RAFAEL BIELSA *
“Chile no quiere tener su ‘Rusia argentina”, se lee en la nota titulada “Entre el alivio y el recelo, Chile compra cada vez más energía al país” (03 07 23). El trabajo comenzó titulándose “Temor entre los chilenos porque les compran cada vez más gas a la Argentina”.
Como embajador argentino en Santiago, me hago algunas preguntas iniciales. ¿Quién sería el Putin compatriota? ¿Y la Ucrania del caso?.¿Cuál es la analogía entre los problemas que Argentina hubiese podido ocasionar al cesar la provisión del gas hace 17 años, con las soluciones que ofrece ahora?
Conforme uno envejece, van desapareciendo algunas ambiciones y avaricias, reemplazadas por pasiones menos innobles, como el apego por la verdad comprobable por los sentidos y el amor por la lógica.
Las preguntas que me hago sólo pueden ser respondidas con disparates, que es lo que sucede cuando uno pregunta cosas disparatadas. Nada disparatado es trabajar en la obtención de una genuina “Integración energética con Chile”, apoyada en metas y réditos que ambos países podamos alcanzar y obtener. Esta idea es bastante más amplia que simples operaciones de compraventa de energía, acotadas en el tiempo, en firme o interrumpibles.
Argentina volvió a exportar gas a Chile en 2018. Esto es, bajo la administración de otro gobierno nacional. El Plan GAS AR, lanzado en el corriente cuatrienio, además de garantizar la demanda interna, asegura saldo exportable contra estacional, en volúmenes crecientes, los cuales se tomaron casi en su totalidad por Chile, a través de los gasoductos Gas Andes, Gas Pacifico y al ducto que provee a la empresa Methanex (situada en Punta Arenas).
En las últimas dos temporadas estivales se autorizaron más de 11 millones de metros cúbicos diarios que fueron absorbidos por nuestro vecino. Tal es la apuesta y el compromiso argentino con Chile, que este año se habilitaron exportaciones en firme durante los meses de mayo y junio por hasta 5 millones de metros cúbicos diarios. En 2022, el 50% del gas natural que consumió Chile provino de la Argentina, registrando costos hasta un 30% más económicos que los del GNL. En enero de 2023, el ministro chileno del ramo, Diego Pardow, aseguró en el Congreso Nacional que, si Chile atravesó un invierno 2022 relativamente tranquilo, fue gracias a la energía proveniente de Argentina y a la infraestructura existente.
De manera que la admonición de la expresidenta Bachelet, hecha hace 17 años (“Va a ser necesario mucho trabajo para poder recomponer las relaciones de confianza”), fue tomada muy en cuenta, y si hubo continuidad en algunas políticas sectoriales ello se debió -entre otras cosas- a esa toma de razón.
Argentina tiene el mayor superávit comercial bilateral del mundo con Chile, por cerca de cinco mil millones de U$S anuales. Esto es una respuesta cuantitativa para los que dicen que no somos economías complementarias y también para los que recelan de esa complementariedad, y temen que seamos la “Rusia chilena”. Hay mucho trabajo, mucha constancia y mucha seriedad en haber logrado semejante resultado.
La discreción, la cooperación y el valor de la palabra empeñada han sido los principios activos básicos de esta rama del intercambio. Comparados con esa tenacidad, los sujetos que pueden andar diciendo que acaso seamos la “Rusia de Chile” sólo pueden ser calificados de insolentes.
Para que no se malentienda, no se trata de una afirmación auto celebratoria. En primer lugar, porque el superávit comercial no se logra únicamente y ni siquiera principalmente por la tarea de un embajador y de su staff; existen decenas de factores que influyen en él, locales, binacionales e internacionales. Y luego, porque en materia energética, se trata de aprovechar varias ventanas momentáneamente abiertas: la temporal, la infraestructural, la financiera, la geopolítica y la medioambiental. La complejidad de cada uno de estos ítems va más allá de una simple embajada y no autoriza la frivolidad en su tratamiento.
No hace mucho tiempo, la Asociación del Gas Natural de Chile, la Universidad de Santiago de Chile y el Estado argentino organizaron el seminario “La Importancia del Gas Natural para la Transición Energética de Chile”. Participaron el ministro chileno Diego Pardow, ex titulares de la misma cartera, la secretaria argentina Flavia Royón y académicos, expertos y consultores. También lo hicieron el Coordinador Eléctrico Nacional de Chile, que opera el sistema de despacho donde el gas es el vector energético predominante (hasta abril representó el 24% de la generación), productores argentinos, compradores chilenos de gas, banqueros de inversión, industriales y mineros. Pocos días antes Argentina y Chile habían alcanzado el hito de intercambiar gas, petróleo (a través del Oleoducto Trasandino), energía eléctrica (línea Andes - Cobo), y pellet de madera. Si vino algún asustadizo, no se dio a conocer por mesa de entradas ni hizo uso de la palabra.
Estos esfuerzos no son un activo gubernamental, sino nacional. Todos somos responsables de tratarlos bien, con la pluma y con la palabra. Con la espada no, porque no tenemos previsto ser la “Rusia de Chile” .
* Embajador de Argentina en Chile