VÍCTOR DELBUONO *
El título de esta nota podrá parecer obsecuente escrito por un economista. No soy un cultor del homo economicus pero es imposible negar que la economía atraviesa casi todos los aspectos de las relaciones humanas y en esta nota me ocuparé de explicar cómo arribo a la asociación económica-cinematográfica que titula estas líneas. Para ello, haremos un sintético viaje a los albores de nuestra civilización.
Una de las primeras expresiones artísticas de las que se tenga registro son las pinturas rupestres. Como todos sabemos se encuentran en cuevas y dan cuenta en general de la evolución de las técnicas de caza (tecnología) y la disponibilidad de animales de mayor tamaño (recursos). Aquí es donde aparece el excedente: el ser humano encuentra un refugio seguro y una fuente de alimento estable y puede comenzar a utilizar su tiempo libre para algo más que sobrevivir. Formas primitivas de música también nos acompañarían en las acústicas paredes rocosas.
Cuevas de Altamira, Cantabria, España
En la transición del paleolítico al neolítico sobrevendrá el perfeccionamiento de la agricultura y la división del trabajo. El surgimiento de las civilizaciones del Creciente Fértil: babilonios, fenicios, egipcios, dan cuenta de expresiones artísticas mucho más complejas, con obras arquitectónicas monumentales que sobreviven hasta nuestros días.
Gracias al excedente de alimentos, las técnicas mejoradas de labranza (tecnología) y el acopio de cereales (recursos), la sociedad pudo organizarse dando lugar a castas de religiosos, científicos y artistas. La astronomía, las matemáticas, las religiones teístas y las primeras formas de escritura se remontan a estas civilizaciones.
¿Qué decir de la cultura grecorromana? La poesía, el teatro, la historia, la filosofía son legados que han marcado a fuego a nuestra sociedad occidental, así como en Oriente aparecía el confucionismo, el budismo y una de las más ricas literaturas. ¿Qué ocurría en la economía? El comercio se sofisticaba, siendo la Ruta de la Seda la expresión más icónica del período.
Fue una época de guerras e imperios, con esclavitud y botines de guerra (recursos) que permitieron a las civilizaciones más prósperas y con mejores ejércitos (tecnología) acumular excedentes dando lugar a acabadas expresiones artísticas.
Teatro de Epidauro, Grecia
Un poco más cerca en el tiempo, luego de centurias de baja productividad y subsistencia abreviados en el “Medioevo”, llegaría el Renacimiento. ¿Es casualidad que la cuna de uno de los períodos más ricos de la cultura occidental sea Italia? No.
No sólo arrastraba un legado de la cultura grecorromana, Italia experimentaba una prosperidad económica sin igual gracias a las técnicas avanzadas de navegación (tecnología) que favorecieron el comercio y la consolidación de las ciudades-estado, la acumulación de riqueza (recursos) y la consecuente aparición de los mecenas. De nuevo aparece el excedente personificado en el mecenazgo que potenció a un personaje que, de otra manera quien sabe, habría pasado desapercibido y hoy es el mayor exponente del arte y la ciencia en un sólo ser humano que haya pisado la faz de la Tierra: Leonardo Da Vinci.
El mayor exponente del arte y la ciencia en un sólo ser humano que haya pisado la faz de la Tierra: Leonardo Da Vinci
Para no aburrir a los lectores, vamos a poner en quinta la máquina del tiempo. Ya estamos en el Siglo XX. ¿Será casualidad que los Beatles y los Rolling Stones sean ingleses? ¿Será mera coincidencia que Hollywood sea la meca del cine mundial? ¿Farrokh Bulsara habría llegado a ser Freddy Mercury si se quedaba en Zanzíbar? ¿Será por azar que Borges haya nacido en 1899? Por supuesto que hay excepciones, los genios pueden aparecer en cualquier época y lugar, pero es su entorno lo que potencia sus expresiones. No por nada existe una gran correlación entre desarrollo económico e influencia cultural y tendemos a desconocer la cultura de países de menor riqueza. ¿Cuántos de los lectores pueden nombrar más de un escritor somalí? ¿Uno?
Ahora supongo que el lector está más cerca de entender a qué venía el título de la nota. El apogeo de series y películas españolas recientes con “La Casa de Papel” ubicándose como una de las series más vistas en la historia de Netflix, ¿tendrá alguna relación con la relativa estabilidad económica que ha vivido España en las últimas décadas? Dejo la hipótesis para más investigaciones de las ciencias sociales, pero por el recorrido histórico hecho hasta aquí me animaría a aventurar una tesis parcial.
¿Qué nos preocupa hoy a muches economistas? La cultura argentina es sumamente rica, en especial para un país tan joven, pero estamos viviendo un deterioro del desarrollo y un aumento de la pobreza que tendrá consecuencias palpables en todos los aspectos de nuestra sociedad. Redunda decir que las causas que nos llevaron a este lugar son múltiples y que la salida debe ser con recetas que se adapten al Siglo XXI con un respeto irrestricto por el ambiente y acordes a las demandas sociales de la actualidad.
