IAPG ENCABEZADOPAN AMERICAN ENERGY (CABECERA
WEGTGN
SECCO ENCABEZADOALEPH ENERGY ENCABEZADO
KNIGHT PIÉSOLD ENCABEZADO
SACDE ENCABEZADOINFA ENCABEZADO
RUCAPANELMETSO CABECERA
Induser ENCABEZADOSAXUM ENGINEERED SOLUTIONS ENCABEZADO
GSB CABECERA ROTATIVOFERMA ENCABEZADO
METROGAS monoxidoMilicic ENCABEZADO
PIPE GROUP ENCABEZADGRUPO LEIVA
cgc encabezadoGenneia ENCABEZADO
EMERGENCIAS ENCABEZDOPWC ENCABEZADO ENER
WIRING ENCABEZADOWICHI TOLEDO ENCABEZADO
OLADE ENCABEZADOCRISTIAN COACH ENCABEZADOCINTER ENCABEZADO
OMBU CONFECATJOFRE
NATURGY (GAS NATURAL FENOSA) encabezadoSERVICIOS VIALES ENCABEZADO ENER
OPINIÓN
Oña: reservas y conspiración. Olivera: ruptura inevitable. Scibona: claves de Macri
10/10/2015

Las reservas, en una teoría conspirativa

clarín

Alcadio Oña

Gran aficionado a las teorías conspirativas, Axel Kicillof tiene una bien a tiro. Solo que en esta película él no es un espectador ni un actor de reparto: ocupa el mismísimo centro de la escena.

Ciertos detalles de la trama y uno muy reciente alimentan la sospecha de que el Gobierno ha resuelto dejar caer las reservas deliberadamente, para achicar aún más el margen de maniobra del próximo gobierno y enbretarlo en decisiones cambiarias de alto costo político. La idea sería que el cristinismo pueda contrastarlas con su modelo y sacarles provecho rápidamente.

Es obvio que cuanto menor sea el stock de divisas mayor será la necesidad de buscar dólares afuera y de conseguirlos más pronto que tarde, incluido un arreglo con los fondos buitre. A caballo de esa estrechez va el poder de negociación de los holdouts.

Si todo eso fuese verdad, además de un problemón creado por los errores del Gobierno, poco importaría quién gane las elecciones. Pero si las gana Daniel Scioli el plan de la Casa Rosada serviría al objetivo de marcarle la cancha de entrada o esmerilarlo de entrada.

Algunos analistas dicen que Kicillof y la propia Cristina Kirchner pudieron haber ofrecido un canje por el Boden 2015, en lugar de soltar US$ 5.900 millones de un saque. “Eso habría implicado admitir tasas de dos dígitos para un nuevo bono, afrontar el precio de la medida, pero sin pegarle un golpe tan grande a las reservas”, opina uno de ellos.

Siguiendo el hilo de la teoría conspirativa, la cuestión no consistiría solamente en usar las divisas del Banco Central para mantener a raya al blue ni en explotarlas sin preocuparse por la herencia. Parecida y diferente, sería una movida de alcance mayor.

Con bailecito incorporado, el lunes Cristina Kirchner celebró el pago completo del Boden como el cierre del “último capítulo del gran endeudamiento argentino”. Celebró pagar nada menos que US$ 5.900 millones con reservas que están al límite.

A miles de kilómetros, en Nueva York, Londres y Tokio, había otros que también celebraban: los bonistas y algunos fondos buitre redomados, que terminaban de alzarse con 4.000 millones de dólares. Les preocupó nada entender qué festejaban acá.

En tren de extraerle jugo político al paso que acababa de dar, la Presidenta apuntó más alto: “Esta es la primera vez que un gobierno emite una serie de bonos y es ese mismo gobierno el que lo paga y no se lo deja a otro”. Habría sido más riguroso decir la primera y la última vez o solo esta vez. Tan riguroso como impensable.

