MARCELO BONELLI
El dólar volvió a retomar la carrera y la última suba de la divisa alteró los ánimos en la Casa Rosada. Este jueves subió otros 4 pesos y en sólo dos semanas recuperó toda la baja que tuvo en el primer trimestre. El billete cerró en 170 pesos y su cotización podría seguir arriba: una actualización, solo por la inflación, lo haría tocar 200 pesos. El tema se evalúa al máximo nivel político: un dólar inquieto puede complicar la campaña electoral.
Pero a ese nivel, este jueves, la noticia de la rebaja de categoría de Argentina, de economía emergente a "standalone" o mercado independiente (más baja que "de frontera"), fue un golpe inesperado. El país queda afuera de todos los flujos inversores. En lenguaje futbolero, "si estábamos en la B (emergente) y caíamos a fronterizo (era jugar en la C), ahora nos caímos a la divisional D".
Pero volviendo al dólar, las luces de alarma se encendieron en el Frente de Todos: recién se esperaba un movimiento para agosto. Ya se adelantó dos meses. Alberto Fernández le exigió a Martín Guzmán un plan de contingencia. Así le dijo: “Martín, el dólar no se puede escapar”. Ahora, el BCRA volverá a frenar importaciones y Economía a “empapelar” de bonos la banca pública. Vencen títulos por $ 1,3 billón y parte se puede ir al billete.
Ambos hablaron del tema el último sábado: cuando Guzmán buscó la bendición para pagar al Club de París. Guzmán dijo: “Hay que evitar un cimbronazo cambiario”. Ya el Presidente había recibido informes inquietantes: las cerealeras proyectan reducir el ingreso de divisas y buena parte de la economía –los que pueden– quieren esperar los comicios, dolarizados.
Cristina y Máximo también están intranquilos. Hasta ahora solo es una incipiente turbulencia. Pero la propia inflación oficial genera inquietud.
Guzmán cambió la pauta de inflación del Presupuesto. Caducó el irreal 29 % , y en Economía ya trabajan con una nueva pauta anual del 40 %. Clarín lo confirmó con tres calificadas fuentes oficiales. Los funcionarios no lo van a admitir en público, pero el dato fue informado a Cristina y los jerarcas sindicales.
Esto motiva los nuevos reclamos salariales. La proyección admite un índice en junio de alrededor del 3%. Después –hasta fin de año- un exiguo promedio mensual: 2%. La Casa Rosada busca ese milagro con una formula peligrosa: congelar y poner en una “olla a presión” por un semestre a todos los precios centrales de la Economía.
En la UIA de Daniel Funes de Rioja lo llaman el “Plan Otoño”, porque lo vinculan al “ Plan Primavera”. Esa experiencia de Raúl Alfonsín terminó mal. El “congelamiento” de la carne forma parte del “Plan Otoño”. La medida podría ocasionar un acto de repudio el 9 de Julio. Lo impulsan “duros” y “autoconvocados”. Evalúan adherir Nicolás Pino, de la Rural, y Jorge Chemes, de CRA. Coninagro y FAA ponen paños fríos: afirman que el enfrentamiento es funcional al deseo electoral de Cristina de confrontar con el campo. El encuentro entre Alberto y la Mesa de Enlace no ayudó. Fue tenso y, al final, una decepción.
Alberto intentó seducirlos, pero fue contradictorio. Primero dijo: “Yo estoy a favor la exportación” y sorprendió con explicaciones técnicas carentes de rigurosidad. Chemes –por lo bajo– comentó en forma socarrona: “Se nota que es abogado”. Carlos Iannizzoto contragolpeó: “Las medidas son un freno al productor”. Alberto insistió: “Hay que desacoplar los precios”. Pino respondió: “El desacople no existe”.
La nueva pauta inflacionaria es clave: un dólar blue actualizado por ese 40% arroja un valor -piso– para las elecciones de 218 pesos.
Por eso los “capos” de las cerealeras propusieron un plan para sostener, entre julio y septiembre, el flujo de billetes, y aflojar nubarrones. Miguel Pesce lo compró. Guzmán lo rechazó. El ministro ensayó solo una respuesta política: “Cristina nos va a acusar de ayudar a la Patria Sojera”.
