JUAN CARLOS JOBET *
Hace algunos días estuve en el encuentro anual del centro de política energética global de Columbia en Nueva York. Va un resumen de lo discutido por líderes globales del mundo político, financiero, académico… Sobre energía, pero también sobre política y negocios.
Esta es la primera crisis energética global de la historia. Hubo crisis en el pasado, como la del petróleo en los 70s. Pero esta afecta el petróleo, el gas y los mercados eléctricos, entre otros. Y afecta en mayor o menor medida a todo el mundo.
En verdad son tres crisis en una. De energía, geopolítica y climática. Quizás también de alimentos. Distintos actores ponen distinta atención a cada una, pero (casi) todos entienden que no se pueden abordar esas aristas por separado, porque están atadas.
Rusia está en una guerra híbrida contra occidente. Y busca infligir daño en todos los frentes: armas, energía, propaganda, ciberataques. Y ojo, Rusia no es tan fuerte como apareció en ciertos momentos; pero tampoco tan débil como aparece en otros.
Rusia sigue generando muchos ingresos por la venta de petróleo, a pesar de los esfuerzos de EEUU y la EU para evitarlo. China está comprando mucho petróleo ruso a descuento. Y Rusia tiene $ en reservas. (Ojo, el riesgo que Putin use armas nucleares es muy bajo. Pero no es cero).
Hay escepticismo (sotto voce) sobre el price cap al petróleo ruso del departamento del Tesoro y el G7. Busca que el petróleo ruso fluya al mercado, pero reducir los ingresos que genera Rusia. Cómo se logrará eso en un mercado tan profundo y complejo, nadie sabe exactamente.
El Deputy Secretary of the Treasury no despejó esas dudas en Columbia. Y el recorte de la OPEC puede echar abajo esos esfuerzos y aumentar aún más la tensión. El esfuerzo, en todo caso, muestra que el G7 está dispuesto a usar distintas herramientas contra Rusia.
Rusia puede usar la energía como arma porque occidente, sobre todo la EU, se lo permitió. No invirtió lo suficiente en renovables, pero frenó las inversiones en fósiles como si lo hubiera hecho. Eso, sumado al retiro de las nucleares y el carbón y a la sequía, la dejó vulnerable.
Ahora debe desandar camino, quemar más carbón (la demanda por carbón este año va a crecer 10%!) e invertir en fósiles. Hay preocupación del efecto que esto tendrá en la reducción de emisiones. Las expectativas sobre los avances de la próxima COP en Egipto no son muy altas.
Europa va a tener al menos tres años muy difíciles. En especial Alemania. Sin gas ruso y sin infraestructura para traer GNL de otras fuentes. Los hogares pueden sufrir, y el sector industrial alemán, un motor de la economía europea, se va a achicar.
La crisis energética es la principal causa de la desaceleración, con más de 1/3 del GDP global en contracción este año o en 2023. Energía cara, inflación, dólar fuerte y tasas altas, es mal cóctel para países emergentes. ¿Cómo crecen y limpian su matriz China, India, Brazil...?
Los altos precios del gas encarecen los fertilizantes y agravan el problema de alimentos. Brasil y Argentina, por ejemplo, están teniendo dificultades para comprar fertilizantes, y están pensando producir más ellos. África, además con sequía, es fuente de especial preocupación.
El sector energético de EEUU está sufriendo menos por su gran producción local de petróleo y gas. Y porque la falta de terminales para exportar gas, mantienen los precios locales bajos a pesar del alza global. Esos precios hacen más difícil el cambio a alternativas limpias.
En un escenario de inflación y elecciones es difícil para el Gobierno subir el precio al carbono para acelerar la transición. Como en todas partes, en EEUU es difícil lograr acuerdos políticos amplios para políticas de largo plazo, esenciales para el desplegar nuevas tecnologías.
El Inflation Reduction Act dará un gran impulso a la transición en EEUU. Y dado su tamaño y conexión con la economía global, esparcirá sus efectos por todo el mundo. La oportunidad para países mineros y con renovables (se les ocurre alguno?) es enorme, si son capaces de tomarla.
Algunas provisiones, sin embargo podrían percibirse, por ejemplo por la Unión Europea, como proteccionistas, y generar tensión y quizás retaliación, lo que sería mala noticia en un contexto de cuestionamiento al comercio internacional.
La transición global hacia energías limpias tomará años. Y enfrentará muchos baches. El NIMBY (not in my backyard) y el BANANA (build absolutely nothing anywhere near anything) son uno de sus principales obstáculos. Y terminarán, vaya paradoja, prolongando el uso de fósiles.
El desafío financiero de la transición es de rotación de capital: cómo reemplazar (o reacondicionar) billones de dólares en activos para fósiles por alternativas limpias, destruyendo el menor valor posible: para las comunidades, inversionistas, trabajadores, gobiernos.
La estimación es que se necesita invertir 1 trillón (un millón de millones) de dólares por año en los mercados emergentes (sin China) para lograr las metas de descarbonización. Pero estamos en 150 billion, es decir, un sexto de eso.
Está el capital para la transición energética. El desafío de los países con recursos renovables y minerales es ofrecer estabilidad institucional y desarrollar una cartera de proyectos bancables. Y las instituciones financieras necesitan más innovación en los instrumentos.
Aunque la electricidad renovable y el almacenamiento serán esenciales, las fuentes de energía serán diversificadas y el mundo va a necesitar combustibles por muchos años. Desarrollar combustibles bajos en emisiones (e.g. a partir de hidrógeno) será clave.
El acceso a minerales críticos (cobre, litio…) es un riesgo de la transición. La producción está concentrada en pocos países. China tiene un rol clave en procesamiento, y desarrollar nuevos proyectos es más difícil aún que en energía. Y sin minerales, no hay transición.
¿Sensación general? Un mundo muy revuelto. Los desafíos allá afuera son enormes. Pero Chile tiene una gran oportunidad por su potencial en energía y minería. La pregunta es si vamos a levantar la cabeza de las peleas locales y aprovecharla. No tenemos mucho tiempo.
* Ingeniero comercial. Se desempeñó como ministro de Energía desde junio de 2019, y como ministro de Minería desde diciembre de 2020, asumiendo simultáneamente ambos cargos como biministro de Estado hasta marzo de 2022