Es que al día siguiente, el martes, Kicillof licitó un bono –el Bonar 2020– con un rendimiento anual del 9,4% y a cinco años de plazo, una oferta excepcional para operaciones similares. Primero iban a ser US$ 500 millones, luego estiró el cupo a 1.500 millones. ¿Y cuanto consiguió colocar?: apenas 699 millones, el grueso además entre la ANSeS y otros organismos públicos.

El punto es que cualquiera sea el plan del Gobierno, a corto plazo manda la necesidad de divisas para tirar hasta el 10 de diciembre. Pero cosechar tan poco fue la prueba de un fracaso rotundo o de otro fracaso del modo como el ministro encara las operaciones financieras del Gobierno.

Varios o todos los países vecinos habrían conseguido mucho más de un plumazo, pagando menos de la mitad del 9,4% y a no menos de diez años.

Está claro que el Bonar 2020 es un compromiso asumido por este gobierno que irá a la cuenta del próximo, como los US$ 1.486 millones del Bonar 2024 colocado en abril. Los años hablan, justamente, de cuándo caen los vencimientos.

También a una cuenta ajena fueron el desventajoso arreglo con el Club de París, al que se le aceptaron sin quitas los punitorios e intereses acumulados, algunos desde el tiempo de las dictaduras militares, y la indemnización a Repsol, que los españoles vivieron y aún viven como un triunfo.

Al que venga le tocará pagar la factura del muy oneroso festival de bonos en pesos lanzado por Kicillof para financiar un gasto público nunca suficiente.

¿Y qué de diferente hay en seguir exprimiendo al Banco Central? Hasta ahora, el Gobierno suma una deuda de US$ 64.500 millones en letras que al BCRA le rinden cero de intereses. Casi todo de Cristina Kirchner, es un paquete que viajó al exterior y duplica largamente a las reservas.

La primera de esas letras vencerá no bien asuma el nuevo presidente y tiene destino fijo: como resulta imposible pagarla, será reemplazada por otra al mismo plazo de diez años y bajo las mismas condiciones. Son los US$ 9.530 millones que Néstor Kirchner tomó para liberarse del FMI.

En la seguidilla de la semana, los diputados oficialistas votaron otro saque al Central. Dentro del Presupuesto Nacional de 2016 que pronto será hecho ley por el Senado, hay previstos US$ 11.300 millones para cubrir obligaciones con acreedores privados y organismos internacionales. 

Parece una ofrenda al próximo gobierno, salvo por un dato que el actual no ignora: exhausto, el BCRA ya no resiste zarpazos semejantes y será necesario buscar fuentes de financiamiento alternativas. Nuevamente, endeudamiento a la vista.

¿Descartaría la posibilidad de que con las reservas al límite haya un sacudón antes del 10 de diciembre?, le preguntó Clarín a un ex funcionario del área de finanzas.

Respuesta: “No lo habrá, porque con tal de llegar quemarán todas la divisas que haga falta. Pero yo no desecharía turbulencias con el blue”.

Es su opinión y la de varios especialistas que el proceso de dolarización continuará, sin medir si las reservas son brutas o netas ni cuántos yuanes tienen adentro.

Bien a mano, la evidencia de ese fenómeno salta en la compra de dólar ahorro. En lo que va de octubre equivale al 62% de todo septiembre y desde enero el monto –arriba de US$ 5.300 millones– supera en dos veces y media al superávit comercial acumulado en el año.

Ha sido un verdadero engendro el que alumbró Kicillof para contener al blue sin contener al blue, una sangría enorme de divisas que a veces filtran pero nunca se detiene: desde principios de 2014, cuando arrancó el sistema, la AFIP lleva vendidos casi US$ 8.300 millones.

Cuesta entender por qué nadie pensó que algo semejante podía suceder, cuando ya el año pasado se frenaban importaciones esenciales para los procesos productivos, a veces hasta remedios, y era patente la falta de divisas. Y si la respuesta pretende demostrar que el cepo es un invento de los medios, no sólo es una respuesta pobre sino además un argumento falso por donde se lo mire.

Dicho sin vueltas, el Gobierno vende barato un bien escaso. Y la gente lo compra por esas mismas dos razones.

