(Por Julio Villalonga) El ministro de Economía, Axel Kicillof, y su antecesor, el actual vicepresidente Amado Boudou, exhiben hoy las imágenes más deterioradas del Gobierno de Cristina Kirchner aunque por razones bien distintas: el segundo por las denuncias judiciales de corrupción en su contra, que no dejan de acumularse; el segundo, por los dudosos récords de su gestión.
Un análisis comparado de tres encuestas de imagen, las realizadas por M&F, Isonomías y H. Haime, dan cuenta de esta afirmación. Para Management, Kicillof registra una imagen positiva de 18,5 puntos contra una negativa de 43,2: el diferencial da 24,7 puntos negativos. Para la misma consultora, Boudou tiene una imagen positiva de 5,7 puntos vs. una negativa de 63,4. La diferencia le da 57,7.
Isonomías sólo ha medido a Kicillof, quien entre los 22 puntos de imagen positiva y los 46 de negativa termina con 24 puntos en rojo.
Haime, por último, da cuenta de una medición que le da 20,9 puntos de imagen positiva a Kicillof y 43,5 de negativa, lo que arroja una diferencia de -22,6 puntos. En cuanto a Boudou, el caso perdido del kirchnerismo, el encuestador reporta 9,7 por ciento de imagen positiva y 76,6 de opiniones adversas.
Está claro que para la presidenta Cristina Kirchner, que conoce estos números, el partido está jugado: los números de Kicillof son consistentes con las posibilidades futuras del oficialismo, lo que le da aire a la intención de jugarlo en alguna candidatura, como ocurre con su hijo, Máximo, que luego del acto del Luna Park en el que hizo su debut político fue medido para determinar si puede ser un buen candidato, en particular en la provincia de Buenos Aires. Cuando hablábamos de posibilidades, una imagen negativa de entre 43,2 y 46 puntos para el jefe del Palacio de Hacienda, que asciende sin descanso en la escala del poder y encarna la opción por esta “juventud maravillosa” que ha hechola Presidenta, luce mejor que el último dato electoral del que se dispone, el de las elecciones de 2013, donde el kirchnerismo consiguió poner enfrente a casi 7 de cada diez votantes.
Sin embargo, la de los candidatos como Kicillof, Máximo o Wado de Pedro es una alternativa “defensiva”, busca conservar un núcleo duro, no da cuenta del “enamoramiento” de la sociedad con el modelo. La sociedad se hartó y el desmanejo de la economía de los últimos diez meses, con Kicillof como novel capitán del barco, no ha hecho otra cosa que acentuar ese hartazgo.
* Director de gacetamercantil.com
(Por Julio Villalonga) El ministro de Economía, Axel Kicillof, avanza en la consideración de la “mesa chica” del poder kirchnerista como un potencial candidato en las elecciones de 2015. Lo anticipamos en nuestra nota del pasado 16 de julio titulada “Default técnico: ¿la salida de Kicillof?”, en la que advertíamos que la dureza de la posición del Gobierno argentino frente a los “fondos buitre” y el juez Thomas Griesa tenía un fuerte componente de especulación política.
Siempre dependiendo de cómo siga la deriva económica, y partiendo del supuesto que Kicillof le planteó a la Presidenta, en el sentido de que a partir de enero se solucionará el conflicto con los “holdouts”, la postura épica del oficialismo apunta a contener a ese porcentaje (20, 25 por ciento) de votantes que aún adhieren al modelo, según señalan ya varias encuestas.
Está claro a esta altura que Daniel Scioli no es el candidato querido por Cristina Kirchner. Entonces, ¿quién podría encarnar de manera más precisa al postkirchnerismo, al cristinismo puro, que el propio titular del Palacio de Hacienda? El problema es que existe un mecanismo, las PASO, en el que, ya se sabe, desde el espacio oficialista están anotados para las presidenciales el propio Scioli y el superministro Florencio Randazzo. Si Cristina decidiera “jugar” a Kicillof como su candidato, previsiblemente el titular del Palacio de Hacienda terciaría en esa disputa. Sin posibilidades de ganar, esa candidatura tendría un fin testimonial. Sin embargo, podría moderar el triunfo de cualquiera de los dos “tanques”, un objetivo no desdeñable para el equipo electoral de Cristina.
La primera construcción enteramente de Cristina, Amado Boudou, terminó como todo el mundo sabe. Ese era su heredero, alguien que le debía todo a ella. La opción Urribarri no funcionó. Kicillof sería, en esta línea, algo parecido a Boudou en el sentido de que no tiene vínculos con la política, casi ni tiene pasado. Y, también, está atado al poder solo a través de ella. (Pasado tiene pero en la política universitaria, donde recuerdan que la única vez que ganó una elección, él y su equipo se negaron a asumir).
Aquí se abre la posibilidad de una candidatura en la Ciudad para Axel, un candidato interesante para el progresismo porteño “antiMacri”. “Podría mejorar el desempeño de (Daniel) Filmus”, analizan cerca de Carlos Zannini, aunque sin caer en el delirio de pensar que podría ser un ariete para romper la hegemonía del PRO.
Luego de las recientes declaraciones de la senadora Diana Conti, que no descartó que Kicillof sea “el candidato de la Presidenta”, el centro porteño se vio tapado de afiches este miércoles que aluden a la batalla contra los “fondos buitre” de Cristina y Axel, cuyas caras ilustran una transmutación política: la líder antiimperialista y su ahijado, “para que no volvamos a caer en la dependencia”, según reza la consigna.
Los cálculos del cristinismo no son un desvarío, aunque para muchos puedan parecerlo. Se trata de evitar el inicio de las fugas por ausencia de herederos. No obstante, un análisis de los números de la gestión de Kicillof al frente del ministerio de Economía muestra que su única virtud parece ser su capacidad de persuasión, aunque es cierto que Cristina no tiene muchas opciones.
La gestión Kicillof comenzó el 20 de noviembre de 2013. En el terreno de la inflación, que el lanzamiento del nuevo IPC debía “sincerar”, la estadística indica que, entre noviembre y julio, aumentó el 17,4 por ciento. Si se trata del IPC Congreso, calculado por la oposición, asciende al 25,24 por ciento.
Las reservas del Banco Central, a pesar de la cosecha récord de soja, cayeron el 10 por ciento en el mismo período, de 32.389 millones de dólares a 29.017 millones. Si la métrica atañe a la actividad económica, la utilización de capacidad instalada pasó de 75,4 a 71,1, mientras que el Estimador Mensual Industrial cayó de 139,2 a 125,2.
El tipo de cambio, megadevaluación mediante, subió el 35 por ciento en el caso del dólar, el 36 por ciento en relación con el euro y el 37 por ciento con el real. Tampoco ayudó al ministro la evolución del precio de la soja (el único ítem del que no es responsable): el “yuyito” perdió 12 por ciento en su precio, que era de 548 dólares en noviembre y hoy ronda los 480 dólares.
En suma, que Kicillof asumió para llevar adelante el poco épico ajuste que la economía reclamaba. Para un marxista convencido, lo mismo que beber cicuta. Y hoy parece haber encontrado el atajo, Griesa mediante, para retomar la senda de la letra de la heterodoxia económica con música anticapitalista. Un “mix” para una situación de emergencia política, básicamente. Los meses que vienen dirán si se trata de la receta correcta o de un gesto de absoluta irresponsabilidad de su promotora. Todos tenemos mucho que perder.
* Director de gacetamercantil.com