Yo no estoy de acuerdo con atrasar el precio del dólar, manifestó a viva voz el titular del BCRA. Estaba toda la cúpula y delegados de Economía. La decisión sobre el acuerdo con el FMI
MARCELO BONELLI
Miguel Pesce manifestó sus diferencias con la política cambiaria que instrumenta por orden del ministro Martín Guzmán. Pesce no comparte básicamente el corazón de la estrategia antiinflacionaria: atrasar el tipo de cambio. Lo expuso casi en público, en una reunión de una decena de personas, en el corazón mismo del Banco Central.
Ocurrió en la sesión de la estratégica reunión de directorio de la autoridad monetaria. Hubo una fuerte deliberación sobre la táctica monetaria y el bajo nivel –en términos reales– de las tasas de interés.
Pesce defendió la política: dijo que era una estrategia para sostener la actividad económica. Pero –en ese momento- uno de los históricos directores fue al hueso: afirmó que las tasas -por lo menos- y la política de devaluación mensual, tenían que ir convergiendo para el mercado.
Pesce contragolpeó. A viva voz y para que lo escuchen todos aclaró: "Yo no estoy de acuerdo con la política cambiaria de atrasar el precio del dólar”. Estaba toda la cúpula del BCRA, una decena de funcionarios y varios de sus asesores. Ambos vicepresidentes y la mayoría del directorio. Entre ellos, los delegados del propio jefe del Palacio de Hacienda. Uno fue Diego Bastourre. Fue colocado ahí para monitorear a Pesce. Guzmán lo colocó –como “sus ojos”- en el directorio del BCRA. El ex secretario de Finanzas se calló la boca y no refutó las criticas del titular del BCRA. Prefirió el silencio.
También participó el delegado formal del Palacio de Hacienda en el BCRA, Mariano Sardi, actual secretario de Finanzas. Emitió un sonoro silencio. Unas horas después, Guzmán tenía un informe completo. Fue el día en que Guzmán volvió de Moscú.
La City porteña ardió toda la semana. Fue el comentario –de boca en boca– de los banqueros. El tema se comentó en ambas entidades bancarias: ABA y ADEBA, y también la UIA. La pelea entre Guzmán y Pesce se mantiene latente. Ahora, las diferencias volvieron a asomar, apenas surgió la primera escalada del billete. También, cuando las cerealeras y los productores están definiendo cuándo se sientan sobre los “silo-bolsas”.
Pesce –siempre- propició una actualización del dólar. Tiene la convicción que atrasar el billete genera un “efecto placebo” en lo inmediato, pero un dolor de cabeza en el futuro. Pero el ministro le torció el brazo. Fue después de las desaciertos del BCRA, que desencadenaron en septiembre una corrida cambiaria: hubo una fuga de 5.000 millones de dólares y el dólar -financiero- aumento un 100%.
Guzmán tomo el control y avanzó sobre el BCRA. Impuso un auditor de la mesa de dinero, Lisandro Cleri, quien con el Fondo de Garantía del ANSeS opera activamente para poner paños fríos al dólar. El ministro mantiene el control de la política cambiaria. Porque tiene el apoyo de los máximos referentes del Frente de Todos .
Cristina y Alberto están dispuestos a todo para lograr un triunfo electoral en la primavera. Incluso poner en un “olla a presión” el tipo de cambio. La inflación de marzo cayó como una bomba y puso toda la estrategia en duda. El índice baja en abril, pero sigue alto: arriba del 3%. La real inflación hace casi inviable la meta oficial del 29%. También consolida un peligroso atraso cambiario.
El equipo de Cristina sacó a relucir sus adolescentes ideas. Voceros del Instituto Patria y de La Cámpora lanzaron una maniobra para hostilizar a Marco Lavagna. Para el “cristinismo” duro, el problema de Argentina no es que se recaliente la inflación. Sus colaboradores creen que pasa por otro lado: que el INDEC no dibuja la inflación, como lo hizo Cristina. La insólita objeción a Marco Lavagna provocó ruido en Wall Street. Hay bonos soberanos que cotizan por evolución de los precios y eso se advirtió en un informe del JP Morgan.