Sin embargo, lo que también nos preocupa es que la mayoría de los artistas argentinos abrazan fácilmente causas que atentan contra la propia génesis de la cultura: la tecnología y la generación de riqueza. Y lo más preocupante es que no están solos, sino que crece exponencialmente esta postura en nuestra sociedad, casi siempre bajo el calor de consignas de rigor científico cuestionable.
Como estos estandartes son atractivos y generan adhesión ya son la base de campañas políticas y construyen el discurso de lo que “está bien” sin atender a un análisis sistémico de su implicancia para el desarrollo de un país o una sociedad sustentable.
Cuando llegamos a este punto, donde los responsables de tomar decisiones se montaron sobre ese discurso, parece no haber retorno, la salida nunca va a ser hacia adelante.
Ejemplos muy claros los hemos vivido en este 2021 que se va: atacar desarrollos como el trigo resistente a la sequía HB4 (tecnología) que permiten mejorar la productividad y cuidar el agua (recursos) u oponerse categóricamente a la salmonicultura, la minería o los hidrocarburos. Todas estas actividades, bien reguladas, aún son muy necesarias para generar riqueza en nuestro país y balancear sus desequilibrios macroeconómicos y territoriales. No existe caso más emblemático que el desbalance territorial y productivo de la meseta chubutense.
No ahondaré en las largas discusiones aquí, pero sépase que Noruega (primero en el índice global de Desarrollo Humano) tiene a la salmonicultura como segundo complejo exportador y Australia (6°) a la minería como primero, por lejos.
De nuevo, las consignas son muy marketineras, con una semblanza a aquellas banderas del Mayo Francés, de un idealismo cautivante. Este idealismo propio de la juventud (“el que no es de izquierda a los 20 no tiene corazón”, diría Churchill y la dejo ahí) está atravesando a toda la sociedad e instalándose en el ideario colectivo. El mundo está cambiando muy rápido y son necesarias acciones urgentes para mitigar el cambio climático, sin embargo, muchas veces los embates a las actividades son desproporcionados, como si la transición se tratara de poner el mundo en pausa desentendiendo las consecuencias. Lo peligroso, sobre todo, es no considerar al sistema y que el hilo siempre corta por lo más débil: sus excluidos.
La pregunta que debemos hacernos es: OK, no queremos estos métodos de producción, ¿es real la alternativa que proponemos sin dejar a nadie afuera? ¿Hay una forma de obtener los minerales que necesitamos sin escala, de alimentarnos orgánicamente a todos y de dejar los combustibles fósiles, todo de la noche a la mañana? ¿Cuál es la sustentabilidad social, política, macroeconómica y hasta ambiental de ello? Por supuesto que quiero esa utopía para mis hijes, pero la pregunta otra vez es cuántos hijes entran en dicha ecuación hoy.
Mi deseo para nuestra Argentina en 2022 es que pensemos más preguntas y dejemos de creer que tenemos la única respuesta.
Parafraseando a la eminente Raquel Chan: ¿acaso serán ellos (los que promueven las campañas anti-todo en redes sociales), los que se despertarán al alba a arrancar yuyos o la agroecología de subsistencia solo es buena para que la hagan otres?
* Investigador y consultor
EDUARDO BARRERA *
Esta pregunta me ha sido formulada por algunos amigos luego de haber publicado algunas reflexiones sobre ambos temas, aparentemente contradictorias o incompatibles. Si pretendemos responder a esta pregunta desde posiciones extremas, excluyentes y a los gritos, la repuesta rápida y obvia es no. No es posible.
De hecho, desde el comienzo de la Revolución Industrial el deterioro ecológico es la contracara del desarrollo económico, mantra al que se montan economistas y políticos por igual para enmascarar las desigualdades sociales crecientes. Esto es así porque las sociedades industriales, a diferencia de las que las precedieron, son sociedades de stocks, consumen activos que necesitan ser transformados de forma mas o menos irreversible (según la Segunda Ley de la Termodinámica, la reversión total no es posible y el deterioro ecológico, inevitable).
Pero si abordamos la pregunta de una manera razonada y basada en evidencia la repuesta tampoco seria un sí absoluto, sino más bien un sí, tan condicional como inevitable en la medida que represente el mal menor. En una sociedad abierta fluyen con pleno derecho opiniones poco fiables, autoridades contestadas, datos discutibles, miedos y esperanzas difícilmente objetivables.
La sociedad está formada por versiones que pugnan entre sí por movilizar, llamar la atención, inquietar, tranquilizar. Todo esto es legítimo. Nada de esto nos debe inquietar. Todo esto nos llama a actuar políticamente. La política es el contenedor natural para todas estas discusiones y el instrumento mediador natural con la sociedad.
