduana, Guillermo Michel; el secretario de Comercio, Matías Tombolini, y, sobre todo, Germán Cervantes, subsecretario de Gestión y Control Comercial. Tombolini era el funcionario al que Patricia Bullrich denominó “Tongolini” durante el segundo debate presidencial, sin que nadie en el escenario manifestara curiosidad alguna sobre por qué lo hacía. Las versiones que circulan con insistencia en las empresas importadoras hablan de que para introducir determinadas mercaderías debían pagarse sobornos de hasta 15% del monto de la operación. Dinero que, en general, se depositaba en alguna habitación de dos hoteles de Puerto Madero, de donde después era retirado por sigilosos recolectores de los funcionarios. ¿Qué mejor que un hotel para disimular el tráfico de valijas?
Si estas informaciones fueran ciertas, como afirman tantos importadores, se trataría de sumas siderales. Un experto en ese submundo calculaba: si sobre un tercio de las importaciones, es decir, sobre 18.000 millones de dólares, se cobraron coimas del 10%, estaríamos hablando de una recaudación de 1800 millones de dólares al año. Los cuadernos de las coimas, pero en tamaño Enciclopedia Británica. A partir de ahora hay que suponer que el costo de importar se verá disminuido por la eliminación de esa exacción.
El pragmatismo de Milei asoma también en los silencios de Caputo. Porque todavía no se comprometió a dejar de financiar al Tesoro a través del Banco Central. Es una promesa más necesaria si se tiene en cuenta que al frente del Central se encuentra Santiago Bausili, socio del ministro en la consultora Anker Latinoamérica. Tampoco Caputo reveló las premisas de su plan. ¿Cuál será la tasa de crecimiento? ¿Cuál la de inflación?
Más notoria fue la laguna en que cayó Caputo en relación con recortes estructurales. El inventario de desregulaciones y reformas que viene elaborando desde hace tiempo Federico Sturzenegger todavía no se dio a conocer. Una de las coautoras de ese programa, Eleonora Urrutia, a cargo de la transición en la Secretaría de Educación del Ministerio de Capital Humano -que ocupa Carlos Torrendell-, emitió una cadena de mensajes en la red X descalificando la orientación del ministro de Economía. En uno de esos post consignó: “Resumo: oportunidad única. Pero la primera medida de ajuste cae en el sector privado. Para que no fuera así, la eliminación de subsidios debió ir acompañada de rebaja de impuestos y no alzas. Los recortes son nada. Que Valdez, M Hacienda Bachelet II asesore es mala señal [por Rodrigo Valdés, funcionario de la expresidenta chilena]”. No estaba claro anoche si a Urrutia le habían hackeado la cuenta. Esos tuits hoy fueron borrados. En su voz sobrevivía la voz del antiguo Milei. Nada que sorprenda: Urrutia es la esposa del chileno Hernán Büchi, quien fue, entre 1985 y 1989 el ministro clave de las reformas de Augusto Pinochet.
En el discurso de Caputo faltaron referencias a algunas promesas importantes de Milei. Por ejemplo, no apareció la palabra “privatización”. Ni de Télam, la TV Pública o Radio Nacional. Mucho menos de YPF. Sí se cumplió con el compromiso de eliminar la pauta publicitaria estatal para la prensa. Una decisión que potencia el rol de Guillermo Garat, socio del gurú Santiago Caputo y exasesor de Eduardo “Wado” de Pedro, destinado al área de comunicaciones de YPF. La cuenta de esa empresa para propaganda sumó este año el equivalente a 12 millones de dólares de cotización oficial.
En el capítulo ahorros del Estado tampoco hubo mención al financiamiento de otras empresas públicas deficitarias. En la mayoría de los casos no se sabe quién será el interventor.
