MARÍA FERNANDA SUÁREZ *
El mundo emite más de 50 billones de toneladas de gases efectos invernadero (GEI) por año y de acuerdo con los expertos necesitamos llegar a cero en menos de 30 años. Enfrentar el cambio climático a la velocidad requerida es uno de los mayores desafíos de nuestros tiempos.
El problema consiste en que gran parte de las emisiones son consecuencia de actividades esenciales para nuestra vida y aún no están maduros todos los desarrollos tecnológicos que requerimos para vivir sin emitir. La transición requiere acelerar los cambios para preservar nuestro futuro, al tiempo que debemos ser realistas con nuestro presente y con el tiempo que tomarán los cambios.
La transición energética es la clave dado que genera el 73 por ciento de las emisiones de GEI. La buena noticia es que la energía solar y eólica es hoy más competitiva que muchas formas de generación tradicional. Sin embargo, son fuentes variables y aún no es posible tener una matriz confiable y eficiente basada solo en este tipo de energías.
La velocidad de la transición dependerá del tiempo que tomen en llegar a fase comercial tecnologías como: almacenamiento de energía, desarrollo de la cadena de hidrogeno y captura y almacenamiento de carbono. En el proceso de innovación tecnológica, la cooperación mundial será esencial para responderle a los 9 billones de personas que habitarán el planeta en 2050; pero esta cooperación debe considerar que no todos los países partimos del mismo lugar y se requiere una transición justa.
Existe una relación directa entre consumo de energía, desarrollo y emisiones, motivada por la industrialización y el nivel de ingresos. Un habitante promedio en Estados Unidos emite 12 t CO2/año y tiene un ingreso promedio de $63.000 dólares/año, el de la Unión Europea emite 6 CO2/año con un ingreso de $34.000 dólares/ año y el colombiano promedio emite menos de 2 CO2/año y tiene un ingreso promedio de $5.300 dólares/año.
¿Deben todos los países llevar la misma carga en este desafío global? Una transición justa será aquella en que los más desarrollados aceleren su transición, invirtiendo e implementando las nuevas tecnologías hasta que estas sean costo eficientes y repartiendo adecuadamente la carga a través de mecanismos como el impuesto al carbono.
Mientras tanto, Colombia tiene una de las matrices eléctricas más limpias del mundo, exportamos el 50 por ciento del petróleo de la producción y producimos nuestro propio gas. Cerca del 10 por ciento de los ingresos de la nación provinieron del petróleo en 2019 y las regalías con un presupuesto bienal de 17 billones son una fuente esencial para inversión. Los ciudadanos y la industria necesitan precios de combustible y de energía más baratos.
La tecnología, la velocidad y la fecha para sustituir el petróleo y el gas son variables aún indeterminadas. Necesitaremos petróleo y gas por muchos años más. ¿Tiene sentido renunciar desde ya a desarrollar nuestros campos de petróleo e importar combustibles? Un resultado que generaría más emisiones de Co2 y que nos haría más pobres.
La entrada de energía solar y eólica a Colombia es un buen ejemplo de velocidad, el país estudió el potencial, preparó el marco legal, generó incentivos tributarios y realizó una subasta solo cuando los precios eran competitivos. La política energética requiere una planeación de largo plazo en la búsqueda de un sistema confiable, eficiente y sostenible.
En una transición justa nos debe preocupar tanto la entrada de fuentes limpias como asegurar que mientras lleguen tendremos energía; desafortunadamente se está poniendo en jaque nuestra confiablidad por la incapacidad de predecir la fecha de entrada de la línea de transmisión que conecta las granjas eólicas con el sistema nacional o si importamos gas dada la incertidumbre jurídica para desarrollar nuestras reservas de hidrocarburos. Esta incertidumbre desacelera la transición y la hace más costosa para los ciudadanos.
Tenemos que resolver con urgencia los problemas del presente, al tiempo que nos preparamos para el escenario de carbono neutralidad. Preparar este escenario debe incorporar al menos tres planes: reconversión tecnológica, reemplazo de ingresos y reconversión laboral.
En reconversión tecnológica es necesario avanzar en la misión de expertos sobre hidrogeno, fortalecer el sistema de interconexión e implementar los sistemas de medición inteligente. En reemplazo de ingresos, oportunidades como emisión de certificados de captura de CO2 con siembra de árboles a gran escala y minería metálica.
La transición energética aumentará la demanda de minerales metálicos. Quienes piden carbono neutralidad y se oponen a la minería metálica, son parte del problema y no parte de la solución.
En reconversión laboral es urgente diseñar programas que permitan reentrenar a quienes derivan su sustento del carbón, este energético será el primero en extinguirse y no podemos dejar a su suerte a los miles de familias que dependen de él.
Colombia es rico en recursos renovables y no renovables, y debe poner toda su potencialidad a producir para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Promoviendo el desarrollo con estrictos estándares ambientales y acelerando e incentivando la entrada de las tecnologías limpias tan pronto como sean competitivas.
Colombia se debe mirar al espejo, reconocer quiénes somos, dónde estamos y definir la velocidad correcta con la que debemos transitar hacia una transición justa. Debemos pasar de la vanidad a la seriedad y de la pasión a la sensatez.
* Exministra de Minas y Energía