MARCELO BONELLI
Martín Guzmán mantuvo esta semana varios contactos –vía Zoom– con los funcionarios del Fondo Monetario. Guzmán trata de hacer exactamente lo contrario a lo que hizo: acelerar las cosas, después de que durmió todo el año. Hubo conexión con Julia Kozak y ambos tratan de armar un cronograma de negociaciones: a la brevedad vendría una misión de FMI a Buenos Aires. La fecha tentativa sería después del 10 del diciembre.
Washington pidió antes de viajar un requisito: que Alberto tenga armado un plan consistente y que Argentina no dilate las decisiones. También exige un acuerdo político concreto. Al FMI no le importa la oposición: básicamente, que ese programa tenga el aval de Cristina.
Guzmán habló con la vice. El ministro transmitió –en privado- que Cristina quiere cerrar el convenio. Ambos tuvieron un contacto telefónico en la víspera de los comicios y del anuncio presidencial.
Alberto habló también con Cristina y Sergio Massa. Les adelantó el anuncio de la noche del domingo. La vice -ahora- critica al ministro por su falta de resultados y le reprocha la pérdida de reservas del BCRA. Así protesta: “Todo esto nos costó U$S 5.000 millones”.
Pero –se sabe- la reacia actitud de la vice fue uno de los verdaderos motivos que frenó la negociación con el FMI. También, la ausencia de timing de Guzmán: estaba todo listo a fines de 2020 y el ministro decidió dilatar las definiciones.
La estrategia de “patear para adelante” le salió mal: hoy Kristalina Georgieva está débil y endurece su posición, y el exiguo nivel de reservas obliga a la Argentina a apurar el cierre. Ya la pandemia no sirve para exigir excepciones.
La vice, de todos modos, acompañó la decisión de Alberto: como anticipó Clarín, Guzmán seguirá al frente del Palacio de Hacienda y será el jefe de la negociación. Cristina se sinceró en charlas íntimas: “Ahora, que Martín pague los costos”.
Hasta el momento, el “programa plurianual” consiste en lo siguiente: un inusual anuncio oficial, un título rimbombante y un puñado de proyecciones sin mucha credibilidad internacional. Sergio Massa transmitió la verdad a los jefes de bloques: “Por ahora, nadie tiene el programa porque Guzmán lo está confeccionando”.
En el acto por el Día de la Militancia, Alberto Fernández le mandó varios mensajes a Cristina Kirchner: otra vez quedaron expuestas sus diferencias.
Existen proyecciones fiscales y financieras. Guzmán arranca con un déficit del 3,3% para el 2022 y promete un ajuste fiscal decreciente de medio punto por año: llegaría a un hipotético déficit cero en 2028. Parece ciencia ficción. Sus enemigos del mercado lo apodan “Guevara Guzmán”. Hacen alusión a las declaraciones contestatarias del ministro.
Sin duda son proyecciones voluntaristas. Pero Guzmán contraataca: “El acuerdo no debe afectar el crecimiento”. Así se lo dijo esta semana a la ministra de España, Nadia Calvino, y su colega de Italia, Daniele Franco. Busca apoyo en el directorio del FMI. El ministro aduce que son “negociaciones geopolíticas”. Sus colegas lo atienden y le tienen paciencia. Al final le recomiendan: que acuerde con el staff del FMI.
Guzmán estuvo en Olivos el fin de semana. Trabajó con Alberto los detalles del anuncio y, como anticipó Clarín, las decisiones cambiarias que se tomaron esta semana. El tema del dólar es la clave: el FMI exige decisiones y dice que la situación actual es insostenible.
Guzmán está firme: no acepta devaluar. Washington -en verdad– busca un apoyo de los hombres de negocios y en especial de los caciques del Frente de Todos: Cristina, Massa, Máximo y Axel.
La vice quedó golpeada: estuvo preocupada durante el domingo y su estado de ánimo mejoró con los datos de Buenos Aires. Pero esa remontada no escondió algo evidente: Cristina tuvo una fuerte derrota política.
