JULIO VILLALONGA*

Después del cachetazo que significó la aplastante derrota de este domingo en las PASO, el presidente Mauricio Macri se hizo cargo parcialmente del fracaso y trató de mostrar que el resultado no es irreversible.

Son harto conocidas las razones que se concatenaron para desencadenar esta hecatombe política e institucional (en primer lugar, la ceguera política del primer mandatario y su mínimo equipo de gobierno, aunque no fue la única). Pero más útil, ahora, que hacer un nuevo "racconto" de los errores de principiante que cometió el macrismo en el último largo año puede ser analizar el escenario que dejaron las Primarias, que mostraron ser más que solo una encuesta muy cara.

El Frente de Todos acumuló 47 puntos contra los 32 del oficialismo. Y en la provincia de Buenos Aires esa distancia se amplió en dos puntos, lo que indica que el corte de boleta fue en el sentido contrario de lo que necesitaba Juntos por el Cambio para tener chances de retener ese distrito clave y, eventualmente, ayudar a Macri a llegar a una segunda vuelta con alguna chance de ganar.

En buena medida, la decisión de Cristina Kirchner de dejar el primer lugar a Alberto Fernández en efecto "alivianó" la fórmula lo suficiente como para permitir que en esta instancia "engordara" el caudal de votos natural del espacio. Con Fernández venía Sergio Massa, y con él un porcentaje de votos que, aunque sea igual a la mitad de lo que obtuvo hace dos años en las Legislativas, fue suficiente para ampliar tanto la distancia.

Ahora bien, la estrategia del gobierno, viendo hoy a Macri advertir que el kirchnerismo debe hacerse cargo de tranquilizar a los mercados, luce transparente. "¿Ven lo que podría pasar si ellos ganan?", es la pregunta que sobrevoló su rueda de prensa de este lunes. Sí, vemos.

Desde el kirchnerismo respondieron con reflejos que "ellos son los mercados", aludiendo al evidente respaldo que el Gobierno viene recogiendo en el sector financiero, nacional a internacional. Como prueba está la ronda del viernes pasado, con la expectativa instalada de que Macri hasta podía superar a la fórmula Fernández-Kirchner, algo que casi nadie -salvo Management & Fit, la consultora de Guillermo Seita- se animaba a firmar.

La preocupación de Macri por satisfacer a esos mercados y al Fondo Monetario -algo difícil de separar- antes que a los jubilados, según el dardo de Alberto F., le pasó factura en esta PASO. La promesa de un futuro mejor no tiene épica frente a un hoy plagado de dificultades para los sectores medios y medio bajos. No es posible hacer campaña con la épica del ajuste, advertía hace unos meses el analista Ignacio Bracht en este mismo sitio. No es posible ganar un comicio con esa convocatoria.

Sin embargo, el cuartel de campaña de Macri lo ha convencido de que es posible revertir un resultado en contra tan abultado. ¿Por qué? Porque consideran que el enojo ya se consumó en un castigo, en un susto memorable. Y que ahora, los votantes del "celeste" Juan José Gómez Centurión, del libertario José Luis Espert y de gran parte de los de Roberto Lavagna, deberán votar el 27 de octubre entre Macri y Fernández, lo que les permite imaginar un escenario de más cercanía que se daría vuelta con quienes, habiendo votado al kirchnerismo, volverían sobre sus pasos para darle a Macri una segunda oportunidad. Como mínimo parece difícil.

Como el peronismo es el eje de todas las especulaciones, habrá que decir que si Fernández y Massa aceptaron desdecirse de todo lo que dijeron de CFK con tal de volver al calor del poder, puede haber más peronistas dispuestos a dar un salto para garantizar que la elección se resuelva en primera vuelta. Cerca de Lavagna aseguran que esos votos no saldrán de su espacio pero nadie puede garantizar algo así porque no hay forma de controlar el voto en el cuarto oscuro. Y esta PASO es un ejemplo más.

De nuevo, si la mayoría de los votos que acompañaron a los enojados por derecha del macrismo (5 puntos entre Gómez Centurión y Espert), más los de Lavagna (9 puntos), se sumaran al oficialismo podrían acercar una decena de puntos a los 32 que consiguió, a duras penas. Pero, ¿cuántos "arrepentidos" peronistas que votaron al kirchnerismo aún con la nariz tapada necesitaría Macri para forzar una definición en segunda vuelta? Muchos, pero muchos. Esto sin olvidar que después del 45 por ciento ganará el que tenga aunque sea un sufragio más. En suma, que los Fernández deberían perder muchos puntos y Macri ganar otros tantos para dar vuelta esta tortilla.

En el vestuario del oficialismo se ilusionan con los más de 2,5 millones de votantes que no acudieron a las escuelas este domingo. Creen que allí estará la clave del milagro. Puede ser, pero entretanto han elegido como única estrategia culpar al más votado por las inclemencias financieras, las que se iniciaron por la "mala praxis" gubernamental en mayo del año pasado.

Desde este lunes las empresas argentinas valen la mitad de la mitad de lo que valían hace quince meses, antes de la primera gran devaluación de Macri. Y el dólar se disparó poniendo en peligro la inestable estabilidad de los últimos meses, esa que hacía según las encuestas que el gobierno se estuviera acercando al kirchnerismo en la intención de voto.

Pocos presidentes han dilapidado tanto capital político y simbólico en tan poco tiempo.  

* Director de gacetamercantil.com