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ANÁLISIS
Washington Post: ¿Puede EE.UU. competir con China y también salvar el planeta?
WASHINGTON POST/MINING PRESS/ENERNEWS
17/11/2021

FAREED ZAKARIA *

Fareed Zakaria's articles (Washington Post)) |

El acuerdo conjunto entre Estados Unidos y China sobre “mejorar la acción climática” fue visto con razón como un paso adelante, pero, por ahora, un paso muy pequeño. No tenía el tipo de objetivos específicos que marcaron el acuerdo de 2014 negociado por la administración Obama que precedió a los acuerdos de París.

Pero sugirió la reanudación de un diálogo serio entre las dos economías más grandes del mundo y los mayores emisores de gases de efecto invernadero, lo que explicaría por qué tantas naciones sintieron que la declaración dio nueva energía a la acción climática. Viniendo como lo hizo después de años de relaciones tensas entre Washington y Beijing, destaca el dilema central para la política exterior de Estados Unidos en el futuro. 

¿Debería centrarse en resolver los problemas globales más grandes y desafiantes, o debería centrarse en competir con China?

Como señala Uri Friedman en el Atlántico, el presidente Biden habló en la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre sobre "una verdad fundamental del siglo XXI" de que "nuestra seguridad, nuestra prosperidad y nuestras mismas libertades están interconectadas", y declaró que "nosotros deben trabajar juntos como nunca antes". 

Al pensar en los problemas de vanguardia del futuro, como el clima, las pandemias, la guerra cibernética y la seguridad cibernética, es difícil ver cuánto se puede lograr sin alguna colaboración entre Estados Unidos y China.

Y, sin embargo, Biden ha prometido que su administración seguiría una política de " competencia extrema" con China. Ha adoptado muchas de las políticas del expresidente Donald Trump hacia Beijing, sobre comercio, tecnología y Taiwán. 

La continuación de cada uno de estos enfoques puede tener beneficios tácticos para Estados Unidos, pero como señala Friedman, podrían estar en tensión con una estrategia centrada en reparar y reconstruir un sistema internacional. Este último camino es la única forma de abordar los crecientes desafíos comunes que los países no pueden abordar individualmente.

Para la administración anterior, no había tensión entre estos dos enfoques, porque no creía en el orden internacional liberal basado en reglas. Para Trump, el sistema de comercio abierto, las alianzas de Estados Unidos e incluso el enfoque en los derechos humanos fueron estafas que permitieron a otros países aprovecharse de Estados Unidos. 

Adoptó con entusiasmo un enfoque muy diferente, en el que Washington perseguiría estrechamente su propia ventaja, a menudo él mismo rompiendo las reglas y violando las normas. De derecha populistas, desde Trump hasta Vladimir Putin de Rusia, Viktor Orban de Hungría y Recep Tayyip Erdogan de Turquía, todos reconocen que las instituciones, las reglas y los valores internacionales limitan su capacidad para actuar como deseen, cuando lo deseen. Todos parecen preferir un mundo de nacionalismo y proteccionismo. Y si eso significa el desmoronamiento de la globalización, el sistema de comercio abierto, la Unión Europea e incluso la OTAN, mucho mejor.

Pero Biden surge de la tradición de la política exterior estadounidense que construyó este orden abierto basado en reglas. En una entrevista conmigo en CNN la semana pasada, Jake Sullivan, el asesor de seguridad nacional, expuso claramente el objetivo de la política estadounidense hacia China: “El objetivo de la administración Biden es moldear el entorno internacional para que sea más favorable para el intereses y valores de Estados Unidos y sus aliados y socios en democracias afines”. 

Explicó cómo debería ser ese entorno internacional: un "sistema económico internacional abierto, justo y libre, y donde los valores y normas básicos consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos son respetados en las instituciones internacionales".

¿Se pueden perseguir ambos objetivos al mismo tiempo? En 2019, Sullivan y Kurt Campbell, ahora el principal asesor de Sullivan en el Indo-Pacífico, fueron coautores de un ensayo de Foreign Affairs que intenta enhebrar la aguja de manera inteligente, argumentando que la clave será acertar “el equilibrio entre cooperación y competencia".

El ensayo, que podría ser la clave de la estrategia de Biden en China, establece una política cuidadosa y mesurada en los ámbitos militar, político y económico. Pero al observar el entorno polarizado de Washington, es difícil imaginar que una Casa Blanca pueda actuar de una manera sofisticada y matizada en un tema que se ha vuelto tan políticamente incendiario como China.

En su ensayo, Sullivan y Campbell rechazan una simple analogía con la Guerra Fría pero argumentan, correctamente, que se pueden aprender lecciones de esa larga lucha. Destacan la importancia crucial de reconstruir la fuerza de Estados Unidos en casa, con el gobierno haciendo inversiones a gran escala en ciencia, tecnología e infraestructura como lo hizo en las décadas de 1950 y 1960. Hablan de la importancia de los aliados.

En mi opinión, la lección central de la Guerra Fría es que lo que permitió que Estados Unidos finalmente prevaleciera no fue derrocar a algunos gobiernos pro-Moscú en África y América Latina, intervenir militarmente en Vietnam o ponerse del lado de las dictaduras de derecha en América Central. 

Estaba construyendo un sistema internacional abierto que aseguraba la paz, la prosperidad y la libertad y permitía a todos los que participaban prosperar y prosperar. Si ese logro central de la política exterior estadounidense se sacrificara para obtener alguna ventaja táctica temporal contra Pekín, sería un error y una tragedia histórica.

* Columnista de The Washington Post


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*La información y las opiniones aquí publicados no reflejan necesariamente la línea editorial de Mining Press y EnerNews

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