El litio asoma como uno de esos sectores que pueden aportar dólares y actividad en los próximos años en la región del Noroeste
PABLO ORTEGA
De todas las discusiones pendientes que tiene la Argentina, definir un modelo de desarrollo consistente y acorde a estos tiempos es una de las prioritarias para salir del estado de crisis permanente.
Los principales expertos en la materia lo admiten: el país no tiene una visión definida y sostenible sobre cuáles serán los sectores generadores de riqueza, qué incentivos se necesitan para estimular su crecimiento o qué oportunidades de especialización existen para lograr una adecuada inserción en el mundo que viene.
Suelen proliferar las etiquetas o los clichés antes que los debates en profundidad y el compromiso por encarar políticas articuladas que se sostengan en el tiempo. Una consecuencia más de vivir inmersos en el cortoplacismo y obsesionados por el pasado.
El litio asoma como uno de esos sectores que pueden aportar dólares y actividad en los próximos años en la región del Noroeste. La electrificación de la industria automotriz ya no tiene vuelta atrás y está acelerando los proyectos de producción del mineral en todo el mundo.
Con alrededor de la quinta parte de las reservas globales, la Argentina podría convertirse en el tercer proveedor mundial de carbonato de litio, componente esencial para la fabricación de baterías, tanto para la industria automotriz como para la telefonía celular. Pero se trata de un sector que recién está dando sus primeros pasos y al que le falta mucho aún para su consolidación.
¿Hasta dónde puede llegar? ¿Hay verdadero potencial para que se transforme en estratégico y genere valor agregado, o es apresurado plantearlo? Las empresas que participan del negocio hoy dejan una coincidencia: antes de pensar en si la Argentina puede fabricar baterías para autos (la lógica inclinación industrialista frente a la visión extractivista de la minería) debe primero crecer en la producción del mineral, que de por sí demanda capital y tecnología.
Consolidarse como proveedor sofisticado para luego pensar en otro tipo de derrames, sin intentar correr una carrera apresurada de la que puede ser desplazado por un tema de escala.
En ese sentido, los rumores de proyectos que circularon sobre intentos de nacionalización de la actividad no hacen más que generar alarma y pueden desviar el curso de la corriente, dado el triste historial de intervenciones que vienen ahuyentando las inversiones.
Es querer apropiarse de una riqueza que todavía no se generó y está más lejos de lo que se cree, por culpa de una mirada sesgada.
El caballo va delante del carro y no al revés (una obviedad que no se verifica en la práctica muchas veces). Los sectores que pueden multiplicar dólares y transformarse en locomotoras de la actividad -el agro, Vaca Muerta, la economía del conocimiento- requieren señales claras y reglas estables.
Es el único camino para reactivar la creación de empleo privado, que viene en picada hace una década y no parece despertar la alarma suficiente para promover discusiones razonables sobre qué puede producir la Argentina en condiciones competitivas hoy.