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ANÁLISIS
Waissbluth: Crisis, empleo, empresarios y populismo en Chile
MINING PRESS/ENERNEWS/El Mostrador
02/04/2020

MARIO WAISSBLUTH*

Todos los países del mundo, salvo Chile hasta hoy, han anunciado importantes paquetes económicos, de 10% o 15% del PIB, para créditos, garantías o aportes de capital de largo plazo destinados a salvar empresas de todo tamaño, de modo que puedan mantener a sus trabajadores, y también como aporte directo a los ya desempleados o trabajadores por cuenta propia. El “paquetito” chileno anunciado hasta ahora (y obstruido a placer por la seudoizquierda) es de un mero 1.7% en dinero fresco, el restante 3% consiste en la práctica en préstamos de corto plazo. ¿Qué va a hacer usted? ¿Va a aplaudir a los populistoides del Congreso que lo quieran obstruir o para usted primará la sensatez, en la convicción de que Chile solo saldrá adelante con una sólida alianza entre el sector público y el privado, como en cualquier país socialdemocrático serio?

“El Consejo de Rectores (Cruch) emitió una declaración en contra de un proyecto de ley, anunciado por los diputados Maya Fernández y Juan Santana (ambos PS), que busca suspender los cobros de aranceles en las instituciones de educación superior a raíz de la crisis por el coronavirus, por considerar que podría traer graves consecuencias para los planteles”.

Una vez más, la seudocentroizquierda, la mayoría de cuyos integrantes representa una suerte de izquierdo-populismo rasca, da pruebas de su nula comprensión acerca del funcionamiento de las organizaciones, sean estas empresas con fines de lucro o universidades sin fines de lucro.

Es muy probable que jamás hayan tenido que administrar ni siquiera un buque manicero y por eso que no les pasa por la cabeza el complejo concepto de que estas organizaciones tienen mensualmente ingresos y egresos, y que estos egresos incluyen pagar sueldos y posiblemente devolverles créditos a los bancos. Entonces les resulta bien fácil: “Que las empresas grandes les paguen el sueldo a sus trabajadores mientras hay epidemia, que para eso tienen plata” o bien “que dejen de cobrar los aranceles” o… “que las empresas eléctricas no cobren la luz mientras dura la epidemia”. Super fácil. Total, las empresas eléctricas no tienen trabajadores, y si son termoeléctricas, no tienen que comprar diésel para sus generadores, ni tampoco deben pagar sus megacréditos por las inversiones realizadas.

En Chile, lamentablemente, hemos tenido algunas decenas de grandes empresarios ladrones de baja estofa. Esto incluye a Mr. Ponce Lerou, de triste fama, La Polar, los coludidos de los pollos y las farmacias, la Ley de Pesca, los dueños de muchas AFP, y un buen lote adicional, e incluso universidades truchamente lucrosas. Yo mismo me di el gusto desplumándolos a todos, uno por uno, en mi ensayo del 2015, Tejado de Vidrio.

El problema es que con estos desmanes, le rayaron la pintura para siempre a la totalidad de los 500 grandes empresarios con ventas de más de 100 millones de dólares, los 5 mil medianos empresarios con ventas entre 1 y 100 millones y los 700 mil pequeños con ventas por debajo de esa cota mínima. Entre los grandes y medianos producen el 70% del PIB, y la mayoría de estos se proveen con servicios de pequeñas empresas. A estos últimos, como en su mayoría están bien jodidos, se les salva la imagen. Si estás jodido eres bueno, pero si te va bien, creces y te conviertes en empresa mediana, ya ingresas al club de los malos. No se te vaya a ocurrir convertirte en grande, porque ahí sí que en Twitter te vamos a destrozar.

A la seudoizquierda populistoide, cuya mentalidad sigue anclada en el siglo XX,  este rayado de pintura le vino como anillo al dedo. Ahora pueden obstaculizar todo tipo de proyectos de ley relacionados con el progreso de los empresarios, o bien con evitar su quiebra durante la pandemia, a sabiendas que ellos van a salir en la prensa y más encima los van a aplaudir. En la cabeza de la mayoría de los ciudadanos ya se ancló el concepto de que ser empresario es algo maligno y eso estimula e incentiva a los populistoides.

Desde que retorné a Chile en 1989, he tenido relación con el mundo de la empresa en forma continua, de diversas maneras. Yo mismo he sido socio o dueño de empresas (conocí el amargo sabor de una quiebra), también he sido hasta hoy gerente general, o bien director y/o presidente del directorio de numerosas empresas privadas y también públicas.

 

Las conozco por dentro y les digo que hay que tener nervios de acero para sacarlas a flote (salvo que estés coludido o coimees, cosas que nunca estuve dispuesto a hacer). Dormirse un viernes a sabiendas de que el lunes tienes que pagar sueldos, no hay plata en la caja y el banco te cortó la línea de crédito, no es cosa fácil, créanme. Y en este camino por la cornisa del precipicio vive una buena parte del tiempo la gran mayoría de los empresarios, incluyendo muchos grandes ¿cachái? La competencia es canija, los obstáculos burocráticos también, las fluctuaciones del dólar para arriba y para abajo ya ni te cuento.

Pensemos por un momento las cosas con calma. ¿Necesita Chile de buenos y prósperos empresarios privados, tanto pequeños como medianos y grandes? En mi opinión, es un rotundo sí. Sin ellos no tendríamos empleo para la gente, ni la producción de todo tipo de bienes y servicios. Salvo, claro está, que queramos estatizarlas a todas, al estilo cubano o venezolano o de la antigua Rusia soviética.

Ya sabemos como terminó eso. ¿O tal vez sus gerentes serán seleccionados de entre los amigotes y las amigotas de los parlamentarios populistas? Eso pasó masivamente en el primer y segundo Gobierno de Bachelet, y no veo por qué no pasaría de nuevo si las empresas se estatizaran, y ahí sí que habría muchos huesos sabrosos para repartir.

Ahora estamos en crisis pandémica. Todos los países del mundo, salvo Chile hasta hoy, han anunciado importantes paquetes económicos, de 10% o 15% del PIB, para créditos, garantías o aportes de capital de largo plazo destinados a salvar empresas de todo tamaño, de modo que puedan mantener a sus trabajadores, y también como aporte directo a los ya desempleados o trabajadores por cuenta propia.

El “paquetito” chileno anunciado hasta ahora (y obstruido a placer por la seudoizquierda) es de un mero 1.7% en dinero fresco, el restante 3% consiste en la práctica en préstamos de corto plazo. ¿Qué va a hacer usted, lector o lectora, si el Gobierno anuncia uno de estos paquetes, esta vez de envergadura más respetable? ¿Va a aplaudir a los populistoides del Congreso que lo quieran obstruir o para usted primará la sensatez, en la convicción de que Chile solo saldrá adelante con una sólida alianza entre el sector público y el privado, como en cualquier país socialdemocrático serio?

Si después de haber leído esta columna algunos lectores prefieren llamarme lacayo del imperialismo, vendido a Piñera o a los empresarios, o facho, háganlo. Me resbala. Sé que, en el fondo de su corazón, saben que tengo una buena cuota de razón. Pero supongamos que estoy equivocado. ¿Qué proponen, entonces, para que Chile salga del atolladero de esta crisis sanitaria y económica? Chile debe llegar a ser una tribu homogénea de todos los chilenos, trabajadores, empresarios, sector público, privado, universidades, escuelas y ONGs, todos y todas remando para el mismo lado.

*Ingeniero civil químico y profesor universitario


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