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DEBATE
CFK, Kicillof y Fábrega. Escriben Bonelli, Ventura, Tombolini, Gallo y Aguinis
03/10/2014

Cristina, Axel y Fábrega: una pelea que quebró los códigos

Clarín

Por Marcelo Bonelli.

Axel Kicillof amenazó a Juan Fábrega con difundir que el hermano del ex titular del Banco Central opera en el mercado informal del dólar y se beneficia con las corridas cambiarias.

El ministro utilizó esta suerte de extorsión política para precipitar la salida de su archienemigo, quien –a su vez– responsabiliza a Kicillof del fuerte deterioro que aprieta a la economía.

La presión de Kicillof fue determinante para que Fábrega considerara el martes a la noche que su ciclo estaba terminado y presentara la renuncia indeclinable. Así lo dijo ante su entorno íntimo: “No se puede trabajar con amenazas y extorsiones. Mañana renuncio.” Fábrega sintió que Kicillof y la Presidenta vulneraron códigos políticos y repite una verdad que sabe el mercado: su hermano es agente financiero desde hace veinte años y era muy conocido por Néstor Kirchner.

El ministro había sugerido la cuestión frente a Fábrega. Ocurrió en las duras trifulcas que ambos sostuvieron –como detalló Clarín – en las últimas semanas por las diferencias para enfrentar la inflación y manejar la estrategia cambiaria. Kicillof también lo repitió varias veces en reuniones de su equipo económico, para desacreditar duros ataques de Fábrega por supuestos actos de corrupción de Kicillof.

El ahora ex titular del BCRA cuestionó a Kicillof por haber intervenido en favor del Fondo de Inversión Latan Securities, para que el BCRA le venda bonos en forma directa y ventajosa. Fue una operación por unos 200 millones de dólares, que benefició al fondo de Diego Marynberg, un inversor de sólido contacto y consulta de Kicillof.

En su intimidad, Kicillof decía que Rubén Fábrega, el hermano de Juan, operaba una cueva y hacía negocios con bonos y con el dólar. Kicillof afirmaba que Fábrega no quería enfrentar a los operadores del mercado por encubrir a Rubén. Pero, hasta hace bien poco, sólo había tratado el tema con su equipo y nunca lo llevó a Olivos.

El viernes pasado, Fábrega mantuvo una conversación cordial y a solas con la Presidenta, y recibió el aval de ella a su gestión.

Pero cuatro días después, las duras acusaciones de Cristina contra el BCRA le hicieron entender a Fábrega una cuestión: que Kicillof había ido con el cuento de su hermano a Olivos y que Cristina creyó la teoría conspirativa del ministro.

Kicillof fue el funcionario que le “dio letra” a la Presidencia y le precisó los detalles de los expedientes cambiarios y la supuesta información que Fábrega había filtrado a los banqueros.

Fábrega entendió el mensaje y renunció una jornada después. En la mañana del miércoles recibió un llamado del jefe de Gabinete y la visita a su despacho de un influyente ministro. Le pidieron que se quede, que “por la Patria” no tome en cuenta las acusaciones de Cristina y las operaciones de Kicillof.

Fábrega los tranquilizó, pero ya tenía resuelto dejar el cargo: a las cuatro de la tarde habló con la Presidenta y le comunicó su decisión irrevocable.

A partir de ahora, Alejandro Vanoli llevará adelante una estrategia concreta: lanzará el control policial para intentar bajar el dólar.

Vanoli cree que con el “garrote” podrá domesticar un billete que sube por la inflación y los desequilibrios macroeconómicos.

Vanoli tiene antecedentes funestos para los hombres de negocios: impulsó la ley de Mercado de Capitales que habilita a intervenir empresas sin previa acción judicial.

Ahora dispondrá, desde el BCRA, de un poder de regulación total del sistema bancario para tratar de bajar por decreto la tasa de interés.

Se trata de una profundización de la estrategia intervencionista que inauguró Guillermo Moreno y continúa Axel Kicillof.

Con ambos la estrategia fracasó: el cepo que puso Moreno hizo que el dólar subiera un 350% y Kicillof llevó la economía a la recesión.

Esa sensación repercutió ayer en el sistema bancario: las cotizaciones de los papeles argentinos se desplomaron en Buenos Aires y en Manhattan.

