JUAN CARLOS GUAJARDO
La transición desde la era de los combustibles fósiles a la de la electricidad está en pleno desarrollo. Como toda transición, los desajustes pueden ser relevantes y uno de ellos es que las proyecciones de mercado hacia fines de la década apuntan a déficits de cobre muy elevados, de varios millones de toneladas.
La demanda esperada por cobre -tal como de otros metales- aumentará pues el metal rojo es clave para permitir mayores aplicaciones en base a electricidad, como los autos eléctricos o la energía renovable. Pero la producción minera enfrenta obstáculos muy significativos, como la acelerada caída de leyes y la ausencia de nuevos descubrimientos, lo que ha hecho encender las alarmas. La escasez de cobre pude resultar en un obstáculo que ralentice o descarrile la era de la electrificación. ¿Qué podrá hacer la industria del cobre para satisfacer la mayor demanda?.
Una primera vía el aumento del reciclado de la chatarra de cobre que es actualmente un tercio de la oferta mundial. El mayor precio del cobre activará de todos modos un aumento de la recolección y procesamiento de chatarra, pero la expectativa es que adicionalmente ocurran cambios técnicos y regulatorios que aumenten su aporte. Esto ocurrirá pero será gradual y no podrá hacerse cargo de la escasez de cobre.
La segunda vía es que la tecnología permita mayor producción de cobre. Así ha sido históricamente. A principios del siglo XX la ley promedio era del orden del 4% y hoy apenas rasguña el 0,5%. No obstante, la producción se ha multiplicado desde entonces 50 veces gracias a tecnologías como la flotación, el procesamiento de minerales en escalas gigantescas y la hidrometalurgia. Esta última aún tiene potencial para generar más cobre comercial desde minerales que hasta ahora no son posibles de explotar. Esta vía está ad-portas de comenzar a materializarse pero también ocurrirá escalonadamente y no permitirá resolver el problema de escasez antes de 5 años.
El panorama pinta para precios muy altos y países como Chile y Perú, mayores productores mundiales, podrían obtener rentas extraordinarias. Así fue como empezó la discusión del royalty, entre otras cosas.
Pero hay que cuidar el entusiasmo. Por una parte, si los precios se disparan habrá efectos indeseados, como la aceleración de la búsqueda de materiales que lo reemplacen o el mayor uso de la nanotecnología que reduce la cantidad de cobre en los productos.
Por otro lado, lograr desarrollar proyectos mineros es cada vez más difícil. Las presiones ambientales, comunitarias, el nacionalismo de los recursos naturales, el mayor riesgo geopolítico y el mal delivery técnico que han tenido los proyectos recientemente, entre otros factores, plantean un dilema relevante a países ricos en cobre.
¿Qué le conviene más a los países que tiene el mayor potencial de cobre?, ¿intentar capturar el máximo de rentas en el corto plazo? ¿o más bien procurar que la demanda sea atendida para que la torta sea más grande y también evitar que el cobre pierda mercados y con ello se afecte el negocio en el futuro?
Países como Chile y Perú, con las mayores reservas mundiales, debieran trabajar pensando en el negocio a largo plazo y no caer en la tentación cortoplacista de ordeñar la vaca rápidamente. Para ello debería haber condiciones claras y sustentables para el desarrollo de proyectos mineros, tanto en el aspecto tributario, de permisos y por cierto institucional.
* Director ejecutivo de Plusmining.