Ignacio Celorrio*

Las primeras medidas de la nueva Administración han generado un razonable optimismo en el sector minero.

La liberación del cepo cambiario,la eliminación de las retenciones, la promesa de menor discrecionalidad y en especial de mayor profesionalidad en el ejercicio del poder público junto con el relanzamiento del COFEMIN con una mirada integradora federal, son todos pasos altamente positivos que habilitan un ambiente de inversiones atractivo en el país.

Asimismo, la jerarquizacion a nivel nacional de la estructura política minera y el balance entre experiencia y juventud del equipo conformado generan esperanzas ciertas en el diseño de la futura política minera.

Todo ello no inhibe la necesidad de que el sector asimile las razones que llevaron a la situación nacional de la industria, en su endeble posición actual, y por ende concientizarse sobre la indispensable necesidad de crear instituciones internas sólidas que al tiempo de jerarquizar la actividad, permita la configuración de objetivos de largo plazo y la instrumentación consecuente a tal finalidad.

Es, en cierto sentido , una única y excelente oportunidad.

Todo allegado a la industria conoce que los años de extrema bonanza del sector ( correctamente llamado "Superciclo") hace tiempo se ha esfumado.

El frenesí desatado por las ondas inversores consecuentes (en muchos casos altamente especulativa) deja hoy espacio a años de "vacas flacas" , y la evidente conclusión de que la industria aún no ha logrado configurarse como un sector sólido y crítico del quehacer económico nacional, con un reconocimiento acorde a su relevancia y una aceptación político-social confirme a su envergadura económica.

Normas confusas, doctrina casi inexistente, excesivas preocupaciones corto placistas, debates de liviandad sorprendente en actores esenciales en las definiciones políticas nacionales, desconocimiento a nivel nacional de cuestiones críticas de la industria y conceptos claves desfigurados por concepciones ideológicas excluyen tes, han sido nota frecuente en estos años, y así, la cristalización del aporte minero al desarrollo nacional sigue siendo leve en relación a su real potencial. Sin duda, el "Superciclo" no ha sido debidamente aprovechado para crear una nueva cultura minera.

Quizás ahora, cuando ha de precisarse-salvo cambios abruptos en los precios de los metales- tiempo y esfuerzo para relanzar el sector a los vientos inversores, surja la pausa necesaria para solidificar instituciones mineras modernas que abarquen globalmente objetivos de largo alcance, excluyente a de de dependencias circunstanciales a políticas internas de turno.

Es esta una tarea que nos concierne básicamente a quienes conformamos, desde nuestros ámbitos profesionales, la industria misma, sin perjuicio del aporte de la voluntad política general, a la cual tantas veces hemos visto lejana a nuestras preocupaciones y muy ajena a la correcta valoración del potencial económico-social del sector.

Se presenta un desafío al cual debemos responder con solvencia. La creación o refundación de instituciones mineras modernas y serías en sus diversos ámbitos de aplicación, la actualización y clarificación de nuestras regulaciones, la mayor profesionalización de todos los partícipes de la industria, deberán ser centro de nuestros debates orientados a su concreción, primándo sobre aspectos coyunturales y/o corto placistas.

No se trata de buscar soportes externos. Es una cuestión nacional. Muchas veces la inversión extranjera da por supuestos institutos de los cuales carecemos, con despreocupación por sus alcances, en tanto se cumplimenten los requerimientos de sus propios usos y costumbres y las exigencias económicas que la habilitan. Tampoco los sectores nacionales no vinculados directamente a la actividad constituyen factor relevante de sustentación, pues su preocupación se orienta a fines diversos, ordinariamente excluyentes de una visión integral del aporte del sector minero al desarrollo económico-social nacional.

Todos, las poblaciones aledañas a los proyectos, las provincias donde se radican, y en verdad, el país en su conjunto han de beneficiarse de regulaciones modernas y razonables, fundadas en principios sustentados en doctrina actualizada y conformando el auténtico valor social de la industria, ajeno a definiciones circunstanciales o voluntades políticas puntuales, con una acertada visión de largo plazo.

Solamente con esfuerzo, estudio, debate sincero y objetivos ambiciosos, podrá la industria generar condiciones que la proyecten como elemento crítico del desarrollo nacional. Instituciones industriales, agropecuarias y petroleras constituyen ejemplo acabado de las características del camino a transitar.

Con la experiencia acumulada a más de veinte años del régimen legal de Inversiones Mineras- inicio del sector minero nacional moderno- estamos ante la oportunidad de edificas en sólidas bases las condiciones para maximizar las posibilidades que el desarrollo mundial del sector origine.

*Abogado experto en derecho minero