También repercute el giro “chavista” de la propia Presidenta. El incendiario discurso del martes confirmó una convicción en el mundo de los negocios: que la Presidenta busca desesperadamente culpables, para hacerlos responsables de los errores y traspiés económicos de la Casa Rosada.

Esta fue la conclusión de una hermética reunión que esta semana mantuvo la cúpula de la Asociación Empresaria Argentina. Jaime Campos lideró un encuentro plagado de críticas, donde los jefes de las empresas coincidieron en descreer que Cristina solucione en enero la crisis de la deuda.

Ayer Vanoli percibió el clima adverso a su designación. Aun cuando ahora –por conveniencia– se vista de kirchnerista, fue un fuerte defensor de la política de mercado y endeudamiento menemista.

En toda la década del 90, Vanoli trabajó en el Palacio de Hacienda dentro del equipo encargado de emitir deuda y colocar bonos en el exterior.

Lo hizo junto a Miguel Kiguel y Federico Molina, en el gobierno de Carlos Menem. Fue titular de la Oficina de Crédito Público. Después trabajó para la Alianza de Fernando de la Rúa, en el equipo de Carlos Weitz, de la Comisión de Valores.

Su paso como asesor en el Banco Central no dejó buenos recuerdos: los funcionarios de línea no confían en él. Tiene pésima relación con el gerente general, Juan Isi, y con el jefe de la mesa de dinero, Juan Basco.

Pero tiene un aliado en el vicepresidente del BCRA.

Para sobrevivir en su cargo, Miguel Pesce repitió actitudes desleales y ahora traicionó a Fábrega.

Pesce quiere que Vanoli lo recompense con un aval del Senado. Pero el directorio está convulsionado: Kicillof pretende ocupar todas la sillas que libera la renuncia de Fábrega.

Menos conflictos y más soluciones urgentes

La Nación

Por Adrián Ventura.

Los discursos políticos y judiciales ya no alcanzan. Mucho menos si profundizan los conflictos. Frente a problemas concretos que preocupan a la gente, como la inseguridad, el narcotráfico, la desigualdad y las divisiones sociales que provocan algunos políticos, lo que hizo el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, fue reclamar soluciones directas y urgentes.

Quienes conversan a diario con Lorenzetti consideran que ése fue el sentido último que el magistrado quiso dar a sus palabras, ayer en Mar del Plata. Un discurso que también aprovechó para marcar con claridad el terreno a los políticos y reclamar más independencia para la Justicia.

Ayer, el ministro que habló ante cientos de sus colegas, el jurista exitoso al que el Congreso le acababa de aprobar el Código Civil, actuaba naturalmente como presidente de la Corte y como cabeza de todo el Poder Judicial. Pero Lorenzetti había preparado su discurso con esmerada minuciosidad, para que cada palabra también llegara a la política.

Y así, con su habitual tono pausado, Lorenzetti sorprendió a su auditorio con varios mensajes categóricos.

El primero pareció destinado a afirmar que la inseguridad y la desigualdad no son un invento de los medios -como siempre sugirió el gobierno nacional-, sino dramas bien concretos, que están todos los días en boca de todos. ¿No fue ése el sentido cuando dijo que "no hay nadie en el país que no hable de la inseguridad"? Y se diferenció de la política oficial de subsidios cuando señaló que eso no alcanza, así como de los ataques a la prensa.

El segundo mensaje apuntó a que los jueces y los políticos se hagan cargo de sus propias responsabilidades.

Fue por eso que Lorenzetti puso en duda la utilidad del remanido debate que mantienen los magistrados y los políticos que -en sus declaraciones públicas- se identifican como garantistas o mano dura, porque es una forma de esquivar con elegancia la tarea de hallar soluciones concretas.

En tercer lugar, también pareció querer marcarle los puntos al Gobierno sobre el narcotráfico.

El miércoles, Lorenzetti y otros jueces de la Corte se reunieron en reserva con el cardenal primado Mario Poli, que reemplazó a Jorge Bergoglio cuando éste se convirtió en el papa Francisco. Poli, una vez más, les transmitió su preocupación por la presencia del narcotráfico en la sociedad y, especialmente, en los barrios carenciados. Hay entre la Corte Suprema y la Iglesia una conexión muy fluida.

Por eso, con elegancia, Lorenzetti pidió que los funcionarios no se escuden en un fallo de la Corte -que permite el consumo personal de droga como un espacio de libertad individual- para querer la despenalización del comercio de estupefacientes. El presidente del alto tribunal fue muy claro: reclamó que el Estado combata ese flagelo.

Pero dio otro mensaje todavía más político: afirmó que los conflictos, cuando se administran mal, generan más conflictos. ¿No es legítimo imaginar que aludía a las muchas divisiones sociales que provoca el Gobierno, a la pelea con la oposición o la diatriba contra los Estados Unidos por la deuda o a la falta de cintura de la oposición?

Así leída, la foto que se tomó con todos los jueces del país -algunos de los cuales investigan casos de corrupción- tendría otro peso.

El fin de lucro no es un delito penal

El Cronista

Por Matías Tombolini.

La idea de una conspiración permanente que busca desestabilizar al gobierno es una forma de pensar que puede tener cierto asidero si es que los hechos que muchos identifican como consecuencias, en realidad son causas. El ejemplo de los productores de soja es bastante claro, ¿son ellos algunos de los actores que presionan por la devaluación o, dado que esperan una devaluación en función de la señales que envía el propio gobierno, guardan la soja para cuando puedan obtener mas pesos por dólar?

Cierto es que a los productores como al resto de los actores económicos del sector privado los moviliza el fin de lucro, que por ahora no esta tipificado como delito en el código penal, y que es lo que se encuentra como una de las bases en las relaciones de producción que rigen el sistema capitalista.
Con mas o menos nivel de regulación, el objetivo de ganar dinero sostiene la decisión de invertir, lo cual a la postre es un pilar en la generación de empleo. Nos guste o no; aún en el supuesto que la acumulación se genera en base a la captura de plusvalor; si compartimos la idea que el fin de lucro precede la decisión de invertir, lo que sigue es comprender que este lucro se basa en la idea de obtener la máxima ganancia con la menor cantidad de recursos posibles.

En ese sentido es que los productores buscan maximizar sus utilidades, lo cual sucede en argentina pero también en el resto de los países del mundo. Es decir que, entre otras cosas van a tratar de vender su producto o servicio al máximo precio que la demanda este dispuesta a pagar por ello.

Complementariamente el rol del estado es diverso y complejo cuando se trata de las ganancias del sector privado, dado que por un lado debe promover las inversiones que se basan en la maximización mencionada pero por otro lado debe regular dicha ganancia para redistribuir los recursos tratando de acortar la brecha entre los que mas tienen y lo que menos.

En esta tensión entre eficiencia (con los mercados supuestamente funcionando sin regulación) y equidad, es que el rol del estado cobra sentido en uno de sus múltiples aspectos como agente rector de la vida económica de un país.

Ahora bien, si el supuesto bajo el que actúa el estado es el de la conspiración permanente por parte de los privados quienes buscarían coludir para obtener ganancias por fuera de las normas y así romper este necesario equilibro entre mercado y estado, la figura de control y regulación se profundiza inexorablemente.

Estos controles, cuando se acrecientan, tienen un efecto nocivo similar al que genera la operatoria del sector privado por fuera de la ley para obtener ganancias extraordinarias, dado que si la intervención del estado se da de forma poco previsible e incremental, esto genera incertidumbre y por lo tanto desalienta las expectativas de ganancia que mueven parte de la inversión y brindan una porción del empleo.

Ahora bien, si consideramos la idea de la conspiración permanente, resulta difícil pensar que; para maximizar gananci as, la mejor estrategia sea la de generar un caos económico donde se destroce el valor de los activos, caigan el consumo y la producción, aumente la morosidad y se rompan los contratos.
Siempre existen actores concentrados que pueden obtener ganancia del caos, lo que parece difícil sostener seriamente, es que la mayoría de los que invierten y que son los mismos que lucran con el crecimiento de la economía, estén buscando la debacle solo por favorecer en interés de los fondos buitres.

Dicho esto, y considerando la relevancia extrema que tiene el rol del estado en la redistribución de la riqueza. Si lo que hay es mas tensión entre éste y el sector privado. Cuando antes que promover la inversión, se favorece la persecución (al menos declarativa), no queda claro cual será la riqueza que el mismo estado pueda distribuir en el futuro si lo que vemos es que se mueve en contra de la generación de la misma.

