Según el Instituto Oxford de Estudios Energéticos se requieren inversiones por US$ 50.000 MM
CLEDIS CANDELARESI *
Para que realmente se promueva un boom exportador de gas desde Vaca Muerta y Argentina se libere definitivamente de su status de importador de combustibles necesita inversiones por US$50.000 millones. El número, reconocido como un cálculo razonable por empresas del sector y análisis oficiales, está consignado en un flamante documento publicado por el Instituto Oxford de Estudios Energéticos (Oxford Institute for Energy Studies), centro de investigaciones avalado por la universidad homónima, que retrata la envergadura del desafío.
Argentina tiene una probada riqueza geológica, básicamente radicada en el gran reservorio no convencional de Vaca Muerta. La estrella es el gas, que podría abastecer toda la demanda doméstica durante los próximos siglos. Pero ese activo atesorado en el subsuelo necesita millonarias inversiones para ser extraído, licuado y despachado al mundo.
Hoy existe la necesidad de importar carburantes por más de US$6.500 millones al año, básicamente por la insuficiente producción de gas, combustible que domina la matriz energética local. Sin embargo, la posibilidad técnica y económica de explotar los hidrocarburos no convencionales como los de aquel mega yacimiento permitiría no sólo el auto abastecimiento sino que el país sea un proveedor del mundo.
Las petroleras que invierten e Vaca Muerta reclaman apoyo del Estado con el argumento de que el sector puede transformarse en “otro campo” por su capacidad de generar divisas. Pero ese cometido requiere superar obstáculos.
Uno de los talones de Aquiles argentinos es la falta de financiamiento, que difícilmente se recupere en el corto plazo. La otra es la incapacidad de promover inversiones privadas, incluso en sectores potencialmente rentables como el de los hidrocarburos.
Pero para que eso ocurra es necesario mejorar la competitividad de los yacimientos, desarrollar la infraestructura que permita evacuar el producto, tanto hacia países limítrofes como al resto del planeta, en este caso, después de haber sido licuado. Toda esta arquitectura demanda millonarias inversiones en dólares, que sólo se están ejecutando preliminarmente y con desembolsos de inversores a veces tímidos.
“¿Se convertirá Argentina en un relevante exportador de gas?” (Will Argentina become a relevant gas exporter?), es la incógnita que plantea el título del trabajo hecho público por el instituto británico fechado en mayo, que se realizó con la colaboración de la Universidad Austral.
La respuesta es categórica: eso podría ocurrir a partir del 2030 y si se invirtieran entre US$49.600 y US$50.800 millones.
De ese total, 38.500 millones serían insumidos por el upstream, para aumentar la producción gasífera de Vaca Muerta; otros 6,3 millones en el tendido de gasoductos; entre 3.750 y 5.000 millones para una planta de licuefacción que permita acondicionar el producto para ser despachado por barcos. Unos 1.000 millones adicionales, para una planta de urea, alguno de los proyectos asociados a ese anhelado boom.
El cálculo es similar al que realiza Gabriela Aguilar, gerente general y vicepresidente para Sudamérica de Excelerate Energy, la empresa que opera los barcos regasificadores en la Argentina y que hoy hacen el proceso inverso para inyectar en los gasoductos argentinos el GLP que se importa.
La firma está desarrollando con TGS un proyecto con miras a vender el gas local al mundo, a través del proceso inverso. “Por ahora entrañará una inversión de US$250 millones para licuar 4 millones de m3 por día. Pero un objetivo más ambicioso en el país entrañaría invertir US$50.000 millones para desarrollar integralmente la producción, el transporte y la licuefacción”, sostiene la ejecutiva.
La cifra de la publicación simplemente toma cálculos que en 2019 había hecho el propio gobierno argentino con el horizonte del 2030 e incluye obras que los actuales productores están evaluando hace un tiempo, pero que la incertidumbre sobre precios y la disponibilidad de divisas freezan.
El Estado podría afrontar parte de ese desafío, básicamente con el tendido de nuevos gasoductos, que hace un tiempo también se vienen evaluando en oficinas privadas. Hubo bosquejos de propuestas de empresas para esos tendidos con distintos mecanismos de financiamiento, que en algún caso incluyeron fondos de ANSES. Pero Alberto Fernández podría inclinarse por la contratación de obra pública convencional y luego concesionar la operación.
Energía ya habilitó una consulta con firmas chinas que podrían contribuir al financiamiento de ductos que lleven el gas desde Tratayén (Neuquén) a Salliqueó (Bahía Blanca). Sobre la mesa en algún momento también se puso la iniciativa del embajador en Brasil, Daniel Scioli, de llegar con el producto neuquino al sur del país vecino, obra que tendría un presupuesto mínimo de US$1.700 millones.
Varias compañías, YPF y Tecpetrol entre ellas, hacen números sobre la posible construcción de una planta para licuar gases y otros proyectos petroquímicos asociados. Decisiones de envergadura y largo plazo, que dependerán en gran medida de las condiciones económicas del país, pero también del mercado mundial.
El texto del Instituto Oxford también refiere a que los poco más de 3 dólares el MBTU que hoy cobran las productoras –en parte por el subsidio estatal a través del Plan Gas— no sería suficiente para alentar inversiones a largo plazo, que demandarían “4,3 dólares” esa unidad calórica.
Y éste es sólo el capítulo del gas. Las inversiones, que en producción dependen básicamente de los desembolsos privados, también se requieren para incrementar la oferta de petróleo no convencional, la otra pata de Vaca Muerta.
Si a aquel número resulta amedrentador, ni hablar del que resultaría agregándole los dólares que se necesitan para un impulso importante a la extracción de crudo.
Los inversores que conocen y operan en el mercado local subrayan todo el tiempo que la condición para encarar nuevos proyectos es que haya “reglas claras” y libertad para girar dólares. Sin embargo, el estímulo más eficaz parece ser el de tener una demanda y precios adecuados, según las expectativas empresarias del momento.
Una prueba es que los equipos instalados en los campos de hidrocarburos locales se reanimaron en los últimos meses al calor del subsidio del Plan Gas (que completa una porción del precio que reciben los productores) y la suba del petróleo en el mercado externo. Precio mata miedo.
“La macroeconomía, agravada por la pandemia, no permite planificar en el largo plazo”, comenta aquel análisis, en el que, de todos modos, se subraya que Argentina tiene muy buenas perspectivas para abastecer con su gas a los mercados de Chile y Brasil mientras se cultiva el esperado boom exportador al resto del planeta.
“Las expectativas de una fuerte política exportadora, disociada de la macroeconomía doméstica, podría permitir el desarrollo de numerosos proyectos de exportación” de productos derivados, completa el documento. Otro punto para la ley de promoción de inversiones en el sector que se discute desde antes del recambio de gobierno.
* Periodista