Estas omisiones tienen una explicación tácita en el plan oficial. La palanca con la que Milei piensa equilibrar las cuentas es la inflación. Así como Macri se benefició con la herencia de aislamiento financiero del kirchnerismo, lo que le permitió atenuar el ajuste fiscal tomando deuda, gestión en la que fue clave Luis Caputo, Milei piensa aprovechar el legado inflacionario de Massa para, pisando el gasto nominal, conseguir que se reduzca en términos reales.
Los salarios del sector público, las jubilaciones y los planes sociales como el Potenciar Trabajo se irán retrasando respecto de la inflación, para que el Tesoro consiga equilibrarse. Dato relevante: salarios estatales y jubilaciones explican el 65% del gasto de la administración central.
En el caso de las jubilaciones, la licuación está garantizada por la fórmula de ajuste, que se basa en variables que registran la inflación con mucha demora. Es posible que, debido a esa peculiaridad, el Gobierno quiera modificar ese polinomio más adelante, cuando comiencen a impactar los precios descontrolados de estos meses. De todos modos, lo más probable es que los funcionarios modifiquen el sistema de actualización por decreto, como ya lo hizo Alberto Fernández al comienzo de su mandato.
Caputo se refirió a la suspensión de la obra pública. A la que no se realizó o a la que acaba de licitarse. Un gracioso, que quería matizar con una gota de humor tanta amargura, ironizó: “Las cosas deben estar muy mal para que alguien que se llama Caputo hable en contra de la obra pública”. El ministro hizo más que eso: se refirió a políticos y empresarios que medran con esos contratos llevándose plata a su bolsillo. Dijo que “todos los sabemos”.
La cuestión salarial, sumada a la paralización de la construcción, encendió una alarma en la CGT. Los líderes de esa organización emitieron este miércoles un comunicado furibundo en contra del ajuste, simulando una sorpresa: que haya ido contra la gente y no sólo contra “la casta”. La preocupación se entiende: en la conducción de la CGT se sientan tres gremialistas muy afectados por las novedades. Gerardo Martínez, de la Uocra; Andrés “Centauro” Rodríguez, de UPCN, la organización de los empleados públicos, y José Luis Lingeri, el sindicalista-espía, de AySA, donde disfruta de un magnífico negocio en asociación semioculta con el proveedor de cloro Mauricio Filiberti.
Este jueves se prevé que el ministro de Infraestructura se entreviste con representantes de grandes cámaras empresariales (Marcos Pereda, Gustavo Weiss, Daniel Funes de Rioja, Adelmo Gabbi y Javier Bolzico). La agenda de la obra pública, al rojo vivo.
El gran problema del gremialismo es que salió de un bochornoso letargo. Ni siquiera tuvieron la picardía de incluir en su comunicado dos renglones sobre una inflación del 12,8% mensual, como la que se conoció ayer. Como si le siguieran teniendo miedo a Massa, el responsable de ese desastre, a quien no sólo no criticaron, sino que lo postularon como candidato a Presidente. La reacción no sólo fue cínica. También careció de inteligencia. Es posible que, para enfrentar a un presidente que acaba de asumir con el 54% de los votos, hubiera sido más sagaz esperar a que el mismo programa de ajuste se encargara de enturbiar el clima popular. Pero la mayoría de los apoltronados capitostes de la central obrera se ha olvidado desde hace muchísimo tiempo de cómo se plantea y administra un conflicto.
El sorprendente realismo de Milei permitió que abandonara el plan de dolarización. Tampoco aceptó liberar el mercado de cambios. Podría haberlo hecho con algunas restricciones: permitir la flotación, pero bloquear el acceso a las divisas para pagar dividendos atrasados, deudas comerciales o atesoramiento. Pero prefirió mantener el cepo actual, fijar el precio del dólar y someterlo a una devaluación mensual del 2%. Es decir, un tipo de cambio nominal que se ajusta por debajo de la tasa de interés en pesos y que, por lo tanto, induce al productor agropecuario a vender su mercadería.
Según varios especialistas, la estrategia puede plantear problemas en el futuro. Porque una depreciación del 2% mensual está destinada a atrasar el valor del dólar y a hacer presumir un nuevo salto devaluatorio en unos meses. Ese salto podría disparar un rebrote de la inflación. Inferencia de esta objeción técnica: la inflación irá bajando en cámara lenta.