La brecha entre Vanoli y Fábrega

El Cronista

Por Alejandra Gallo.

Los banqueros que lo vieron en los últimos días, coincidieron en que estaba "receptivo, como siempre" aunque al finalizar el encuentro, bromeaba con un gesto corporal. Sentado en la coqueta mesa del despacho que pertenece al timonel de la autoridad monetaria argentina, el ex anfitrión del BCRA, Juan Carlos Fábrega –con una tibia sonrisa– inclinaba su cabeza hacia adelante casi reposando la frente con la lustradísima madera. Como quien descansa del peso de una enorme mochila que lleva en sus espaldas. Más que gráfico, ¿no?; casi un festín para Sigmound Freud.

También en los últimos días, Fábrega solía deslizar una suerte de muletilla chicanera hacia el Ministerio de Economía. "Coleccionamos papeles con lindas declaraciones pero ni un solo dólar", solía decir sobre los pronunciamientos a su favor que logró el Gobierno de Cristina Kirchner en las Naciones Unidas y otros foros internacionales por la pelea con los holdouts pero la nula inversión privada directa obtenida en la economía real.

Ya a fines de mayo, el ex timonel del Central había deslizado públicamente su malhumor cuando, si bien defendió la devaluación del Gobierno, dijo –también con sonrisa tibia– en un almuerzo del CiCyp: "Llevó 6 meses pero parecen seis años". Las internas con Economía fueron creciendo y el discurso de la Presidenta del martes pasado fue la gota que escribió la renuncia indeclinable de Fábrega. No llegó a cumplir ni un solo de los 6 años con los que contaba en su pliego votado por unanimidad en el Congreso. El miércoles por la que era aún su oficina desfilaron hasta pasadas las 22 horas técnicos y profesionales de línea del BCRA. "No trajo a nadie ni se lleva nada", insistieron en su entorno. Sin embargo, dos directores que lo vienen acompañando desde el Banco Nación, se quedarán, en principio (sus pliegos vencen en 2019) en el BCRA a pelear la embestida. Fuentes de La Cámpora en el Palacio de Hacienda ya le apuntan a Eduardo Barbier y Juan Carlos Bustamante por haber ‘cajoneado’, supuestamente, los expedientes que mencionó la Presidenta. En los pasillos del BCRA y en el mercado financiero recuerdan que en las áreas de control de bancos estuvieron a cargo de ‘pingüinos’ en 10 años hasta que Fábrega habría puesto como condición ocupar esos cargos con técnicos. Ahora la Presidenta, quien aceptó aquella condición, pasaría con dureza extrema su factura.

Cerca del mediodía, luego de reunirse con la Presidenta en Olivos, desembarcó en el BCRA su flamante presidente, Alejandro Vanoli. Entró a su nuevo despacho erguido con paso firme, ruidoso y seguro pero sorprendido por un paro de empleados de la entidad, que desde el lunes reclamaron que allí se apliquen maniobras administrativas como las de Aerolíneas Argentina para aminorar el impacto del impuesto a las Ganancias en los bolsillos de los trabajadores de esa dependencia.

Hasta ahora, a Vanoli el kirchnerismo le deparó la suerte de suceder a otro funcionario que dijo ‘no’. Por ejemplo, le pasó a Fábrega con el ex secretario Guillermo Moreno en Nación y con Papel Prensa a Eduardo Hecker, su antecesor en la Comisión Nacional de Valores (CNV).

En el sector privado y en el Gobierno coincidieron en algunas de las características que tendría la gestión del nuevo timonel del Central. Nadie en el entorno del ministro Axel Kicillof, espera que Vanoli le reclame bajar el gasto público luego de la devaluación, o al menos clavarlo en los mismos niveles que 2013 (como sí lo hizo Fábrega en ocasiones, incluso, frente a la Presidenta). En ese sentido, los giros del Tesoro, que están al borde de la cosmética financiera seguirán transitando ese camino (en el mejor de los casos).