Las teorías conspirativas son en general atractivas, por el encanto que supone entrar en zonas oscuras y encontrarle explicación a cosas que estarían moviéndose en las sombras. Pero si dejar caer las reservas para achicar el margen de maniobra del futuro gobierno es sólo una teoría sin soportes sólidos, lo cierto, lo realmente cierto, es que el próximo presidente se encontrará un stock de divisas poco menos que agotado. Y deberá recomponerlo rápidamente, a su propio costo.

En cualquier caso, nada ha ocurrido de repente. El cristikirchnerismo lo hizo.

 

 


 

Bajo el estrés de una ruptura inevitable

La Nación

Francisco Olivera

Raro que haya pasado justo con Scioli: algunos empresarios salieron el miércoles del hotel Alvear, adonde habían ido a escuchar al candidato con que siempre han tenido la mayor sintonía, más dubitativos que hace un mes y medio, cuando lo vieron en el mismo lugar. Suponían que el gobernador bonaerense iría peronizando su discurso en la medida en que se adentrara en tiempo electoral por una razón elemental: necesita el voto independiente. Pero el Frente para la Victoria es un universo de sorpresas, y los hombres de negocios lo ven ahora al revés, sobreactuando kirchnerismo. La historia de Scioli es para ellos, hasta el momento, una emancipación trunca.

De todos modos, si es por el fervor con que lo recibieron en el Alvear, habría que entender que la mayor parte de los empresarios confía todavía en ese despegue. Así lo creen, por ejemplo, los pocos que lo vieron llegar tarde, para el café, a un almuerzo que se hizo hace una semana en el restaurante El Bistró, del hotel Faena. "Denme una oportunidad", pidió en inglés ante unos 40 ejecutivos, la mayoría de ellos extranjeros. Había sido un viernes de cruda sinceridad y escasa estética kirchnerista. Mario Blejer, uno de sus asesores, acababa de decir en el panel anterior, que compartió con el macrista Federico Sturzenegger, la misma frase con que exasperó esta semana en Lima a Axel Kicillof: "Llegamos tarde a la fiesta de tasas bajas".

Contra lo que ocurre últimamente aquí, en el seminario, organizado por Greenmantle, una consultora con sede en Cambridge que administra un fondo con inversiones por 500 millones de dólares en economía real argentina, nadie reprimió temas ortodoxos. ¿Quién habrá sido el provocador que ideó para acceder al Wi-Fi la contraseña "libertad"? ¿Cómo habría juzgado el ministro de Economía la presencia de oradores como Dominique Strauss-Kahn, ex director gerente del FMI, que precedió a Scioli? Hasta Mauricio Macri, que expuso el sábado por la mañana antes de que los inscriptos fueran a almorzar al restaurant El Obrero, en La Boca, los hizo reír al ver que dos extranjeros del público, uno de ellos chileno, exhibían en sus acreditaciones una coincidencia sugestiva en sus nombres: "Kirchner" y "Axel". "Me los trajeron ustedes", bromeó.

El tema de conversación volvieron a ser las elecciones. Una ansiedad que Pierpaolo Barbieri, director ejecutivo de Greenmantle, académico graduado en Harvard con posgrado en Filosofía en Cambridge, intentó apaciguar con encuestas de Management & Fit. La agenda incluyó el viernes una exposición de Sergio Massa durante un asado en El Mirasol de Puerto Madero y la presencia estelar de asistentes como Marcelo Mindlin y los funcionarios sciolistas Silvina Batakis y Jorge Telerman. Terminó el sábado por la noche con una comida en el Teatro Colón y Horacio Rodríguez Larreta de orador.

El kirchnerismo detesta esos vínculos y ahonda el estrés que el candidato del Frente para la Victoria arrastra desde las primarias. Un estado que, dicen sus colaboradores, intentó paliar con aquel frustrado viaje a Italia en plena inundación. Se explica así su esfuerzo por mostrarse kirchnerista, exceso que en su entorno llaman táctica electoral: antes que obtener el voto independiente, la prioridad es conservar los propios. Es el argumento que daba Alberto Pérez, jefe de Gabinete bonaerense, para su enojo después de aquella foto que Gustavo Marangoni, presidente del Banco Provincia, se sacó en un asado en Las Lomas de San Isidro, en la casa del textil José Ignacio de Mendiguren, con referentes del macrismo como Laura Alonso y Patricia Bullrich.