No son las únicas dudas. Varios profesionales del sector energético observaban el riesgo de que las decisiones de Caputo aumenten el déficit fiscal en el cortísimo plazo. Si se duplica el precio del dólar oficial, se duplica el costo de las importaciones de combustibles, indispensables para la generación energética. Quiere decir que, hasta que se puedan aumentar las tarifas de los servicios públicos, el subsidio al consumo de luz y gas, en vez de disminuir, aumentará. El plan prevé dos subas de tarifas, en febrero y en abril. Para concretarlas hace falta elaborar los cuadros de precios y hacerlos pasar por las audiencias públicas de rigor.
Otra incógnita: ¿cómo se va a implementar la eliminación de los subsidios al transporte en el área metropolitana? Ese universo de usuarios no es susceptible de ser segmentado. Entre otras cosas porque la tarjeta SUBE no identifica a cada consumidor. Es una cuestión muy delicada que deberá resolver Caputo con los funcionarios de Transporte. Se produjo un fuerte aumento en el precio de los combustibles, que complica todavía más el recorte en esta área. A propósito: Franco Mogetta, el cordobés que iba a ser secretario de Transportes, hasta anoche no había sido designado.
A partir del discurso de Caputo se sabe que Milei puede dar respuestas inesperadas a estas preguntas. Como fue inesperada la carta a Xi Jinping, para solicitar que se habiliten los yuanes que atesora el Central como parte del swap con el Banco de China. Ahora hay que esperar la respuesta de Xi, a quien el Presidente caracterizó como un tirano comunista con el que juró no relacionarse. El giro de Milei está impulsado por uno de estos dos factores: la ignorancia de lo que representan los chinos para la catastrófica posición de reservas del Estado argentino; o la suposición de que Xi leyó a Maquiavelo.
La reacción de Pekín puede ser inquietante. China lidera el club de los Brics, donde la Argentina ha sido invitada a ingresar. Hay que responder a comienzos de enero. En este juego hay otro actor con el que Milei sigue sin entenderse: Luiz Inácio “Lula” da Silva. A pesar de los esfuerzos profesionales de la canciller Diana Mondino, el Presidente ha marginado a Lula en homenaje a su camaradería con Jair Bolsonaro. Esa afinidad es tan notoria que, para sorpresa de los entendidos en ceremonial y protocolo, Bolsonaro fue ubicado en la Asamblea Legislativa del domingo en el sector reservado a expresidentes argentinos. Lula, que dudaba de viajar a la asunción de Milei, se felicitó por no haberlo hecho.
La dependencia con China, que en Sudamérica organiza su juego con Brasil, es tan grande como la de los Estados Unidos. Esta semana llegan a Buenos Aires dos figuras importantísimas de ese país para las urgencias de Milei. El subsecretario del Tesoro para Asuntos Internacionales, Jay Shambaugh, y el encargado económico del Consejo Nacional de Seguridad, Mike Pyle. Con ellos se examinará la relación con el Fondo Monetario Internacional, donde ambos tienen una influencia determinante. Pero habrá una cuestión más urgente y específica: se explorará la posibilidad de que Washington aporte recursos de cortísimo plazo en Derechos Especiales de Giro, Degs, para que Caputo pueda cubrir los vencimientos con el Fondo en diciembre y enero.
Es la geopolítica del ajuste. Está en manos de Milei y de Mondino, la ministra de Relaciones Exteriores. Esta funcionaria es clave. Mantiene una relación casi familiar con el cada día más influyente Domingo Cavallo, quien también fue, con Menem, un economista-canciller. Mondino es escuchada por el Presidente. Tiene el aprecio de los profesionales ortodoxos. Fiscalista como pocos, está llamada a hacerle la segunda voz a Caputo en el gabinete. Es la cara alternativa del pragmático Milei.