MARIO OSVALDO CAPELLO
El auto eléctrico y las últimas tecnologías de almacenaje y entrega de energías piden litio y nosotros lo podemos producir. Unos 4.000 millones de dólares se proyectaban a principio del 2019 para llegar a nuestro país con ese fin(1), 9 proyectos y dos ampliaciones significaban subir al tercer peldaño de la producción mundial.
La Puna Jujeña, Salteña y Catamarqueña vivió una verdadera revolución. Los compatriotas coyas ya pueden mandar a sus hijos a una universidad, acceder a uno de los mejores salarios del país, algunos incluso se convirtieron en empresarios encarando nuevas producciones y ofreciendo servicios en la Argentina que está a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar. Sin embargo, el nuestro, un país con riquezas minerales como pocos, continúa sin comprender.
Nos seguimos preguntando por qué Australia o Canadá nos sacaron tantas ventajas si en un tiempo estuvimos mejor. Nuevos hechiceros son escuchados con atención, en lugar de convocar especialistas para comprender lo que hace falta, aprovechando una riqueza que el mundo necesita para mejorar. Otros profesionales ligados generalmente a las ciencias sociales, opinan sin saber, ideologizados, mostrando chapas académicas con las que tapan su desfachatez. A este escenario rápidamente lo debemos abandonar.
La gula intermediaria inventó lo del triángulo del litio produciendo la confusión entre recursos y reservas. Bolivia es subida a una falsa oferta, los salares de Uyuni y Coipasa contienen 10 veces más magnesio que litio, no hay allí reservas para mostrar. Oro blanco, OPEP del litio, recurso estratégico, empresa nacional para la producción de litio, en la boca de muchos dirigentes políticos son frases que hablan de esa histórica incomprensión.
Para el 2026 se estima que el 70% del uso del litio se destinará a la producción de baterías. Sólo un 4 a 5% de su costo representa el agregado del electrolito litio-ion litio. El 95% restante son otros minerales y la tecnología necesaria para hacerlas funcionar con altísima eficiencia y seguridad. El premio Nobel de Química 2019 se otorgó por esa consideración. Hoy las grandes factorías que las producen se reparten en China (61%), EEUU (22%), Corea del Sur (12 %) y Polonia (5%).
Bienvenidas las posibilidades de producir baterías en Argentina, una actividad no impedida, promovida por el gobierno de Jujuy quién encaró un emprendimiento público privado, con una empresa italiana.
Sepamos que la producción en el país de LCE (carbonato de litio equivalente) genera un enorme valor agregado, que no debemos desconocer. Desde la cosecha y disposición de la salmuera para su concentración vía evaporación en grandes piletas, el paso a una planta de proceso en la que debe separarse el litio del resto de los elementos que lo acompañan, fundamentalmente potasio, sodio y el indeseado magnesio, repitiendo el proceso hasta que obtener un producto con alta concentración de carbonato de litio, grado industrial, o el más exigente y mejor remunerado, grado batería. Valor que está también en otorgar seguridad jurídica y garantizar competitividad, a inversiones del orden de los 400 a 600 millones de dólares necesarios por cada mina de litio.
El valor agregado está además en el muy buen salario de 300 puestos de trabajo directos por cada 20.000 toneladas de LCE que se produzcan, en unas 100 nuevas PyMEs necesarias para abastecer con bienes y servicios cada día de producción, está en el desarrollo de nuevas infraestructuras y en la garantía de un horizonte de trabajos para los próximos 30 años.
La burbuja inmobiliaria (adquisición de derechos) y de precios (tonelada de LCE) creada alrededor del Litio tenía fecha de extinción. La entrada de nacientes proyectos, donde con Australia, Chile, Canadá, China, Portugal, EEUU, Zimbabwe, Brasil y México competimos lo iba a producir. Esa burbuja pensábamos se rompía sobre el 2023, cuando la capacidad instalada de producción mundial duplicara su demanda. Pero esa caída en el precio del CLE se adelantó tras la pandemia, ante la interrupción en la fabricación de nuevos vehículos eléctricos.
El litio es tan abundante que sólo Argentina aspiraba a tener instalada una capacidad de producción en el 2023, similar a lo que el mundo consumió en el 2020. Mientras que para la demanda actual de distintos metales hay reservas de plomo, oro y zinc para los próximos 18 años, plata para 21, níquel por 35, cobre para 37 y hierro por 60; existen reservas de litio teniendo en cuenta el consumo proyectado para el año 2025 por los próximos 400 años. En que cabeza puede caber el formar una empresa nacional de litio, declararlo estratégico, ponerles trabas a la Inversión, la que si no se hace ya jamás se concretará, pues el litio sobrará en muy poco tiempo.
Livent con una capacidad de producción de 19.000 toneladas de LCE en Catamarca, acaba de anunciar la suspensión de inversiones por 300 millones de USD anunciadas en el 2017 que venía realizando, para duplicar su producción anual. Eramet en diciembre pasado, antes del COVID19, le transmitió al Presidente Alberto Fernández que su inversión en Salta, para producir 20.000 toneladas de LCE se detendría hasta que argentina supere controles de cambio y otras incertidumbres financieras, faltan invertir aún 450 millones de USD de los 600 se que requieren para empezar a producir.
En informe reciente el Banco Mundial proyectó la necesidad impresionante de tener que producir unos 3.000 millones de toneladas entre minerales y metales, necesarios para construir energía eólica, solar, geo-térmica y para poderlas almacenar, litio, cobre, plata, aluminio, cobalto, molibdeno: tendrán una demanda mayor frente al objetivo de mantener el aumento de temperatura global en menos de 2° Celsius.
Un viejo adagio enseñaba que hay tres cosas que no vuelven atrás: la flecha lanzada, la palabra dada y la oportunidad perdida. Ya no alcanzaremos los desarrollos de Australia o Canadá, fruto precisamente de tantas oportunidades que hemos perdido. Debemos dejar atrás desinterés e ideologismos que dejaron abandonada a buena parte del país y a quienes habitan en ellas.
No somos el único país que tiene litio, sólo hace falta comprender que competimos por proveerlo. Necesitamos similitudes macro económicas con nuestros competidores que garanticen competitividad al producirlo, y abandonar abrazados al conocimiento los mitos que nos estancan. De lo contrario habremos perdido una nueva, y tal vez en el tema litio, dada su abundancia, la última oportunidad.