MARCELO BONELLI
Cristina quiere que la Secretaría de Comercio instrumente un congelamiento directo de los precios en los alimentos. La vice pretende mayor intervención estatal y perseguir a los empresarios que remarcaron.
Cristina se lo sugirió a Sergio Massa a través de Axel Kicillof, el ideólogo de la medida: la fogonea desde hace años y acumula múltiples fracasos.
Kicillof alimenta la teoría conspirativa de Cristina: ambos creen que la aceleración inflacionaria es fruto de malvados hombres de negocios y no del desequilibrio macroeconómico.
La cuestión llegó a la mesa de Matías Tombolini y el secretario de Comercio pateó la pelota afuera. Lo acosan Augusto Costa y el Instituto Patria.
Tombolini resiste las alocadas sugerencias. Pero evita enfurecer a las fieras del Instituto Patria. Hace una semana, Comercio comunicó a Abelardo Gudiño Morales –de Coca Cola- que desactivaba un acuerdo de precios ya cerrado con la compañía.
Massa hace semanas que evalúa acciones antiinflacionarias. Clarín lo anticipó hace 15 días. Este viernes el Indec dará otro número frustrante. Marco Lavagna le anticipó el martes a Alberto Fernández: “La inflación se ubicará entre el 6,3 y el 6,7 %” Massa enfrenta los arrebatos de Cristina. El ministro evalúa un plan integral y no un simple congelamiento. Este jueves hubo muchos rumores. Pero en Washington Massa advirtió a sus íntimos: “Un congelamiento es pura paja”. Leonardo Madcur y Gabriel Rubinstein están estudiando alternativas globales. El dúo no descarta medidas para frenar la inercia inflacionaria. Pero ambos tienen igual diagnóstico: ningún shock podría tener éxito si no se ordenan primero las cuestiones fiscal, monetaria y cambiaria.
Massa convocó para la semana próxima a líderes sindicales y jefes de “multis”. La invitación es concreta: quiere hablar sólo con los dueños y CEO de los formadoras de costos. Ahí se van a explorar alternativas. Pero existe una cuestión: hubo mejoras fiscales y monetarias, pero las dudas persisten sobre el futuro del dólar.
La aparición del “dólar Qatar” confirmó dos cuestiones centrales. La primera es concluyente: el equipo económico considera que un dólar de equilibrio se ubica en los $ 200. Sería un salto del 30 %.
Pero también la increíble proliferación de tipos de cambio confirma que Massa no piensa devaluar. La intención –por ahora– es sentarse sobre las reservas y aguantar.
A fin de julio –al inicio de su gestión– Massa convocó a Marina Del Poggetto para que se incorpore a su equipo. La economista le expuso un plan, que incluía una devaluación inicial. Massa desechó la idea y convocó después a un flexible Rubinstein.
Cristina logro imponer -cuando asumió Massa– que el BCRA no iba a tocar el dólar. La vice tiene pánico a un conflicto social que se la lleve puesta y deje su maltrecho relato hecho trizas.
La intención –entonces– es defender las escuálidas reservas. Massa acumuló cruciales U$S 5.000 millones a través del “dólar soja”, que Máximo insólitamente criticó para sostener “el circo” de su progresismo.
Se conoce que antes fracasó la idea de buscar un préstamo vía “Repo” por otros U$S 5.000 millones. Hace un mes, en Nueva York, la operación la sondeó Javier Timerman y el banquero comunicó una conclusión: hacerla con la actual cotización de los bonos era condenarse a una futura acción penal.
En la UIA y en Adeba –y este jueves también en la lavada IDEA– sostienen que será imposible estabilizar sin devaluar y despejar la incógnita cambiaria primero.
En el “circulo rojo” insisten en que sería mejor un prolijo desdoblamiento cambiario –con dos billetes- en lugar del mamarracho de las actuales 15 cotizaciones.
En Wall Street sostienen que la política cambiaria “del aguante” es inconsistente: perdura la brecha y sostiene la expectativa de devaluación e inflación.
En Manhattan los informes confidenciales advierten que así será difícil llegar a las elecciones sin nuevas turbulencias.
Los “papers” de JP Morgan, Morgan Stanley y UBS agregan que la pelea política entre Alberto y Cristina tiene de rehén a Massa. La relación entre el Presidente y la vice está totalmente rota. Hace 42 días que no hablan y ahora el combate tiene una particularidad: se odian y se ignoran.
Cristina arremetió a los gritos contra los cambios de gabinete: “Mirá lo que hace, es un pelotudo”, dijo. Máximo echó más leña al fuego: “Los cambios son una poronga.” Alberto contragolpeó en la intimidad de Olivos: “Con esta delirante de Cristina no hay mas arreglo”. Y exclamo indignado: “Fíjate que ahora quiere apretar a Sergio”. El odio de la vice obedece a una cuestión de orgullo político: dice que Alberto hizo trascender que la obvió olímpicamente en la reestructuración del gabinete.
El Presidente tiene “la quimera” de ir por la reelección. Por ahora parece ciencia ficción.
Juan Zabaleta volvió a Hurlingham fastidiado con el Presidente. Las charlas fueron duras: le cuestionó la pasividad y la soledad de Alberto.
El Presidente buscó “propia tropa” y fieles para relanzar su Gobierno. Kelly Olmos tendrá un inmediato período de turbulencias: la paritaria de Moyano. Héctor Daer está que trina: “son todos obsecuentes”.
Todos miran el 2023 como el propio Juan Manzur. El Jefe de Gabinete retomó su proyecto presidencial.
La ministra de Trabajo es una legendaria menemista convertida al kirchnerismo. El mismo ADN de Cristina y Alberto. Olmos tiene temperamento fuerte. Encabezó la marcha a Don Torcuato pidiendo la liberación de Carlos Menem. En 2003 protagonizó un hecho vergonzoso. Fue candidata a diputada para apoyar el tercer mandato de Menem. Pero a último momento la bajaron de un hondazo: la borraron de la lista y en esa medianoche la reemplazó Loly Domínguez. Kelly contragolpeó: al grito de “ladrona y traidora” embistió a golpes de puño contra Lolly y su pareja Roberto Digón.
El descalabro de la interna política lo reflejó el propio FMI. En Washington tienen la información de que Máximo intenta boicotear ahora el presupuesto de Massa.
El ministro tiene los votos de la oposición y las dudas del Jefe de la Cámpora. Ya Máximo impidió votar el Presupuesto de Guzmán: fue el comienzo de la crisis de gobernabilidad que originó la depredadora corrida cambiaria de julio.
En el informe de staff del FMI dice en la página 23: “Una facción –La Cámpora– dentro de la coalición gobernante continúa oponiéndose al programa de Massa”. Y agrega: “Persisten –en el Frente de Todos – las diferencias sobre la dirección de las políticas económicas”.
Ese documento auditado por IIan Goldfajn –Jefe para Occidente del FMI– incluye fuertes definiciones: la pelea política puede condicionar toda la estrategia económica. Su texto es elocuente: expone crudamente los graves desequilibrios macroeconómicos de Argentina.
Pero incluyó algo poco habitual: un explícito respaldo al ministro: “El nombramiento de Massa plantea una mejor coordinación y una implementación de políticas más decisivas”.
Kristalina Georgieva quiere con esto fortalecer posiciones racionales en Buenos Aires. Washington permite un “gambito” monetario excepcional: una fabulosa emisión encubierta del BCRA a través de la suscripción de bonos del Tesoro. La excepción obedece al peor de los temores: que la Argentina desbarranque.