RUBÉN CALIGARI *
A mediados del siglo XIX Inglaterra domina el comercio mundial, un imperio sostenido en sus enormes reservas de carbón de calidad, el combustible de la época. Cuando la demanda de lubricantes y aceites de iluminación obligó a buscar sustitutos a los aceites animales, cada vez más difíciles de hallar, se pensó en los afloramientos naturales de petróleo. Con el pozo que Edwin Drake perfora en 1859 en Titusville, Pennsylvania, comienza la era industrial del petróleo.
Petróleo y gas son productos naturales generados en el interior de la corteza terrestre en procesos geológicos de millones de años en los que materia orgánica integrada a la matriz de ciertas rocas se descompone para convertirse en moléculas de hidrocarburos. Según las condiciones de la transformación, tipo de materia orgánica, profundidad de los depósitos, tiempo de madurez geológica, el producto final puede presentarse como un gas, un líquido más o menos denso o una combinación de ambos.
En vísperas de la Primera Guerra Mundial, la marina inglesa ordena reemplazar las máquinas de vapor alimentadas con carbón por motores de combustión impulsados con derivados del petróleo, el petróleo encuentra el que será su uso principal como fuente de combustibles líquidos y se convierte en la fuente energética dominante del siglo XX.
En Argentina, concluido el proceso de organización nacional, se inicia un período de crecimiento de población y desarrollo de infraestructura soportado por la incorporación de tecnologías y el auge de las exportaciones agropecuarias.
Una carencia pronto se hará evidente: No hay en el territorio explotaciones de carbón ni de metales con escala apropiada a las necesidades. Así, el país atravesará la era del carbón importando todo el combustible que requieren los ferrocarriles, las incipientes industrias y -cuando llega la electricidad- la generación eléctrica.
La dependencia del combustible importado se constituye en un límite al desarrollo y estimula el interés por el petróleo. La Compañía Jujeña de Kerosene, es la primera empresa petrolera argentina, aunque no lograra continuidad por cuestiones atribuibles a un país en formación. El mendocino Emilio Civit será el primero en encarar la explotación petrolera en Argentina.
Comisiona a Carlos Fader, ingeniero alemán radicado en Buenos Aires, para llevar muestras y hacerlas analizar en Alemania y, con análisis que muestran el potencial del producto, este pone en marcha la Compañía Mendocina Exploradora del Petróleo, que desarrolló el primer oleoducto de Sudamérica, una refinería para producir kerosene de iluminación y la producción y distribución de gas de iluminación. Con la perforación de 22 pozos de 80 a 290 m de profundidad obtuvo una producción estabilizada de unos 40 m3 diarios en 1891.
La Mendocina de Petróleo quebró arrastrada por las crisis y la propiedad fue cedida a la Dirección de YPF en 1931, aunque queda como antecedente pionero que interpreta el nuevo paradigma industrial que asocia conocimientos científicos con la producción de bienes esenciales para el desarrollo.
En 1903, como parte de un programa para elevar el mapa geológico, una comisión se establece en Comodoro Rivadavia con el objetivo de encontrar agua subterránea para abastecer a la población. El 13 de diciembre de 1907, por primera vez en el mundo, un Estado con su personal y presupuesto encuentra petróleo.
Dificultades de acceso a financiamiento y una geología muy difícil se suman para que solo en breves intervalos del siglo XX se alcanzara el autoabastecimiento petrolero. Serán las tecnologías del siglo XXI las que posibilitarán que la Argentina acceda a un recurso energético de clase mundial.
Hacia 1980, en Estados Unidos ponen el foco en los llamados recursos hidrocarburíferos no convencionales, alojados en rocas que solo pueden producirse económicamente con pozos diseñados específicamente.
La Argentina dispone de estos recursos en calidad y cantidad tal que la sitúan entre las primeras en orden mundial. Particularmente importantes son las acumulaciones en rocas shale de la Formación Vaca Muerta, que la caracterizan como la primera por sus propiedades geológicas y acceso a la infraestructura y a los recursos y pone a nuestro país en un lugar relevante en materia de recursos energéticos.
Hemos alcanzado un consenso global sobre la necesidad de cambiar el modelo de desarrollo, hacia modelos más sustentables. Ese dilema obliga a una cuidadosa evaluación de alternativas desechando soluciones simplistas. Las transiciones energéticas no transitarán iguales caminos en los diferentes países, y en todos los casos requerirán de energía.
Veremos una armónica convivencia entre lo antiguo, energías fósiles y nuevas formas que incluyan renovables. Y, sobre todo, una nueva conciencia acerca del valor de la eficiencia y el consumo responsable, conceptos que apelan a todos por igual. En esas transiciones, los recursos de petróleo y gas de la Argentina, producidos sin interferir con comunidades ni ambiente, aportarán la energía indispensable.
* Ingeniero. Docente de Ingeniería en Petróleo del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA)