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DEBATE
Tombolini: "Cuando hay malas noticias, la culpa es de “El Otro”"; Cachanosky: "Todas las variables confluyen en una tormenta perfecta"
22/09/2014

Cuando hay malas noticias, la culpa es de “El Otro”

El Cronista

Por Matías Tombolini.

Hace ya largos años, Tato Bores desplegaba su increíble capacidad para resumir en los pocos minutos que duraban sus monólogos una pintura casi perfecta de nuestra sociedad.

Previa a su partida hacia Roma, la Presidenta instaló una serie de acusaciones que colocaban a la Argentina como víctima de un plan de desestabilización, urdido por los fondos buitre, con el apoyo de empresas de origen estadounidense. Al mismo tiempo relataba una serie de puntos que aparentemente estarían claramente definidos, entre ellos se destacan el supuesto financiamiento que dichos fondos estarían prestando para recalentar el mercado del dólar ilegal, así como la compra de periodistas, políticos y sindicalistas que se encolumnarían de este modo entre las fuerzas del mal, que sólo tiene por objetivo generar el caos, mas allá del costo que para ellos mismos signifique que la Argentina pierda toda capacidad de pago de la sentencia judicial que obtuvieron oportunamente.

Este planteo nos coloca nuevamente ante un falso debate propuesto desde el gobierno ya que parte de suponer que la responsabilidad de los fracasos siempre está en otra parte, bien lejos de los despachos que generan las medidas de gobierno.

Aquí es donde Tato Bores cobra una vigencia inusitada. Su famoso monólogo conocido como ‘el otro’ narra una situación donde un grupo de personas se pregunta quién tiene la culpa de la situación actual, y comienza de esta manera una zaga desopilante en donde todos, de a uno a la vez, van responsabilizando a sus eternos rivales por la cruda realidad, así, desde ministros hasta maestros, desde radicales y peronistas hasta troskistas y fachistas, desde religiosos hasta agnósticos, todos culpan a alguien más, finalmente uno de ellos se da cuenta y dice:

–¡Paren la mano! Yo sé quién tiene la culpa de todo. ¡La culpa es de El Otro!
–¡El Otro siempre tiene la culpa! ¡Eso, eso! –Exclamaron a coro todos los presentes– El señor tiene razón: ¡La culpa de todo la tiene El Otro!

Dicho esto todo el mundo se quedó más tranquilo, y partieron a sus casas, ya era la hora de cenar y se hacía tarde. Lo importante se había conseguido, había aparecido el culpable, ‘¡El Otro!’ Eso si, el problema, aún seguía sin resolverse. Nada había cambiado pero todos habían encontrado al responsable de sus penas.

Algo similar parece estar sucediendo hoy en día, desde las más altas esferas de poder se busca en El Otro la responsabilidad del curso de los hechos que afectan a nuestro país cuando se trata de malas noticias.

Con solo tomar un poco de distancia de la vorágine diaria, y tratar de poner la situación en perspectiva, vemos que en esa estrategia desplegada por oficialistas (y también opositores) lo único que no se atacan son las causas, las cuales siguen presentes a lo largo de los últimos años, de modo que las consecuencias siguen siendo siempre las mismas.

Así, por más que veamos en el resto las culpas de nuestro destino, por más que supongamos que se cae el mundo y eso frena nuestra economía. Lo cierto es que los fríos números nos dicen otra cosa.
Mientras nuestras reservas caen, y nuestro peso se debilita, el horizonte presenta un cuadro donde la escases de divisas será la norma, la represión de importaciones junto con magros precios de la soja y la persistente imposibilidad de acceder al mercado financiero internacional, continuarán presionando sobre un tipo de cambio que, muy por encima de cualquier relato fantástico, se nutre, en su esencia, de la interacción entre oferta y la demanda y allí donde falta de la primera y sobra de la segunda el precio sólo tiene una dirección.

El resto solo se trata de hacer la cuenta, antes de querer contarnos un cuento.

Todas las variables confluyen en una tormenta perfecta

La Nación

Por Roberto Cachanosky.

Como no soy político de profesión y no busco votos, puedo plantear y tratar de responder a la pregunta que normalmente nos formulan a los economistas sobre la situación económica: ¿aguanta esto hasta diciembre de 2015?

