ADRIÁN SILVA BUSSO *
El problema del manejo parcial de información científica y, eventualmente, el de la lectura tendenciosa de la misma está en la génesis de los análisis sesgados que desvirtúan los objetivos científicos. Estos problemas se incrementan cuando el objetivo de ese conocimiento producido es echar luz sobre cuestiones que generan tensión en la sociedad, tal el caso de los conflictos socioambientales.
Hoy asistimos en Argentina y en el resto del mundo a interpretaciones extremas de las predicciones de distintos grupos de expertos sobre temas muy sensibles, como la evolución del clima, sin tomar en cuenta que estamos ante la descripción de tendencias globales, cuyo grado de incertidumbre -sobre todo en el nivel local- es muy grande. Y las consecuencias podemos verlas en el aumento del conflicto social, por cuestiones que deberían ser debatidas con más rigor científico y alejadas de cualquier intento de sobreinterpretación intelectual especulativa.
Un caso que llamó la atención recientemente fueron las manifestaciones realizadas por el director del Centro Nacional Patagónico (CENPAT) de Puerto Madryn respecto de los problemas hidrológicos de la región de la Meseta central de Chubut, en el contexto del debate por el desarrollo de proyectos mineros. En primer lugar, llama la atención que se haya abordado el tema con afirmaciones tajantes cuando, según la página web del CENPAT, no existe en esa institución ninguna unidad formalmente dedicada a estudios hidrológicos.
En segundo término, se debe resaltar que las manifestaciones emitidas por del director del CENPAT caen en contradicciones aparentes. En efecto, por una parte, manifiesta: “Hay investigaciones anteriores que ya aportaban datos y los modelados de las cuencas en la Patagonia nos llevan a un déficit de acá a los próximos años, esto ocurre ahora y se incrementará”. Y, al mismo tiempo sostiene que: “Las lluvias extraordinarias que estamos sufriendo y que generan todos estos problemas. Estos son otros de los efectos bien conocidos del cambio climático en nuestra región”.
Al respecto debemos señalar que los trabajos científicos publicados al respecto muestran la falta de conclusiones definitivas sobre la evolución climática en la Patagonia. Por una parte, según Kreps et al., (2012) en un estudio realizado por el CONICET y el INTA para la región de Patagonia Sur, se predice no sólo un aumento de temperatura sino también de precipitación, y condiciones a priori más favorables con mayor productividad en los pastizales y crecimiento en los árboles.
Por otra parte, según Srur et al., (2008) los pronósticos de cambio climático para la región del Nor-Oeste de Patagonia, en Argentina, las temperaturas tienen tendencia a aumentar y las precipitaciones a disminuir. A su vez, Raggio y Saurral (2021) para la cuenca del Río Negro y sus dos principales afluentes el Neuquén y Limay predicen la disminución en el caudal principalmente debido a una reducción en las precipitaciones en los Andes del norte de la Patagonia argentina.
Sin embargo, estos autores aclaran específicamente numerosas dificultades a la hora de la calibración del modelo por falta de datos y estudios y sugieren a los tomadores de decisiones deben tener en cuenta que existen diversas fuentes de incertidumbre asociadas a las proyecciones climáticas, las cuales fueron solo parcialmente evaluadas en su trabajo.
Pero mientras vemos que los estudios científicos no son concluyentes, se dan por sentadas conclusiones alarmistas que encienden y estimulan la agudización de conflictos sociales vinculados, que lamentablemente muchas veces terminan en acciones violentas, como la sufrida en Chubut por el presidente de la Nación y su comitiva. Los gravísimos ataques sufridos por el Jefe de Estado ocurrieron en el contexto de su visita a la región cordillerana de la provincia, afectada por fuertes incendios intencionales, que los manifestantes achacaban sin fundamentos a una variedad de actividades económicas e inmobiliarias que supuestamente se pretendían desarrollar allí.
La pregunta es: ¿queremos dedicar la energía social a fomentar conflictos o a prepararnos para que el impacto del cambio climático sea el menor posible? ¿Quiénes sufrirán más: los países subdesarrollados, con pobre infraestructura energética, mala infraestructura de distribución de agua potable y sin tener las necesidades básicas totalmente satisfechas o aquellos que tienen todo esto bien provisto? El imperativo ético frente a esta encrucijada, que involucra a toda la humanidad, es la erradicación de la pobreza, promover el desarrollo humano, social y ambiental, porque esto nos permite exigir y ejecutar una adecuada preparación para eventuales eventos extremos climáticos.
Esta discusión se multiplica en el país, la región y el mundo. Respetar la evidencia científica y ajustarse a sus conclusiones debería guiar el debate ambiental. Forzar lecturas o sobreinterpretarlas con fines políticos, solo tendrá consecuencias negativas y agravará los problemas.
* Doctor en Hidrología y Geología. Mat. Nac. 2243