El jefe del INDEC transmitió serenidad: “Son operaciones. No hay que preocuparse”.
Pero Roberto Lavagna habría recibido consultas de “popes” industriales. Muchos “lobos” de Wall Street hicieron esta pregunta: ¿quieren que vuelvan las prácticas de Guillermo Moreno?
Por eso, Guzmán salió a respaldar la gestión de Lavagna. Lo hizo diplomáticamente para no irritar a las fieras del kirchnerismo.
Moreno intervino el INDEC y le hizo un daño terrible a la credibilidad de Argentina. El ruido sobre la política cambiaria, las nuevas diferencias entre Pesce y Guzmán y el fuego graneado sobre el INDEC llegaron en un momento crucial.
La Casa Rosada tiene decidido no hacer un acuerdo con el FMI. El propio ministro lo sugirió en forma concreta en el encuentro con Emmanuel Moulin. En Francia hubo un encuentro entre Guzmán y Moulin. El funcionario es poderoso: titular del Tesoro de Francia y presidente del Club de París.
Fue un diálogo técnico y sincero: se habló del inminente vencimiento –la semana próxima– por 2.300 millones de dólares. Guzmán fue al grano: le comunicó que Argentina utilizará todos los plazos legales para cancelar la deuda. Y además confirmó la noticia secreta: que va a abonar el millonario vencimiento con la ampliación de los Derechos Especiales de Giro (DEG) que prepara el FMI. En otras palabras: que Argentina no hará un acuerdo con el FMI para refinanciar sus deudas con el Club de París, ni con el propio Fondo.
La versión se incluye en un “memo” informal que se elaboró para el staff y directores del Club de París. La decisión obligó al BCRA a tomar medidas de mayor control para engrosar reservas: Guzmán busca dólares para abonar cash, lo que no cubra con los DEG del FMI.
También quieren billetes para enfrentar turbulencias cambiarias en el segundo semestre. El “Complejo Sojero” ya le avisó a la Casa Rosada que los dólares fluirán solo hasta mediados de junio, pero que -después- nadie venderá un grano a la espera del resultado electoral y de un eventual suba del dólar oficial. Así lo dicen: “Se van a sentar arriba de los silo-bolsa”.
Este panorama aceleró los torniquetes: el equipo económico volvió a cerrar los permisos para importar. El cerrojo afecta la producción e incumple compromisos que asumió el Ministerio de Producción. Las terminales de ADEFA que lidera Daniel Herrero, se quejaron con Matías Kulfas. El imprevisto torniquete frena planes de expansión.
Kristalina Georgieva recibe informes diarios sobre la evolución de las reservas en la Argentina. Tal como adelantó Clarín, el burócrata Alejandro Werner fue desplazado del FMI. En Washington no le perdonaron a Werner –y a Roberto Cardarelli, también desplazado- que haya liderado una negociación con Mauricio Macri que terminó en un fracaso multimillonario. Ambos fueron los “patos e la boda”.
La ayuda extraordinaria la decidió Donald Trump y la instrumentó Christine Lagarde. En el FMI siempre el hilo se corta por lo más delgado. Existe una larga lista de burócratas desplazados a la biblioteca o echados del FMI por los fiascos con la Argentina.
Christian Brachet fue el primero. Cerró un convenio con Bernardo Grinspun y terminó ordenando libros en el FMI. El catalán Joaquín Ferrán fue otro auditor que terminó en un oscuro destino. Igual suerte tuvo el hindú Anoop Singh y, ahora, la lista la completa Werner. Esa imposible relación con el FMI plantea un interrogante serio: ¿cuándo Argentina evitará los parches y ensayará un programa serio de desarrollo económico?