A la vice se le mancaron todas sus candidatos provinciales. En eso se parece a Mauricio Macri.
Pero Cristina perdió la mayoría del Senado y sufrió un duro traspié su proyecto sucesorio para el 2023: Axel Kicillof terminó golpeado y Máximo Kirchner averiado. Existen informes en Wall Street que elucubran demasiado: dicen que podría ser el inicio del final del ciclo kirchnerista.
La fuerte pelea interna de poder traba decisiones e impide soluciones. En el FMI focalizan en la relación Alberto-Cristina. En Washington no creen en falsas promesas de “pax” y los últimos movimientos lo confirman: en el acto del militante se expusieron crudamente las diferencias.
El domingo, en el búnker del Frente de Todos, se produjo una dura conversación entre el Presidente y Máximo. Fue a solas.
Máximo le reclamó suspender la movilización del miércoles. Exclamó: “Ese acto es declararle la guerra a La Cámpora y Cristina”.
Alberto le recordó el desaire que sufrió en el Día de la Lealtad. Ese día, el ministro Jorge Ferraresi le advirtió -a tiempo- al Presidente que no concurriera porque el clima era hostil.
La Cámpora, con Máximo a la cabeza, festejaban que Hebe de Bonafini y el corrupto Amado Boudou denostaban al Presidente. Alberto –este domingo– terminó de escuchar las exigencias de Máximo y respondió: “El acto se hace. Ya estoy comprometido. Ahora lo anuncio”.
El Presidente envió varios mensajes contra Cristina. Se paseó a la vista con todos los funcionarios más odiados de la vice: Santiago Cafiero, Julio Vitobello y reapareció su archienemigo Juan Pablo Biondi. Cristina dice despectiva que el círculo íntimo de Alberto “se parece a lo muchachos de Polémica en el Bar”.
Alberto también envió un mensaje a los gobernadores: habló de las PASO para elegir candidato y cuestionó el “dedazo” de Cristina, el mismo que le permite ser presidente. Cristina dice que es un ingrato.
Juan Manzur y Martín Guzmán, dos ministros en los que Alberto Fernández se apoya en medio de la interna que recrudece con Cristina Kirchner.
En los informes de Wall Street se sostiene que atrás de la movida política hay un intento de desplazar a Cristina del foco de las decisiones. Así lo admiten en la Rosada: “Que se acabe la lapicera de Cristina”.
Juan Manzur lidera esta movida desde la Jefatura de Gabinete y tiene fuertes aliados sindicales. También de algunos gobernadores, que por ahora temen mostrar los dientes, a la vice. El propio Alberto habló con varios y el mensaje de la CGT fue coincidente: “Nosotros vamos a apoyar si vos asumís la responsabilidad de ser presidente”.
Cristina conoce todo y habló en profundidad con Máximo. Por ahora, la vice mantendrá perfil bajo y dejará hacer a Alberto: también –como con Guzmán– quiere que sea el Presidente quien sufra los costos de las duras decisiones económicas. El martes –para cubrir las formas- acordó con Máximo, que La Cámpora fuera al acto. No se quisieron quedar afuera de un acto masivo.
Pero ambos acordaron también las chicanas adolescentes que instrumentó el líder de La Cámpora: llegar a la Plaza cuando Alberto había finalizado el mensaje y ubicarse donde los Montoneros estaban cuando fueron echados por Perón. En estas arcaicas trapisondas están los máximos dirigentes: una verdadera caricatura.
Manzur consulta mucho al financista Javier Timerman: le pidió que arme un encuentro con Martín Redrado. El jefe de Gabinete también solicitó –a un influyente empresario– acercar a Roberto Lavagna, aunque el ex ministro está muy reacio a la Casa Rosada.
La nueva “ley de envases” metió mucho ruido –otra vez– con el movimiento empresario. Una vez más, las cámaras patronales están vulnerables y siempre atrás de los acontecimientos. La propicia Máximo y generó un revuelo en el Congreso. Graciela Camaño le pegó duro el lunes: “Esto es un curro”.