JORGE LAPEÑA *
El petróleo y el gas natural constituyeron la centralidad energética en el siglo XX y comienzos del XXI. En el siglo XIX el carbón, junto con la invención de la máquina de vapor posibilitó la Revolución Industrial y un rápido desarrollo del transporte ferroviario y marítimo, reemplazando la tracción a sangre y la navegación a vela. Antes de todo eso hubo cincuenta siglos en los que la energía se basó en las energías renovables al alcance de la mano del hombre: el viento; las caídas de agua; la leña, la energía de los animales.
La electricidad juega un rol importantísimo en el funcionamiento de la sociedad; su participación en el PBI es baja –apenas el 2,0%–, sin embargo, constituye la parte más moderna y sofisticada del sistema energético: la nafta circula a la velocidad del auto, la electricidad a la velocidad de la luz.
La “Transición Energética Mundial”, que tiene por objeto evitar la catástrofe del calentamiento global, se basará en la electricidad. Argentina debería focalizarse en un proyecto estratégico: el rediseño integral de su obsoleto e ineficiente sistema eléctrico.
El siglo de la electricidad. El siglo XXI será el siglo de la Energía Eléctrica. Ésta reemplazará a gran parte de los hidrocarburos que hoy son utilizados por motores como el automóvil y en usinas termoeléctricas. Para alcanzar ese objetivo la electricidad deberá encarar su propia metamorfosis; y ello requiere grandes inversiones públicas y privadas.
Es central que tanto el consumidor como el político comprendan el verdadero significado de dos conceptos con los que vamos a convivir en los próximos años: “Electrificación de la Energía”; y “Metamorfosis de la Electricidad”.
Electrificar la Energía significa que muchas de las energías que hoy consumimos y que forman parte de nuestra vida cotidiana –producidas con gasoil; nafta; gas natural –deberán ser reemplazadas por energía eléctrica. La “metamorfosis de la energía eléctrica” significa que la electricidad que hoy es producida por centrales termoeléctricas que consumen hidrocarburos o carbón deberán ser reemplazadas por centrales que no produzcan gases de efecto invernadero (GEI). Este proceso es la esencia de la Transición Energética.
Dos rubros de nuestros consumos energéticos actuales deberán ser objeto de Planes de Transformación específicos que formaran parte primordial de la electrificación de la Energía en los próximos años: el sector Residencial y el Transporte.
El sector residencial representa actualmente el 25,5% del consumo final energético; el 65% del cual recae en el gas natural y el GLP, y el 35% restante en la electricidad. Un objetivo posible para la Argentina en los próximos 15 años sería alcanzar una proporción inversa de esos porcentajes proponiendo como objetivo 65% eléctrico y 35% gas natural. Para eso se necesitaría un plan.
El sector transporte que actualmente representa en todos los modos el 30,6% del consumo final, el mismo está cubierto en un 88% por derivados del petróleo, el 11,18% por gas natural y apenas el 0,2% por la electricidad. En este caso un objetivo posible en 2035 sería que una parte de los automotores nafteros sea cubierto por autos eléctricos; y que una parte del consumo de gasoil en los camiones pueda ser reemplazado por ferrocarriles eléctricos. Para esto también se necesitaría un Plan.
Estos simples cálculos y rebalanceos implicarían una fuerte repotenciación del sistema eléctrico con un incremento de la demanda de electricidad del orden del 60% en los próximos doce años. Ello implica una inversión en ese lapso que podría estimarse en unos US$ 35 mil millones. A esa suma habría que adicionarle la inversión de reemplazo de las actuales centrales termoeléctricas por otras centrales que no produzcan GEI, que podrían duplicar el valor de la inversión requerida.
Una inversión intensiva en un país con malos antecedentes. Los argentinos sabemos por experiencia propia reciente lo que significa estar abastecidos por un sistema eléctrico obsoleto y mal mantenido. Una energía eléctrica de mejor calidad nos ayuda para tener una vida digna; y para entrar en la Energía del Futuro.
Electrificar la Energía y al mismo tiempo encarar la transformación del actual sistema eléctrico, implica una inversión de una magnitud pocas veces vista. Las centrales actuales alimentadas con combustibles fósiles deberán ser reemplazadas por modernas centrales eólicas; solares; hidráulicas, nucleares. Estos valores podrían llegar a los US$ 70 mil millones en los próximos doce años.
Consumir más energía eléctrica y menos energía de los combustibles significa también más inversiones en Líneas de Transmisión de todas las tensiones desde la Extra Alta Tensión hasta la baja tensión que llega a nuestros hogares cuyo valor se ha estimado oficialmente en la Secretaría de Energía hasta 2035 en US$ 10 mil millones. Y a ello debería adicionarse las inversiones en distribución que solucionen la calidad de servicio en el AMBA.
A todo ello se debería sumar la inversión y una reforma integral del sistema de Estaciones de Servicio a lo largo y a lo ancho del país, para abastecer un parque automotor eléctrico creciente en forma sostenida.
El cuello de botella: la inversión en infraestructura. Argentina en los últimos 40 años puso en evidencia una enorme incapacidad para ampliar su infraestructura física; sus carreteras; red de autopistas; ferrocarriles de carga y de transporte de pasajeros; vías navegables; líneas de transmisión eléctrica de alta y extra alta tensión; gasoductos. Se trata de un problema político crónico que debe ser resuelto.
Es común en la ejecución de obras públicas no cumplir las leyes; ejecutar proyectos defectuosos y caer en la corrupción. En el presente se sumó a todas esas malas prácticas el abandono de obras por haber sido mal concebidas y/o mal ejecutadas. Es emblemático el caso de los gasoductos emprendidos por nuestro país con fondos públicos transformados –antes de ser habilitados– en chatarra enterrada e inútil; y es también común las centrales eléctricas ejecutadas en tiempos y con costos infinitos.
La Transición Energética hacia una matriz mundial sustentable cuyas emisiones de gases de efecto invernadero sean neutras en cantidad requieren un esfuerzo conjunto de la comunidad internacional; Argentina ha asumido esos compromisos que implican evitar la deforestación y producir y consumir una energía con un reducido nivel de emisiones de GEI.
La Transición Energética es un proceso complejo y costoso, que necesariamente debe estar coordinado con la comunidad internacional. Debemos utilizar este proceso de transformación como una plataforma, para no cometer errores que hemos cometido en el pasado.
Llegó el momento de asumir que el largo plazo de un país se maneja con Planes de Largo Plazo aprobados por ley. Tener un Plan y la vocación política de cumplirlo, cambiará de raíz los modos de decidir las obras, los modos de adjudicarlas y los modos y los tiempos de ejecutarlas.
* Ex secretario de Energía y presidente del IAE Gral. Mosconi