IGNACIO SANTELICES *
El año pasado, con mi familia nos cambiamos a una casa que remodelamos para hacerla sustentable, por lo que pedimos incluir en el proyecto paneles solares, climatización eléctrica y cargador de auto eléctrico; además de aprovechamiento de aguas grises y de lluvia, sistemas solares térmicos y aislación térmica, entre otros aspectos.
Lógicamente, cuando llegó la propuesta, los paneles, la climatización y el cargador incluían, también, el rediseño y reforzamiento de la red eléctrica de la casa, cambio de empalme y un sistema de respaldo, porque la consecuencia de un corte no sería solo que se apague la luz o descongele el refrigerador; sería, además, pasar frío en invierno o no poder usar el auto.
Para la mayoría de ustedes, lo anterior debe resultar bastante evidente. Nadie pensaría en convertir su casa a “full electric” e instalar paneles sin revisar y reforzar primero el sistema eléctrico. Sin embargo, lo que resulta obvio para una casa, hasta ahora parece estar lejos de ser obvio para una ciudad.
En Latinoamérica, llevamos algunos años hablando de la transición energética y de reemplazar combustibles fósiles por electricidad renovable, pero no hablamos lo suficiente de la infraestructura y tecnología necesarias para permitir un aumento explosivo del consumo eléctrico, empujado por el transporte, la calefacción o usos industriales, además de la masificación de los techos solares.
En pocos años más, en las grandes ciudades, ante un corte prolongado, no solo cientos de empresas arriesgarán una detención de su producción y miles de hogares quedarán a oscuras, sino que esos hogares además no tendrán calefacción y las ciudades podrían paralizarse, pues el transporte público será mayoritariamente eléctrico.
Entonces, ¿por qué no estamos conversando estos temas hoy, cuando aún estamos a tiempo de prepararnos? Permítanme aventurar una explicación: por un lado, lo más rápido y más visible es el necesario desarrollo de parques solares o eólicos y el aumento del parque de vehículos eléctricos. En cambio, el refuerzo de líneas de distribución no es tan fácil de visualizar. Además, la transformación de la red de distribución será un proceso más complejo que requerirá nuevas regulaciones para abordar la masificación de la generación distribuida y que promueva nuevas inversiones necesarias para aumentar la seguridad, resiliencia, calidad, flexibilidad, ciberseguridad e inteligencia en las redes.
En este contexto, es posible y urgente avanzar con fuerza en la transición energética y para eso es clave trabajar, desde ahora, en esas nuevas regulaciones y tecnologías que permitan tener una infraestructura robusta para la electrificación del consumo y así garantizar la evolución a un sistema 100% renovable.
* Director ejecutivo de la Asociación de Distribuidoras de Energía Eléctrica Latinoamericanas, ADELAT