En su agenda inmediata tendrá dos puntos clave. Por un lado, más cepo al dólar ahorro y, por otro, tener a todo el sector financiero en frente. Su instrumento del debut podría ser la ley de abastecimiento, sobre la que –hasta ahora– ni el Grupo de los Seis (Unión Industrial, Sociedad Rural, Cámara de Comercio, Adeba, Cámara de la Construcción y Bolsa de Comercio) ni las 50 cámaras privadas (entre ellas ABA, IDEA y AEA) que integran el Foro de Convergencia Empresarial (FCE) hicieron por ahora presentación judicial para declarar la inconstitucionalidad de la norma porque los abogados les recomendaron tener un caso concreto para impulsar una cautelar.

A lo mejor le tocaría a Vanoli gatillar ese caso o encontrar explicaciones sobre por qué en la lista que mencionó la Presidenta el martes pasado hay más entidades bancarias que operan con el sector público que con el privado. Muchas de esos bancos sospechados por la Rosada fondean operaciones de la ANSES, que preside Diego Bossio.

La farsa y la tragedia bailan juntas

La Nación.

Por Marcos Aguinis.

Karl Marx, entre sus numerosas frases célebres, gestó la hipótesis de que una tragedia, al repetirse, suele hacerlo con las sorprendentes tonalidades de una farsa. Su acierto estimuló que, más adelante, fuera ensayada una formulación opuesta; es decir, que la farsa, al repetirse, pueda acabar en la más profunda de las tragedias. La situación argentina actual habilita a dar un nuevo paso: descubrir que ambas féminas pueden bailar juntas, bien amarraditas, haciendo cada una lo suyo y potenciándolo gracias a las contribuciones de la partenaire.

Nuestro país -amado y lleno de recursos humanos y materiales, cargado de vibrantes historias- ha puesto en escena una megaobra vertiginosa, convulsiva y alarmante, que asocia farsa y tragedia. A los aspectos farsescos se los carga de dramatismo y a los trágicos, de risotadas. En conclusión, no sabemos dónde estamos, adónde vamos y en qué terminaremos. La farsa permite cuotas de diversión, sorpresas y entretenimiento. Pero la tragedia nos desbarranca hacia el abismo.

No es preciso conocer mucha historia para advertir que el prestigio argentino jamás vistió los actuales andrajos. Ni siquiera cuando el gobierno del GOU se resistía a declarar la guerra a los nazis en los finales de la Segunda Guerra Mundial. Pese a semejante desubicación, aún nuestro país tenía relevancia. Y bastó que diese su tardío paso, en el límite extremo del tiempo, para que fuese bien recibido y formase parte del grupo de países que armaron las Naciones Unidas. Ahora ni eso. Alcanzamos el desprecio máximo, que se expresa mediante la indiferencia. Los que dudan, que se fijen qué pasa en las relaciones humanas cuando la respuesta del otro es precisamente eso, el durísimo castigo de la indiferencia.

Haber alcanzado un sillón en el Consejo de Seguridad constituye un privilegio. Los diplomáticos argentinos que hablaron en ese podio han dejado huellas dignas. Pero la última intervención, a cargo de la Presidenta en persona, constituyó un papelón del cual no será fácil liberarse. Ella creía (o decidió creer) que estaba frente a los micrófonos de su vapuleada cadena nacional y, delante de ella, la admiraban con idolatría y miedo los asalariados de La Cámpora que aplauden cada palabra suya. Pero no fue así, por desgracia. La lista de sus desatinos ya fue objeto de numerosas análisis y no insistiré en ellos. Sin embargo, se debe señalar el más grave de todos, que fue la ofensa que clavó en los deudos de quienes fueron decapitados, crucificados, azotados y baleados por las alienadas fuerzas del islamismo extremista, al poner en duda las pruebas caudalosas que ya existen; con una frivolidad que asusta, las descartó como trucos escenográficos. ¿Farsa o tragedia? Ni Marx lo hubiera descifrado.

Hace mucho que se utiliza el recurso de echar la culpa a otro. Ya lo ejemplifica el texto bíblico con el famoso chivo expiatorio. Al inocente animal se lo cargaba con todos los pecados y despachaba al desierto, para que allí recibiese el castigo del que quedaban libres los verdaderos culpables. Muy elemental y primitivo. Muy ridículo. Pero tan eficaz que hasta ahora sigue vigente. En especial en nuestra Argentina que, para mantener las comparaciones antiguas, se parece tanto a Sodoma y Gomorra por el nivel de inmoralidad que envenena a gran parte de su liderazgo. Por eso se afirma que si el dólar no deja de encarecerse, es por culpa de los "buitres", que parecen más numerosos y reales que las moscas. Por cierto que esos buitres no integran las "decentes" bandadas de los K, cuyos bolsos llenos de euros, dicen, fueron ganados en buena ley o ni siquiera existen.