Vamos a ver, la agenda verde no es una opción. Sin ella el planeta es inviable. De hecho ya estamos en una trayectoria de destrucción. Por tanto, ignorar esa realidad no es una alternativa. Por el contrario, lo que se impone es redoblar el esfuerzo descarbonizador. Si estas cuestiones se hubiesen abordado en los años '70 cuando las incompatibilidades empezaban a ser manifiestas, quizás hoy no tendríamos que tratar de arreglar el avión estando en pleno vuelo.
En efecto, el objetivo de limitar los aumentos de temperatura global a 1,5C demanda una profunda transformación del sistema energético hacia tecnologías de bajas emisiones, incluidas las energías renovables, los vehículos eléctricos, el hidrógeno y la captura de carbono, que son considerablemente más intensivas en metales que las basadas en combustibles fósiles. Por ejemplo, una potencia eléctrica de 1.000 MW (instalada con 200 aerogeneradores de 5 MW), necesita actualmente unas 160.000 toneladas de acero, 2.000 de cobre, 780 de aluminio, 110 de níquel, 85 de neodimio y 7 de disprosio. La misma potencia instalada con gas natural como combustible requiere unas 5.500 toneladas de acero, 750 toneladas de cobre y 750 de aluminio aproximadamente, es decir, unas 25 veces menos cantidad de metales que en el caso de la eólica (Valero, et al. 2018 a,b).
En la práctica esto implica un aumento vertiginoso de la demanda de metales en la próxima década (IMF Working Paper 21/243). Se estima que la demanda de litio y cobalto se multiplicaría por seis, la de nickel se cuadriplicaría y la de cobre se duplicaría (estas proyecciones incluyen la oferta secundaria proveniente del reciclaje, que excepto por el caso del cobre y el aluminio, suele ser bajo y caro -como en el caso del litio y las tierras raras). El impacto sobre los precios podría ser aun mayor, lo que se traduciría a su vez en un superciclo para estos metales, dadas sus relativas inelasticidades de oferta (excepto por el litio, poner en operación una nueva mina puede llevar más de 10 años).
En términos de desarrollo minero los próximos años representan una considerable “ventana de oportunidad” para toda la minería metalífera, y en particular para el cobre y el litio. Por ejemplo, un coche eléctrico demanda 5 veces más de estos metales que uno de combustión.
Pero también un grave riesgo para el medioambiente si predomina la codicia empresarial y la impericia, irresponsabilidad e incluso la corrupción de nuestras autoridades mineras.
El lobby minero, completamente dominado por las grandes multinacionales operando en nuestro país, ya es muy intenso, incluso a nivel institucional, y lo será mas en los próximos años con el argumento central de aprovechar el potencial de la minería para generar divisas.
Las provincias acompañan ese lobby por su propia debilidad fiscal e impericia. El objetivo común es obtener las mayores exenciones fiscales del Gobierno federal por el máximo periodo de tiempo posible (se pretende 30 años de exenciones) y relativizar los problemas ambientales asimilando la minería a otras industrias, ignorando su especificidad.
Los grandes proyectos mineros van a encontrar sus propios límites en el balance energético neto (huella de carbono). Hoy la minería consume entre 8% y 10% de la energía a nivel global. En la medida en que se exploten yacimientos más profundos y/o con leyes más bajas esa intensidad energética se incrementará y demandará cambiar la fuente de fósiles a renovables, reiniciando un ciclo de rendimientos decrecientes. Las contradicciones van a estar a la orden del día.
“Todo parece imposible hasta que se hace” (Mandela). O, parafraseando a San Francisco de Asís, que decía: hagamos primero lo necesario, luego lo posible y finalmente nos encontraremos haciendo lo que parecía imposible. Lo necesario hoy es poner todas las cartas sobre la mesa con total transparencia, luego con posiciones razonadas basadas en evidencia, seleccionar las alternativas más favorables para el interés nacional. Y, finalmente retroalimentar ese proceso pragmáticamente con los resultados, en un proceso virtuoso que nos lleve a un desarrollo minero industrial importante, en términos de empleo, industrialización y generación de divisas, verdaderamente sustentable.
Habrá que ir caso por caso. Exigiendo transparencia y demandando competencia y responsabilidad en la defensa del interés nacional. Pero estando abierto a la posibilidad de que en algunos casos, entre ambiente y minería, esta ultima sea el mal menor.
El desarrollo minero sustentable es posible en nuestro país con una nueva política minera basada en el conocimiento y la transparencia. Pero aun así, deberá ser legitimada con la crítica permanente de una sociedad abierta. Una política minera sustentable no puede ser solo objeto de atención para unos técnicos especialistas sino que tiene que ser de interés para la sociedad en su conjunto, porque es esta y solo esta la que podrá validar las políticas que se implementen y definir en cada momento cuales son los riesgos que considera aceptables o no.
* Ex Secretario de Minería de Nación