La cuestión volvió a profundizar internas. Esta semana hubo cascotazos hacia Mercedes Marcó del Pont. Sergio Massa la volvió a cuestionar y la AFIP debió postergar el pago del monotributo.
Guzmán recibe “fuego amigo” cruzado: pálidas constantes de Cristina y también del ala política del Gabinete. Gabriel Katopodis pidió, en la intimidad, acción a Guzmán. En reunión de ministros fue categórico: “Martín debe dejar la comodidad de su escritorio”. Y remató: “Tiene que salir a defender la estrategia económica”.
La Cámara de la Construcción está conforme con el plan de obras. Esos hombres de negocios recompusieron la conducción después de años durísimos: el nuevo titular de la CAC será Gustavo Weiss. La lista incluye un acuerdo amplio sin exclusiones y participa Techint. La antítesis de la UIA.
Guzmán responde a los cuestionamientos con hechos: dice que evitó un nuevo default, que hubiera activado –aún más– la corrida del billete. Así lo dijo, en Olivos: “Hay que evitar un golpe a las reservas”. Sergio Chodos –su mano derecha- lo adula y dice en reuniones con banqueros: “Guzmán es el único ministro que hace goles”.
Pero la decisión de pagar al Club de París se adoptó después de fracasar en el objetivo inicial: que los países centrales de Europa y Asia refinancien todo el vencimiento por 2.400 millones de dólares. Ese fue el planteo del Presidente en su gira y la iniciativa que comenzó negociando Guzmán.
Alberto –en verdad- recibió duras respuestas de los líderes mundiales: todos le dijeron que primero haga un acuerdo con el FMI. Economía ni siquiera logró que Kristalina Georgieva emita una carta para el Club de París. Esa “letter report” solo tenía que decir que Washington negociaba con Buenos Aires. La “misiva nunca se escribió, porque es nulo el avance en las negociaciones. Julie Kozack –la auditoría del FMI– dice que Argentina ni siquiera elevó serios papers macroeconómicos.
El estigma de la deuda
Guzmán –por eso- exploró otras alternativas: la prioridad era no entrar en default. El jueves –hace una semana– mantuvo una larga negociación con Emanuel Moulin. Participaron los equipos técnicos del Club de París y de Hacienda.
En ese encuentro se logró el acuerdo. La propuesta final de “pago parcial” fue de Guzmán después de explorar varias fórmulas.
El jefe –Moulin- del Club de París la bendijo: antes hizo, una consulta con sus poderosos socios. La propuesta de acuerdo dejó “patas para arriba” los últimos documentos del cristinismo duro: los voceros de Cristina habían exigido no pagar nada al Club de París. El ministro, pragmático, desoyó ese relato: sabía que si no abonaba un mínimo de la deuda, las cosas podían irse de las manos.
Por eso, Guzmán preparó un “memo” a Alberto. En ese documento insistió en dos cuestiones. Primero, dice que el “punto central” es que Argentina logró un alivio de 2.000 millones de dólares. También afirma que los intereses que devenga la obligación no se van a abonar: ese “taxi financiero” se suma a la deuda global a renegociar en marzo.
La Argentina igual pagará un 9% para refinanciar la deuda. Argentina está afuera de mercado: Perú colocó bonos a sólo el 2%.
La explicación de Guzmán apunta a Kicillof: Axel firmó un generoso contrato a favor del Club de París y hasta aceptó abonar los leoninos punitorias del 9%. Guzmán siempre criticó a Kicillof. Esa fue la primera pelea entre ambos. Ahora, el gobernador le rodeó el rancho. Kicillof está atrapado en su laberinto: no puede cerrar la negociación de la deuda bonaerense, porque se contradice con su contestatario relato electoral.
Guzmán tampoco avanzará: no habrá acuerdo con el FMI hasta después de las elecciones. Para eso busca un guiño de EE.UU.: tendría fecha una reunión con Janet Yellen, la mandamás del Tesoro de Washington.