Hablando de buitres, circula por Internet una descripción que me limito a reproducir: "Adueñarse de 28 casas en Santa Cruz mediante la 1050 es de buitres. Comprar tierras fiscales a sumas ridículas por el privilegio de tener el poder por el mango es de buitres. Cambiar billetes argentinos por dos millones de dólares el día previo a la devaluación ordenada por la esposa-Presidenta es de buitres. Incrementar el patrimonio personal en la cifra alucinante de 1600% es de buitres. Haber dejado empeorar la educación, la salud, la pobreza, la delincuencia y facilitar el incremento feroz del narcotráfico es de buitres".

Según el relato, los ladrones del presente no son tales, sino víctimas del neoliberalismo que rigió en los 90, que no tenía lazos de parentesco con el peronismo en general ni los incontables funcionarios de la actual gestión "exitosa". Por eso un alumno que desea abandonar la escuela merece aplausos, porque denuncia con su actitud al mal docente que lo aplazó por negarse a estudiar. El mérito es cosa de burgueses, de liberales, de oligarcas; lo que vale, en cambio, es el desmérito, que suena a revolución. Mucha farsa, desde luego, pero envenenada de tragedia. O, dicho mejor, una tragedia que veremos con mejores luces y colores más hirientes en el futuro próximo.

Sin pensarlo demasiado, se compara la riqueza petrolífera argentina con la de Arabia. Y se las homologa sin sonrojo, pese a que se trata de yacimientos que requieren diferentes montos de inversión. Esas inversiones no vendrán ni "ebrias ni dormidas" mientras siga rigiendo la actual inseguridad jurídica. Mientras, pagamos a Qatar y Bolivia por un gas que podríamos producir por una mínima fracción de lo que desembolsamos con nuestra gestión nacional y popular. La culpa de esta situación no la tienen, ni por asomo, quienes manejan el Estado. Deben de ser Obama, Merkel, los terroristas.

El Estado ya ni se sabe qué es. Por lo pronto, hay una cabeza homologable a Luis XIV, porque, sin decirlo, es Ella. El Estado es Cristina Fernández de Kirchner. Hace lo que se le ocurre, no rinde cuentas de nada y apenas consulta con quienes le dicen sólo aquello que le acaricia el narcisismo.

Ante esta situación, la farsa-tragedia impone que muchos argentinos sigan delirando con la ideología de aumentar el poder de ese Estado voraz, ineficiente y destructor (buitre prediluviano) que sólo sirve para enriquecer a quienes logran atarse a sus mástiles, velas e incluso bodegas.

Para no ser menos que el Papa, la Presidenta denunció que es objeto de amenazas por parte del jihadismo, farsa apenas avalada por confusas ideas de dos comisarios argentinos que -se supone- servirían para hacer creer que aún se la tiene en cuenta.

La farsa-tragedia no se acaba ahí. Fue gastada una cantidad impresionante de dinero para un suplemento sobre la Argentina en el irrelevante USAToday, que sólo lee gente aburrida, para imponer una imagen triunfal en la opinión pública de los Estados Unidos. Pero, a la vez, Ella insultó a sus autoridades y "mandó callar" al encargado de negocios de ese país. ¿Para qué el gasto?

Joaquín Morales Solá precisó que ni los odiados Alemania y Estados Unidos fueron los primeros en vocear el default argentino, sino -¡nada menos!- el gobierno de China. El señor Juan Carlos Fábrega tuvo que escuchar en Pekín a un alto funcionario que le escupió sin anestesia: "Ustedes están en default, no cambiemos la realidad". A esto se añade otro dato de fuerte asociación trágico-farsesca. Cuando el joven (y mentalmente viejo) Axel Kicillof terminó uno de sus discursos inspirados en ideas más fósiles que las de un museo, otro funcionario chino le comentó a un diplomático europeo con risa en los labios y angustia en el corazón: "Hacía mucho que en Pekín no escuchábamos un discurso tan maoísta". Otra vez: farsa y tragedia. De las grandes.


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