No es un fin en sí mismo
Héctor Laplace *
La intención de poner en práctica el Nuevo Acuerdo Federal Minero es un acto enunciativo que sirve como señal positiva a los sectores inversores. Es un instrumento del Estado para que los inversionistas de riesgo sean seducidos, nuevamente, para acercar sus capitales a la exploración y explotación minera. No es un fin en sí mismo, dado que la industria minera se nutre de varios factores, donde las reglas claras y la seguridad jurídica juegan un rol sumamente trascendente. Estas garantías aseveran, como sucedió entre los años 1997 y 2010, que lleguen inversionistas para explotar la amplia diversidad de minerales que posee Argentina. También, debe quedar muy claro, que por sí sólo el NAFM no es una solución. La industria minera conlleva infinitas demandas provenientes de múltiples sectores que, para consolidar un definitivo desarrollo, exigen que se deban abordar temáticas que esta normativa no contempló ni solucionó.
Como país deberíamos prestar mayor atención al uso de las riquezas que genera la minería. La captación mayoritaria de estos fondos, por parte de la nación, es en desmedro de las economías regionales. Se debería haber buscado que, la explotación de los recursos, hagan mayor impacto en las zonas donde se extraen los minerales.
En lo referido a la generación de mano de obra directa e indirecta esta industria es multiplicadora de oportunidades. No obstante, su desarrollo lleva a la existencia de una gran masa de trabajo tercerizado, lo que significa, que haya trabajadores de primera y segunda categoría. La falta de gestión y decisión en el cumplimiento de las normas es una falencia que no permite el acceso de nuevos trabajadores regularizados y bien remunerados. En cambio facilita que los sectores empresarios posean trabajo basura mediante patrañas semi legales.
Desde la Asociación Obrera Minera Argentina, en ambas oportunidades que nos invitaron a participar y escuchar nuestras sugerencias durante la redacción del NAFM, hicimos hincapié sobre que, en todos los procesos del despliegue de esta actividad, deberían tener más participación las universidades nacionales por su prestigio y calidad institucional. Tanto en el cuidado del ecosistema, las investigaciones o la construcción de nuevos escenarios que potencialicen científica y técnicamente el mejor aprovechamiento de los recursos naturales. Entendemos que nuestros académicos deben hacer su aporte.
En la misma línea se debería haber abordado la participación de la comunidad en los controles y formas de relacionamiento. Esto acercaría con mayor contundencia la aceptación de una industria relacionada en forma directa con la sociedad. El hombre convive con los minerales.
Entendemos que este NAFM debió captar, con mayor contundencia, 20 años de historia transcurrida desde la llegada de la minería a gran escala a nuestra nación. Lo hecho en esta oportunidad, como documento es válido, pero faltaron sumar elementos sociales que en la redacción del año 1993 no fueron tenidos en cuenta.
La sociedad demanda de este sector elementos que deberían tener el mismo estatus que las exigencias de los capitalistas cuando demandan poseer reglas claras. Sobre este aspecto observamos, a nuestro juicio, que han quedado temas pendientes de alta significancia social.
Los trabajadores mineros argentinos somos testigos de cómo se lleva adelante esta industria, conocemos aciertos y errores. Por eso hablamos desde nuestra propia práctica.
Necesitamos, como sector, tener mayores puentes de diálogo con la sociedad para que ésta comprenda y asimile conocimientos, evitando que no se aborde el tema minero desde simples eslogan o frases de impacto publicitario. El Estado debe tener políticas precisas y ser contundente para sostener lo lícito de la industria.
Miremos a nuestro alrededor y enumeremos todo lo que significa el mundo mineral en la sociedad actual. Hablemos sin hipocresías. Con las cartas sobre la mesa. El trabajador minero extrae los minerales desde las extrañas de la tierra para un mayor beneficio de todos los compatriotas.
Esta es la comprensión que debemos hacer como sociedad. Con un Estado que controle. Que esté presente. Con empresas que cumplan las normativas y con una comunidad que sepa cómo se produce riqueza y cómo se distribuye la misma.
Estos elementos de juicio deben ser el alma del sector minero. Si así lo entendiéramos, lograríamos tener una Patria con desarrollo minero, una sociedad más justa que se base en la igualdad de oportunidades y una mejor calidad de vida para todos los argentinos.
* Secretario general de A.O.M.A.