La verdad es que el Gobierno ha demostrado que está dispuesto a violar todas las normas de respeto por los derechos de propiedad en tren de sostener un "modelo" que a todas luces hace agua por todos lados, lo cual es malo para el país, pero bueno para el objetivo del kirchnerismo, siendo que el futuro del país no coincide, necesariamente, con las necesidades políticas del Gobierno.

Por el lado del sector externo, las exportaciones vienen cayendo a un ritmo de 10 por ciento interanual. Lejos de caer por una crisis externa que sólo existe en el discurso oficial, hay varios elementos que influyen, pero claramente la utilización del tipo de cambio como ancla contra la inflación ha determinado una caída del tipo de cambio real que sólo permite imaginar cada vez menos exportaciones.

Para tener una idea, a pesos de agosto de 2014, el tipo de cambio de enero de 1981, último mes de la tablita cambiaria de José Alfredo Martínez de Hoz, es de 7,43 pesos por dólar, en tanto que el tipo de cambio promedio de agosto pasado fue de 8,34 pesos.

En otras palabras, la foto a agosto indica que el tipo de cambio real es sólo un 12 por ciento mayor que el de enero de 1981 y un 25 por ciento más alto que el tipo de cambio de diciembre de 2001, último mes de la convertibilidad.

En rigor, para el productor sojero, el tipo de cambio actual es inferior al de la convertibilidad porque recibe un 35 por ciento menos al descontar el efecto de las retenciones.

No soy de los que creen que la productividad de la economía se logra devaluando el peso.

Si así fuera, seríamos los campeones de la competitividad, con todas las devaluaciones y megadevaluaciones que hemos tenido en nuestra historia económica contemporánea.

Pero tampoco creo que los problemas se resuelvan retrasando artificialmente el tipo de cambio real.

Lo cierto es que, por efecto del cepo cambiario, los únicos dólares que ingresan al país vienen de las exportaciones. Como las importaciones se pagan con las divisas que ingresan por las exportaciones (ya estamos perdiendo el crédito comercial) y éstas vienen cayendo, por lógica consecuencia cada vez habrá menos dólares disponibles para importar insumos, lo cual llevará a menos actividad, más suspensiones laborales, despidos y más desocupación, contrayendo el consumo interno.

Al caer el consumo interno y las exportaciones, en consecuencia la recaudación tributaria baja en términos reales.

Si uno mira la recaudación impositiva de los primeros ocho meses del año, creció 34 por ciento en términos interanuales, unos 6 puntos porcentuales por debajo de la tasa de inflación.

Los aportes y contribuciones al sistema previsional subieron 27% en números redondos, lo cual refleja la caída del salario real, las menores horas trabajadas, la mayor desocupación y, seguramente, la mayor proporción de trabajo en negro.

De todas maneras, si los aportes y contribuciones al sistema previsional crecen 13 puntos porcentuales por debajo de la inflación, dudo que podamos imaginar que estemos viviendo un auge de consumo. Otro motor que le falla al avión.

Ya vimos que le falla el motor de las exportaciones, le falla el motor del consumo por caída del salario real y creo que no hace falta entrar en mayores detalles para explicar por qué también falla el motor de la inversión.

Con cepo cambiario, feroz presión impositiva y la destrucción del derecho de propiedad que quedó plasmada en la ley de abastecimiento, ni por casualidad vamos a tener inversiones que creen nuevos puestos de trabajo y mejoras en los salarios reales y condiciones de vida de la población.

Digamos que el Gobierno hizo lo imposible para que al avión se le plantaran los tres motores que lo mantenían en vuelo.

Si a esto le agregamos una situación de reservas que sólo Dios sabe cuántas son, pero, aun siendo optimistas y tomando como ciertos los datos que informa el Banco Central, sin considerar los encajes bancarios en dólares, tenemos reservas propias por 21.000 millones de dólares y vencimientos de deuda por US$ 18.300 millones (sumando capital e intereses) hasta fines de 2015, en estas condiciones llegaríamos raspando el fondo del tarro para exprimir el último dólar que queda.

Al mismo tiempo, el déficit fiscal se financia con expansión monetaria (vía emisión), con lo cual sobran pesos y cada vez faltan más dólares. Y encima, los pesos que emite el Central no los quiere nadie porque su poder de compra se derrite rápidamente.

Emisión monetaria, huida del dinero, menos bienes en el mercado y escasez de dólares no pueden terminar en otra cosa que en otra devaluación. Estamos frente a la tormenta perfecta.

Parece bastante difícil que podamos cambiar el final de la película y pasar indemnes la gigantesca ola que creó el "modelo".


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