Esa militancia ha advertido también por dónde viene la jugada bonaerense: mientras el candidato obedece, los encargados de calmar al establishment serán los gobernadores. En una semana, Juan Manuel Urtubey, el salteño que habló en Estados Unidos de la necesidad de un acuerdo con los holdouts, soportó críticas de Aníbal Fernández y Hebe de Bonafini. Urtubey es ejemplo elocuente de que los tironeos se adelantaron a octubre. ¿Qué otra razón que no fuera la desconfianza explicaría que Kicillof se niegue desde hace meses a recibirlo en su despacho?

El gobernador no sólo tuvo que admitirlo ante productores agropecuarios durante los últimos cortes de ruta sino que, hace un mes, soportó el sarcasmo de Juan Carlos Romero, antiguo rival, que le envió a Kicillof una carta pidiéndole que recibiera al jefe administrativo de la provincia. "Tengo el agrado de dirigirme usted con el objeto de solicitar la audiencia peticionada por el gobernador de la provincia de Salta, Dr. Juan Manuel Urtubey, para tratar con Ud. las medidas a tomar con el fin de frenar la crisis que afecta al sector agropecuario", dice Romero en un texto fechado el 8 del mes pasado, donde agrega: "La situación crítica en que se encuentra el campo en toda la región NOA y NEA, y en especial en mi provincia, requiere de la participación de todos aquellos que nos encontramos comprometidos con el bienestar de las economías regionales. Descontando su intervención en el tema que nos ocupa, quedo a su disposición y saludo al señor ministro con distinguida consideración".

La excepción a la incertidumbre del mundo de los negocios parece estar una vez más en los holdouts, desde donde, según interpretan operadores de fondos de inversión norteamericanos, se entusiasman con las encuestas: un triunfo de Scioli en octubre, razonan, garantizaría una negociación favorable. Si, como promete, y a diferencia de Macri, se inclina más por el gradualismo que por el shock, es probable que requiera antes un acuerdo para suplir los desequilibrios con nuevo endeudamiento, agregan. Que el elegido por Cristina Kirchner para la sucesión sea en realidad el candidato de los fondos buitre es otra paradoja que deberá digerir Kicillof.

Scioli pretende saldar el dilema a lo Scioli: acotar daños en el mediano plazo. Esa búsqueda de un divorcio racional tendrá sin duda un primer escollo, Cristina Kirchner, una dirigente que suele vapulear a sus víctimas sin medir consecuencias. Los viejos plantones a Jorge Bergoglio dan cuenta de ese instinto ayuno de todo cálculo; después la realidad obligó a correr detrás del Pontífice por el mundo.

Es lógico que desde ambos lados del Frente para la Victoria imaginen una ruptura inevitable. Y que el primer afectado será una forma de gobernar que -siempre desde el atril, rara vez en los hechos- se esmera en despreciar a las corporaciones.

Claves del plan de Macri

La Nación

Nestor Scibona

A medida que se acercan las elecciones y aún sin certeza de llegar al ballottage, el equipo de Mauricio Macri va mostrando más cartas sobre el programa económico que pondría en marcha en caso de llegar a la presidencia. En la asamblea del FMI en Lima, algunos de sus integrantes bosquejaron en trazo grueso cómo sortear la escasez de reservas, bajar la inflación, recuperar la inversión, el crecimiento y la creación de empleos privados. En reuniones reservadas en Buenos Aires, otros asesores comienzan a barajar números e instrumentos que hasta ahora permanecían en una nebulosa y no están exentos de riesgos.

