ALVARO RÍOS ROCA*
La victoria de los demócratas en EEUU acelerará la añorada transición energética mundial hacia combustibles menos contaminantes. La revolución de la energía limpia (Green New Deal) propuesta por el presidente Biden se sumará al esfuerzo algo solitario que tenía la Unión Europea.
Seguirá siendo un camino largo, tortuoso y plagado de incentivos tecnológicos y económicos para un lado y de penalidades e impuestos para el otro. En 2019, la matriz energética mundial era: gas natural 22,3%, carbón 25,9%, petróleo 32,3%, nuclear 4,5% y renovables 15%. Los fósiles fueron el 80,5%. Para 2030, las proyecciones son: gas natural 21,4%, carbón 22,3%, petróleo 30,4%, nuclear 4,5% y renovables 21,4%. Los fósiles seguirán dominando con cerca de un 70%.
El presidente Trump se retiró del Acuerdo de París en virtud de que no creía en el cambio climático y tenía como eje la generación de energía barata con carbón y gas natural en su país. El gas natural (shale) reemplazaba naturalmente al carbón, por su costo, y había el fuerte argumento de que se lograban mejoras substanciales en las emisiones de CO2. Esto cambiará bastante con los demócratas en el poder.
Nadie, pero nadie, desea energía cara. Los costos de producción de las distintas nuevas tecnologías limpias, la infraestructura de transporte, distribución y comercialización que debe ser desarrollada, sin embargo, aún cuestan demasiado. En este escenario de transición, la ruta está trazada y sin duda el gas natural es el energético fósil de más importancia para bajar emisiones.
Es el único energético abundante, de suministro continuo, de costo muy accesible y con infraestructura desarrollada para reemplazar al barato carbón (en China y muchos otros países), respaldar las energías intermitentes aun costosas (solar y eólica) y así proceder a reducir inmediatamente emisiones en generación eléctrica, con un combustible mucho más limpio.
En el segmento transporte, distribuidoras de gas están acelerando la conversión de vehículos de todo tipo (diésel, gasolina, etc.) a gas natural (mini GNL) para anticiparse y ganar mercado a los vehículos eléctricos que por ahora son una tendencia inevitable. Obviamente, querido lector que estos vehículos eléctricos necesitan electricidad. Adivinen de donde vendrá ese suministro eléctrico. Muy bien, en gran parte del gas natural y de fuentes de energía renovables intermitentes, a no ser que queramos hacerlo con carbón.
El bunkering (suministro de combustible de barco a barco) de gas natural en puertos para mover barcos con gas natural licuado (GNL) es una realidad con varios proyectos. También el mini GNL para convertir maquinaria pesada usada en minería y agricultura. En resumen, el gas natural no solo es indispensable para reemplazar al carbón y respaldar fuentes renovables en la generación de energía eléctrica, sino también para penetrar en el segmento del transporte dominado por los derivados del petróleo. Los ahorros en emisiones serán tremendos y también en costos. Este es sin duda el primer paso.
A los vehículos eléctricos se quieren sumar las baterías de almacenamiento de escala para respaldar energías de tecnologías intermitentes (solar y eólica) que van mejorando en costos. Sin embargo, a la fecha solo conocemos dos o tres proyectos pilotos de escala. Esto será una especie de segundo paso hacia la descarbonización del planeta.
Ahora, al último y definitivo paso: la Unión Europea apuesta fuertemente al hidrógeno (green energy). Entienden que no tienen combustibles fósiles y que las energías renovables intermitentes (solar y eólica) por sí solas no son la solución para descarbonizar el planeta. Ven que China ya ha tomado el liderazgo en el diseño y manufactura de sistemas solares y eólicos.
El continente americano (con EEUU a la cabeza y los shales) y también Rusia, siguen apostando a seguir produciendo y utilizar vastos recursos de gas y petróleo convencionales y no convencionales. La apuesta europea es que, con investigación y tecnología se pueden bajar los costos para la producción y almacenaje de hidrogeno, a partir de energías intermitentes (energía verde) y además generar una fuente increíble de empleos calificados y tecnológicos en adelante.
El hidrógeno generado de fuentes renovables se almacenará para respaldar estas mismas energías intermitentes, hacer funcionar vehículos (pilas de combustible), generar hidrogeno para petroquímica y acero y mucho más. El hidrógeno podrá ser en varias décadas más una especie de gas natural y además podrá utilizar gran parte de la infraestructura desarrollada para este energético.
En ese orden: gas natural de forma inmediata, baterías de almacenamiento eléctricas para complementar y, finalmente, energía verde del hidrogeno en el largo plazo. La era del carbón y del petróleo va cumpliendo su ciclo.
*Exministro de Hidrocarburos de Bolivia y socio director de Gas Energy Latin America