MARCELO BONELLI
Martín Guzmán negocia contra reloj el cierre del acuerdo con el FMI, condicionado por una cuestión: el BCRA cuenta las monedas y se queda sin reservas.
Ocurre en medio de nuevas internas entre Economía y Miguel Pesce por la política cambiaria, las tasas y el financiamiento.
Los dos disienten en todo. Pesce acusa Guzmán por el exceso de emisión y Guzmán a Pesce por el manejo de la mesa cambiaria. Ambos coinciden en una cuestión: evitar una devaluación brusca del dólar, en el medio del tembladeral y las presiones de Wall Street.
Pero la tarea tiene obstáculos políticos: las diferencias entre Alberto y Cristina, y la fría y calculada actitud de la vicepresidente de buscar condicionar al Presidente y al propio Guzmán.
La última carta de Cristina fue un baldazo de agua fría. La vice desplegó todo su cinismo político: en lugar de apoyar en forma clara y decidida la delicada tarea frente al FMI, utilizó un lenguaje ambiguo solo destinado a cubrir su capital político.
Cristina primero avaló tibiamente la difícil negociación. Pero después responsabilizó a Alberto de todo lo que ocurra, y más tarde condicionó las concesiones a Washington.
Tamaña ensalada de la Jefa sembró aún mayor confusión: se fueron más dólares y el riesgo país marchó directo a las nubes. La carta de Cristina tuvo efecto directo: entre lunes y martes se llevaron US$ 400 millones del BCRA. Este jueves, otros US$ 70 millones.
La vice no refleja la menor lealtad con Alberto, y a sus íntimos del Instituto Patria les confió la estrategia central: replegarse y dejar que el Presidente se embarre con el FMI.
La idea de Cristina es que si el acuerdo va bien acompañará las cosas. Pero que si el convenio se complica sacará otra vez el dedo acusador, como cuando demolió tras las PASO –haciendo un gran daño a su gobierno– a Alberto.
Ante sus íntimos justifica así su actitud: Cristina dice que lo hace para intentar retener el voto duro del kirchnerismo, vinculado al “pobrismo” en Argentina.
La deslealtad de Cristina aparece en todos los informes secretos de Wall Street: los bancos le dicen a sus clientes que el problema en Argentina es político, y que la fórmula de gobierno no funciona.
Existen ahora –además– turbulencias entre Alberto y Máximo. El Presidente lo congeló y el jefe de la Cámpora contesta despectivo: “Yo no le doy bola”.
El jueguito de poder de la vice se plantea en las negociaciones políticas con el FMI. Kristalina Georgieva quiere saber si avalará los ajustes que pedirá el FMI.
Por eso Guzmán cambió el curso del encuentro cara a cara con los técnicos del FMI. Estaba todo listo para que Julie Kozack encabezara la semana próxima una misión en Buenos Aires.
A último momento el ministro pidió cambiar la sede del encuentro: quiso evitar el ruido en Buenos Aires y eludir la presión de Cristina, Máximo y Kicillof. Tambien reforzó el relato, sugiriendo que ni Guzmán ni Pesce el fin de semana participaran de los encuentros. Todo, para la tribuna local del kircherismo.
La verdad es que ambos monitorearán todo y participarán de la misión vía Zoom. Guzmán habla casi a diario con Kozack y Luis Cubeddu.
Pesce y Guzmán sufren otro enfrentamiento feroz. El titular del BCRA ya planteó en Olivos varias incoherencias del ministro.
Para el jefe de la autoridad monetaria, Guzmán debe aumentar las tasas de interés que paga el Tesoro y hacerse responsable de buscar un financiamiento público que no solo recurra a la emisión monetaria. Habla de que Economia debe tener “más seriedad”.
En reuniones de directorio, Pesce es implacable con Guzmán y lo responsabiliza de que las cosas estén peor de lo que realmente deberían estar.
Guzmán contragolpea: sostiene que Pesce siempre va detrás de los acontecimientos y que el BCRA hace una mala praxis en el manejo de la mesa cambiaria. Lo acusa de anticipar las jugadas al mercado.
Guzmán rechaza aumentar las tasas porque es recesivo y también por otra cuestión: aumentaría la bomba de las Leliq.
El BCRA –para colmo- cometió groseros errores que convulsionaron las últimas jornadas. La forma adoptada para anunciar las limitaciones sobre tarjetas para turismo externo sembró todas las dudas. El propio BCRA sinceró que está rascando el fondo de la olla de las reservas.
Las incongruencias no terminan: Pesce dispuso esa restricción, pero en forma insólita sigue subsidiando, un 25%, el dólar turista a 176 pesos. Hay directores que propician eliminar ese beneficio.
Pero peor fue la comunicación sobre las tenencias de dólares en los bancos: provocó una importante corrida de depósitos en dólares billetes. Un chat de dos vecinas y una nota claramente apócrifa tuvo más credibilidad que toda la estructura y poder del BCRA.
Alberto escucha a Pesce. Es su amigo y le tiene confianza. Pero banca a Guzmán.
La pelea llega en el peor momento: las diferencias son utilizadas por los duros del FMI para solicitar mayores exigencias. Así ocurre una cosa de locos: “El muerto se asusta del degollado” .
Guzmán le prometió a Alberto que el acuerdo técnico con el FMI estará listo antes del 22 de diciembre. El “dead line” se fijó porque en esa fecha vencen US$ 1.800 millones y el ministro pretende que el FMI lo incluya en el nuevo paquete.
El equipo económico viaja a Washington con esa meta: volver con el acuerdo en Navidad.
La fecha parece ambiciosa. Los burócratas de Washington ponen paños fríos y afirman que -si todo anda bien- recién en la primera quincena de enero estaría listo el “memo de entendimiento”.
Ambas partes tienen decisión, por primera vez, y voluntad de negociar en serio. Pero las diferencias persisten. Guzmán ya envió el Plan Plurianual a Washington. En el FMI dicen que existen incongruencias y que las ambiciosas metas fiscales y de financiamiento tienen “mucho dibujo y contabilidad creativa”.
Existen dos cuestiones centrales: el FMI objeta que Guzmán haya maximizado el ingreso de dólares por parte de organismos multilaterales.
Pero la cuestión clave es la cambiaria. Georgieva no pide explícitamente una devaluación, pero exige que las reservas aumenten desde el primer día del acuerdo. En otras palabras, utiliza ese sutil “gambito” para exigir un salto en el tipo de cambio.
Guzmán rechaza la devaluación brusca. Pero existen varios papers secretos en Economía que evalúan dos alternativas para aumentar el dólar.
La primera es hacer un crawling peg y acelerar los ajustes. Ya está ocurriendo y la devaluación saltó del 1 al 2,5 % mensual.
La otra es más agresiva y surge del BCRA: seguir con el crawling peg y agregarle saltos adicionales mensuales hasta recuperar un 25 % el el próximo cuatrimestre.
La UIA apoyo en su Conferencia un acuerdo con el FMI. El influyente Adelmo Gabbi, de la Bolsa, dijo: “Sin acuerdo, no hay Argentina”.
Porque los hombres de negocios están preocupados. Ahora, un sector por primera vez sale de las habituales frustrantes quejas y reclamos de las asociaciones patronales.
María Pía Astori, de la Fundación Mediterránea, anunció un acuerdo con Carlos Melconian para trabajar en un programa económico de crecimiento.
La decisión fue inesperada y generó mucho ruido. Melconian ya sabe de las presiones que se le vienen y fue categórico: “Tengo huevos y me las banco”.