RODOLFO ENRIQUE GALLO DEL CASTILLO *
El miércoles 16 de marzo, la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, ordenó a la Federación Rusa suspender todas sus acciones militares en Ucrania. El máximo tribunal accedió, de esta manera categórica, al pedido del país invadido para impedir que las tropas de Putin puedan seguir cometiendo permanentes crímenes de guerra en su bello y maltratado territorio.
Los pretextos del autócrata ruso para invadir militarmente a Ucrania no resisten el menor análisis. Su argumento sobre la presión de posibles fuerzas militares de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, en caso de que Ucrania pudiera ingresar a esa Alianza Militar de actualmente una treintena de países (dos de América del Norte: Canadá y los Estados Unidos, y el resto en Europa), lo que podría suponer bases munidas con armas atómicas ubicadas a 200 kilómetros de Moscú, es de una debilidad incontrastable.
Ni Ucrania entró en la OTAN, ni siquiera en la Unión Europea, ni existe ningún plan para instalar bases atómicas en territorio ucraniano. Pero hay algo muchísimo peor: Ucrania fue dueña del tercer arsenal de bombas atómicas del mundo. El primer puesto lo ostentaban los Estados Unidos,el segundo, la actual Federación Rusa y el tercer arsenal no lo poseían ni China, ni Gran Bretaña, ni Francia, ni Alemania, sino sencillamente Ucrania, porque el enorme arsenal atómico de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.), hasta su implosión, en 1991, había estado repartido en tres repúblicas soviéticas: en la actual Federación Rusa, en Ucrania y en Kazajistán.
En 1989, la catastrófica derrota de las fuerzas armadas soviéticas en Afganistán y su humillante retirada fueron el comienzo del fin de una aventura política marxista cuyos fracasos quedaron a la vista con la caída del Muro de Berlín, en 1989, y la disolución de la Unión Soviética, firmada el 8 de diciembre de 1991 por los presidentes Boris Yeltsin, por Rusia; Leonid Kravchuk, por Ucrania; y Estanislav Shushkévich, por Bielorusia; los tres países más eslavos de la U.R.S.S.
Constituyó la desaparición del, por entonces, estado socialista más grande del planeta y el final de la Guerra Fría. Una siniestra guerra, con la amenaza atómica por bandera, cuyo terror amedrentó a generaciones enteras de la humanidad y, a cuyo amparo, se cometieron todo tipo de excesos y crueldades por toda la faz de la Tierra.
UN PAIS EXTORSIONADO
La ilusión del fin de la Guerra Fría impulsó la firma del famoso Tratado de No Proliferación Nuclear, por el cual, los países firmantes, se comprometían a no fabricar ni poseer armas atómicas en sus arsenales militares.
Un tratado muy curioso, por cierto. Mi padrastro Manfred Schönfeld lo explicaba muy bien:
"Si, en el futuro -decía con su clásica agudeza -el mundo se va a repartir entre países extorsionadores (poseedores de armas atómicas) y países extorsionados (sin ellas), ¿me podrías explicar cuál es la ventaja de ser, por definición, un país extorsionado?''.
Pero el caso de Ucrania es infinitamente más triste. No las tenía que fabricar, ni desarrollar, ni experimentar. Simplemente las tenía. Y en un volumen tan impresionante, que ningún país se hubiera animado a mojarle la oreja. Por esa razón, cuando cedió a las presiones, no solamente de Rusia, sino básicamente de los Estados Unidos y de Gran Bretaña, para que se desprendiera de su tremendo arsenal atómico y se lo entregara a la Federación Rusa, no pensó que estaba firmando un pasaporte hacia la tiranía rusa y su consecuente esclavitud.
Hay un axioma militar tan antiguo como la Humanidad: ``Mucho más importantes que las intenciones del enemigo, son sus capacidades''.
Ucrania las redujo a cero, Rusia las multiplicó por tres porque, aparte del arsenal atómico de Ucrania, recibió, por las mismas razones, el arsenal atómico depositado en Kazajistán.
HISTORIA MILENARIA
Ucrania declaró su independencia formal de la Unión Soviética, el 24 de agosto de 1991. Tiene una historia milenaria, pues posee orígenes rutenos, un pueblo celta de origen galo que luego formó parte de los pueblos llamados eslavos, parecidos a los rusos, pero no idénticos, para nada. Como se dijo, el 8 de diciembre se disolvió la U.R.S.S. y Rusia se encontró con la pérdida de catorces países que le habían servido de escudo y fundamento, bajo un manto marxista donde José Stalin hizo y deshizo a placer.
El 5 de diciembre de 1994, las presiones combinadas de Rusia, Gran Bretaña y los Estados Unidos, concluyeron con el Memorándum de Budapest, mediante el cual Kazajistán y Ucrania se desprendieron de sus arsenales nucleares y se lo entregaron mansamente a la actual Federación Rusa.
Lo único que consiguieron, en este caso Ucrania, fue un compromiso, donde los países firmantes (además de Ucrania: Kasajistán y Bielorrusia), Boris Yeltsin por la Federación Rusa; John Major, por Gran Bretaña; y Bill Clinton, por los Estados Unidos) se comprometían a respetar a pie juntillas los límites geográficos reconocidos por los firmantes y a defender a capa y espada la integridad territorial de Ucrania.
A cambio de ese compromiso, la patria de Zelenski entregó a Rusia, entre 1994 y 1996, el siguiente material bélico, propio de una tremenda potencia atómica, como lo fue Ucrania hasta ese fatídico momento:
+ 5.000 bombas atómicas nucleares.
+ 220 vehículos de largo alcance necesarios para poder utilizarlas, que incluyen:
+ 176 misiles balísticos intercontinentales
+ 44 aviones bombarderos de largo alcance con capacidad nuclear.
Si Ucrania hubiera conservado semejante arsenal, en lugar de confiar en la palabra de las autoridades rusas, a ver como hacía Putin para apoderarse de la Península de Crimea, el puerto de Sebastopol, reconocer las dos pretendidas repúblicas independientes cercenadas del territorio legítimo de Ucrania, y amenazar con ocupar toda la costa ucraniana sobre el Mar de Azov y el Mar Negro, incluído el formidable puerto de Odesa, y todo lo que esté al alcance de sus tropas, sus tanques, sus bombarderos y sus armas atómicas.
Se trata de un crimen de lesa humanidad. Si quería apoderarse de tantos bienes y posesiones de Ucrania, hubiera comenzado por devolver las 5.000 bombas atómicas cedidas por su cándido país vecino, junto con los 44 bombarderos con capacidad nuclear y los 176 misiles intercontinentales nucleares donados por su gentil vecino a cambio del respeto por su integridad territorial y su plena soberanía.
¡Y encima, Rusia es la víctima de una conspiración internacional de ocultos fines y siniestros manejos. Mientras tanto, y en forma supuestamente preventiva, bombardea y mata todo lo que se opone a sus designios imperiales.
El zar ha muerto. ¡Viva el zar...!
* Sociólogo