Los técnicos prevén una serie de acciones iniciales simultáneas para no depender del voluntarismo. Una, incluir en el anuncio del programa un sendero descendente y explícito de emisión monetaria para financiar el bache fiscal y reducir gradualmente la inflación, como una manera de coordinar expectativas que no compliquen la flotación cambiaria. Otra, la prometida baja a cero de todas las retenciones a la exportación agropecuaria y de economías regionales; excepto para la soja, con una reducción de 5 puntos por año y un trato diferencial en el NOA, donde la producción dejó de ser rentable por la suba de costos frente a la caída de los precios internacionales.

Con respecto a la política tributaria manejan varios escenarios para corregir las distorsiones del extravagante sistema retroactivo del mínimo no imponible (MNI) de Ganancias para los asalariados con base agosto de 2013. Esto hace que hoy no paguen el impuesto quienes después de esa fecha consiguieron un nuevo trabajo bien remunerado; entre ellos, miles de funcionarios designados con altos sueldos en el sector público. Una de las hipótesis extremas, consistente en duplicar el MNI, tendría un costo fiscal equivalente a 0,54% del PBI. Un nivel similar al de eliminar los aportes por 5 años para el primer empleo juvenil, prometido por Macri en el debate entre los candidatos.

Los fundamentos, en cambio, ingresan en un terreno más opinable. El diputado Federico Sturzenegger (Pro) sorprendió días atrás a los asistentes del ciclo mensual del Estudio Broda -donde expuso como invitado-, con varias definiciones que él mismo calificó como provocadoras. Según su enfoque, "la Argentina no tiene una crisis macroeconómica, sino de crecimiento", a causa de la debilidad institucional que daña el clima de inversión. También sostuvo que la economía no necesita un ajuste "ya que fue hecho por el kirchnerismo al subir la presión tributaria en 12 puntos del PBI, para recomprar deuda pública en moneda extranjera, como lo hubiera recomendado el FMI". Y si bien la deuda con acreedores privados se ubica en un nivel bajo, debió apelar al impuesto inflacionario por la mayor suba del gasto público.

Con esta base argumental, el economista explicó que hoy el déficit fiscal de 6,7% del PBI se financia con 3 puntos de impuesto inflacionario, 3,1 de deuda y 0,6 con reservas del BCRA. Y que en 2016, sólo por un año, podría reducirse a 5,3% del PBI, financiado con menor impuesto inflacionario (1,2 puntos) y sustituido por algo más de endeudamiento interno y externo (3,2) y reservas (0,9), fortalecidas por la eliminación del cepo y mayor libertad cambiaria, así como la recuperación del crédito comercial externo para pagos de importaciones.

Sturzenegger afirmó que, además de la reducción gradual de la emisión monetaria y la inflación, y una estructura tributaria más progresiva, el programa prevé un aumento de la inversión en infraestructura, que sólo en 50% sería financiado por el Estado y el resto por el sector privado. Para ello se reducirán los subsidios al gas y electricidad en sectores medio-altos, con un esquema que incluye tarifas sociales.

A la vez remarcó que el precio doméstico del barril de petróleo equivalente a 77 dólares por barril (60% más alto que el internacional) significa una transferencia de 6000 millones de dólares (1,2% del PBI) de los consumidores de combustibles a YPF y las petroleras privadas, que debería ser revisada para bajar costos de transporte. La compensación a las petroleras (para no resentir la producción) y a las provincias (por pérdida de regalías) vendría por un tipo de cambio más competitivo y flexibilidad para girar utilidades.

Para redondear estas propuestas y enmarcarlas en el objetivo de recuperar el crecimiento económico, sostuvo que el desafío será que el gasto público (40% del PBI) vuelva a la sociedad y al aparato productivo, y que, a mayor crecimiento, los recursos se destinen a bajar la presión tributaria (incluso las alícuotas del IVA), mientras el tipo de cambio real será una resultante de esas políticas.

Con más cartas sobre la mesa, el Coloquio Anual de IDEA que tendrá lugar esta semana en Mar del Plata podría ser un buen escenario para comparar propuestas y asomarse a la futura política económica. A diez días de las elecciones, en el tradicional encuentro empresario expondrán por separado Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa. La incógnita será cuántas cartas se darán vuelta y cuántas se mantendrán tapadas hasta diciembre.


Vuelva a HOME


;