MARIO LAVIA
Mientras la Argentina busca subsanar una economía endeble por una inflación arriba de 100% anual, mayoritariamente dependiente de la negociación constante con voluntades ajenas, en su propia casa sigue esperándola una serie de oportunidades que le permitirían superar estos tipos de relacionamientos, sea quien sea su contraparte, cualquiera sea la postura en boga respecto al FMI.
En este escenario prevalece la posibilidad de alcanzar la soberanía energética por intermedio de una solución orgánica como la exportación de gas y petróleo. Por eso, sostenemos que es clave que la política argentina trascienda su afición por la gresca cotidiana y llegue a un entendimiento en torno a tópicos pendientes como el crecimiento de esta actividad, una cuestión de carácter disruptivo que no debe desperdiciar bajo ningún criterio.
Nos referimos a una producción de carácter estratégico, genuina en cuanto a la generación de divisas, con el potencial de liberarnos del laberinto de pequeñas y grandes tragedias financieras que bloquean la emancipación de nuestro país.
La promesa supera por lejos cualquier solución parche que puede ofrecerse en campañas electorales y va más allá, abriendo espacios para posicionar a la Argentina en una dimensión favorable en la toma de decisiones, jugando fuerte en el panorama internacional.
En ese tablero contamos con tres piezas fundamentales que son Vaca Muerta, la inversión de las grandes petroleras argentinas y el proyecto de explotación offshore frente a las costas de Mar del Plata. En años pasados hemos visto cuellos de botella en la logística del transporte imposibilitando un desarrollo óptimo del proceso productivo neuquino, hoy podemos ver obras de infraestructura claves que muestran algunos avances.
Sin embargo, aún restan pruebas operativas fundamentales y puede que esos avances lleguen tarde para contrarrestar los problemas energéticos del invierno argentino. Tal es el caso del gasoducto Néstor Kirchner, que se espera sea inaugurado en las primeras semanas de julio y que entre en operaciones durante dicho mes.
De todas formas, aunque el gasoducto haya evidenciado un retraso, ese es el camino indicado; obras de infraestructura que faciliten la explotación hidrocarburífera, atraigan inversiones y focalicen el modelo hacia la salida exportadora, la meta que le dará al país en el mediano plazo la necesitada soberanía energética.
Se espera que este entendimiento en cuanto a la compra-venta internacional de crudo sea apenas el primer paso rumbo a reactivar la potencialidad energética petrolera que tiene la Argentina para abastecer la demanda tanto interna como externa.
En ese sentido, la potencialidad que necesita el país requiere de inversiones millonarias, y éstas se están llevando a cabo en las refinerías por parte de Shell, Axion, Trafigura o YPF, donde buscan ampliar la producción y sus estructuras energéticas. Además, estas grandes apuestas buscan también, entre otras cosas, ser más sustentables con el medio ambiente, donde incluso ya están invirtiendo en hidrógeno azul, una energía central en la lucha contra el cambio climático.
Por último, tanto en las inversiones como en los objetivos para abastecer la demanda energética, cobra un valor preponderante el proyecto de exploración y explotación de petróleo frente a las costas marplatenses, una iniciativa que de prosperar puede igualar a la de Vaca Muerta en términos de potencial productivo, tanto para esa ciudad balnearia, como para la provincia de Buenos Aires y la Argentina.
En virtud de esta acción se generaría una inmensa oferta de trabajo entre puestos directos, indirectos e inducidos, de acuerdo a proyecciones recientes. Del mismo modo se anticipa una producción en torno a los 200 mil barriles diarios, un movimiento equivalente a 7 mil millones de dólares al año desde la óptica de la exportación.
Con este horizonte no caben dudas que los esfuerzos de la política argentina deben estar dirigidos a incentivar las inversiones para poner en marcha la solución offshore. Semejante hito daría lugar a resultados auspiciosos para Mar del Plata y Buenos Aires, una provincia que por su propia cuenta destila el 80 por ciento de la producción de crudo nacional, ampliando todavía más el valor de su palabra en la conversación sectorial.
Más importante aún, este proyecto implica una oportunidad histórica para el país en su totalidad, acaso una verdadera salida al yugo externo que aplasta toda esperanza de alcanzar el destino soberano que merecemos en cuanto a energía y por sobre todo como nación.
Secretario adjunto de la Federación Argentina Sindical de Petróleo, Gas y Biocombustibles (FASiPeGyBio).