Por ESCRIBE ERNESTO LÓPEZ ANADÓN.
No es habitual para quien trabaja en la industria de los hidrocarburos, dirigirse directamente a los habitantes del sudoeste de la provincia de Buenos Aires, dado que no se trata de una región petrolera. Sin embargo, recientemente, en la llamada Cuenca de Claromecó, en el sudoeste provincial, se ha manifestado cierta inquietud respecto del fracking, una técnica habitual en las explotaciones hidrocarburíferas, que se utiliza en nuestro país desde hace casi 60 años para mejorar la permeabilidad de los yacimientos.
¿Por qué ahora surge la inquietud? Seguramente, por la gran oportunidad que representa para la Argentina la posibilidad de explotar sus abundantes recursos de hidrocarburos provenientes de reservorios "no convencionales", como es el caso de Vaca Muerta.
En efecto, los hidrocarburos "no convencionales" requieren de estimulación hidráulica (fracking) para su extracción, debido a que se trata del mismo gas y del mismo petróleo, pero alojados en formaciones impermeables. Dicho de otro modo, si bien estas formaciones contienen cantidades importantes de petróleo y de gas, no tienen forma de escapar de la roca en la que se encuentran almacenados, por más que se perfore un pozo hasta ellas. Es mediante la estimulación hidráulica que la extracción se hace posible. Consiste en inyectar agua y arena a gran presión junto con un puñado de aditivos químicos muy diluidos, para vencer la resistencia de la roca. Se abren así microfisuras (no se pulveriza la roca ni nada por el estilo) de unos pocos milímetros de espesor y no más de 250 metros de longitud, por las que los hidrocarburos pueden fluir por estas vías y ser recuperados en la superficie a través del pozo.
La protección de los acuíferos someros de agua dulce está garantizada gracias a un encamisado de acero y cemento, que aísla el pozo de las formaciones, algo que de todas formas, no es propio de los "no convencionales" ni es novedoso, sino que se trata de una práctica consolidada de la industria a lo largo de toda su historia, que se realiza existan o no los acuíferos en la zona. Por otra parte, estas microfisuras se concretan a no menos de 1500 metros de profundidad del lugar en donde se encuentran los posibles acuíferos, separados, fisuras y acuíferos, por rocas sólidas y formaciones arcillosas impermeables. De hecho, en Estados Unidos, en donde existen 80.000 pozos de este tipo, no hay un solo caso en el que se haya documentado la contaminación de algún acuífero como consecuencia de la estimulación hidráulica.
Otras cuestiones relacionadas al fracking son difundidas de manera confusa e irresponsable, provocando mayor inquietud y temores completamente injustificados en la población. Los terremotos, la contaminación del aire, la contaminación de pozos domiciliarios con metano, la utilización de cientos de químicos peligrosos, entre otros cuestionamientos, no sólo carecen de fundamentos técnicos científicos, sino que jamás han sido probados o documentados en el terreno. Por el contrario, la explotación de recursos no convencionales ha resultado en empleos, desarrollo, mayores ingresos y oportunidades de todo tipo en los lugares de Estados Unidos en los que se los explota intensamente. Y sin la menor noticia de cualquier catástrofe ecológica, pese a que allí ésta explotación comenzó hace casi 20 años.
En la Argentina estamos comenzando, y los primeros resultados son más que auspiciosos. Sin duda, la Cuenca Neuquina, con la formación Vaca Muerta, está hoy en el centro del candelero. Pero existen recursos de este tipo en otros lugares también. La formación Los Molles (Cuenca Neuquina); la formación D-129 (Cuenca del Golfo de San Jorge); y la formación Inoceramus Inferior (Cuenca Austral), son otras promesas a futuro.
La provincia de Buenos Aires no entra en la lista. Se han hecho esfuerzos exploratorios a lo largo de los más de 100 años de historia de nuestra industria en el país. Ninguno ha dado indicios de la existencia de un sistema capaz de haber generado hidrocarburos. Según nuestros registros, se perforaron alrededor de 21 pozos exploratorios en la provincia de Buenos Aires, en distintas épocas y cuencas. Ocho de ellos, en la Cuenca de Claromecó, que cubre un área de 50.000 km2 (se extiende en el mar) y está compuesta por sedimentos paleozoicos, muy pocos de ellos marinos. Toda esta información histórica, compilada recientemente por la empresa YPF, no muestra ni sugiere la existencia de sistema petrolero alguno en dicha cuenca. En el Instituto Argentino del Petróleo y del Gas no existen registros ni información sobre la existencia de permisos exploratorios en esa provincia. Por estas consideraciones es que no ha habido actividad en la provincia de Buenos Aires ni hay siquiera planes de tener alguna en un futuro, ni próximo ni lejano.
Nuestro país, todos nosotros, necesitamos la energía. Desarrollar nuestros recursos no convencionales representa una gran oportunidad para abastecernos de ella, pero también para convertirla en una actividad quizá tan importante como los es hoy la agropecuaria. Y este desafío nos compete a todos, ya que seremos todos los argentinos, habitantes o no de las zonas petroleras, los destinatarios de los beneficios que generen.
(*) El autor es presidente del Instituto Argentino del Petróleo y del Gas (IAPG)
