FRANCISCO SOTELO *
Frente a la desesperación de miles de salteños por la falta de agua, un drama que se prolongó durante varias semanas y con temperaturas abrasadoras, el presidente de Aguas del Norte, José María García Salado dijo -no se sabe si sorprendido o compungido- que "la gente quiere tener agua las 24 horas". Según todos los organismos nacionales e internacionales dedicados a la promoción de los derechos humanos, la gente tiene derecho a disponer de agua potable las 24 horas. Y ese es un derecho que debe garantizar el Estado. El funcionario reconoció que es imposible y que "no hay una solución mágica o inmediata". Claramente, no hay una solución mágica e inmediata. Pero algunos gobernantes se distraen, porque privilegian el marketing.
En Salta hay faltante de agua y lo seguirá habiendo mientras los gobernantes culpen al pasado, al destino y a la falta de lluvia. En 2001, Salta tenía 1.080.000 habitantes; en 2010, 1.225.000; en 2021, se estima 1.450.000. Cuántos más habitantes, tanta más agua potable y servicios cloacales se requieren. La clave está en creer que Salta es viable, o resignarse pensando que es inviable.
La idea que debería regir a los gobernantes es la del Triángulo de Sábato, una cooperación del Estado, la empresa y la universidad, concebida por el economista canadiense John Kenneth Galbraith y desarrollada en la Argentina por el físico argentino Jorge Sábato.
Sin embargo, la confianza en la viabilidad de Salta y en el rol del Estado para el desarrollo en Salta se quebró en un momento preciso. El kirchnerismo y el gobierno local de Juan Manuel Urtubey entendieron que la función del Estado es otra. Y en el caso del servicio de agua, también. La estatización de Aguas de Salta y su reemplazo por Aguas del Norte no se tradujo en un mejor servicio (las protestas lo evidencian).
Durante las gestiones de Esteban Isasmendi, Roque Mascarello y Lucio Paz Posse el presupuesto, a simple vista, privilegió los gastos en personal, aunque no necesariamente equitativos. Y ocurrió en todos los órdenes.
En los hechos: el Fondo de Reparación Histórica, de 2012, financiado con un préstamo de más de 180 millones de dólares, se diluyó en los presupuestos de los años siguientes, nunca hubo un balance de lo realizado y, en materia de agua, los pobladores del Norte provincial, tanto en áreas urbanas como rurales, siguieron sufriendo carencias endémicas.
Los mismo ocurrió con la autorización de endeudamiento por 650 millones de pesos dispuesta con la creación del Ministerio de Primera Infancia, en diciembre de 2014, encabezado por Carlos Abeleira y que estaba destinado a la generación de infraestructura de agua y saneamiento para el período 2015- 2019.
Ese mismo año, junto con el ministro de Agricultura de la Nación, Carlos Casamiquela, Urtubey anunció "la obra hídrica más grande en la historia de Salta y de la Argentina"
Se trataba del sistema de riego presurizado que se iba a desarrollar en el río Toro con el objetivo de financiar la reconversión productiva de la zona tabacalera de Rosario de Lerma. Las obras formaban parte del Programa de Desarrollo de Nuevas Áreas de Riego en la Argentina y se financiaría 56.537 millones de dólares (al cambio oficial de entonces) con aportes del Gobierno nacional (70%) y del provincial (30%) y abastecería 11.500 hectáreas en Rosario de Lerma. Se estimaba que la obra incrementaría un 40% el valor en bruto de la producción y los terrenos. ¿Qué pasó?
En julio de 2015, el entonces director de Aguas del Norte, Roque Mascarello, anunció la inversión de casi 700 millones de pesos (US$ 83.000.000 al cambio oficial) el acueducto y planta potabilizadora de dique Campo Alegre, que se licitarían en septiembre. La primera etapa abastecería la zona de la ciudad, Vaqueros y La Caldera, y la segunda, la zona Este. Tres años después se licitó la segunda parte. Otros tres años más, en agosto pasado, el gobernador Gustavo Sáenz y el presidente Alberto Fernández celebraron la obra en una teleconferencia. Pero en septiembre de 2021 García Salado informó que la planta potabilizadora de Campo Alegre "lleva un avance del 25%". Pero aseguró que con esta sola obra podría terminarse la falta de agua en la ciudad de Salta. Pocos días después, en plena campaña, la planta potabilizadora dique Campo Alegre y el Acueducto Norte fueron inauguradas con la presencia de los ministros nacionales Gabriel Katopodis y Eduardo De Pedro. En diciembre y enero, con las protestas, quedó en evidencia que "nada se hace por milagro", ni siquiera el 75 % que faltaba en septiembre para terminar la obra.
La realidad es que Salta depende de la lluvia, porque los cien tanques acumuladores distribuidos en la ciudad son insuficientes por la falta de mantenimiento de esos dispositivos así como el de los tubos por los que circula el agua de toda la ciudad. Por eso, también, gran parte del flujo se pierde por las rajaduras. Por otra parte, a pesar de la grandilocuencia de los discursos inaugurales, la realidad es que la planta potabilizadora solo beneficiará a un sector reducido de la población.
Volviendo al triángulo de Sábato: sin inversión, objetivos y tecnología no hay crecimiento. Sin una mirada construccionista de la gestión política no solo va a faltar agua en la provincia: va a faltar de todo. Sin objetivos y programas a largo plazo, con financiamiento genuino y con el compromiso de todos los sectores políticos, las provincias, y también Salta, para disponer de agua, salud y trabajo deberán seguir esperando que llegue más coparticipación, o que llueva.
* Periodista y editor de El Tribuno
