Por Franco Varise.
Cuando un edificio se queda sin gas, sus habitantes empiezan a formar parte de una numerosa cofradía de damnificados que hasta ese momento desconocían: "los sin gas". En este ingrato club abundan las leyendas acerca de familias enteras sin servicio desde hace un año; los que cuentan cómo se las arreglaron gastando mucha plata reemplazando todo el equipamiento doméstico por un sistema eléctrico; los que todavía se lamentan de haber llamado con buen criterio a la empresa Metrogas por un detalle ínfimo (que podría ser fatal), pero que al final nunca más se soluciona.
Un edificio entero sin gas podría definirse como uno de los martirios modernos más humillantes a los que deben enfrentarse muchos porteños. Pero lo peor es el limbo en el que viven "los sin gas"; esa antecámara insondable de la burocracia de la atención pública que les impide avanzar hacia algún lugar.
Metrogas, una compañía supuestamente privada, utiliza cuadrillas tercerizadas de inspectores que demoran todo lo que pueden las instancias para recomponer un elemento que es vital para vivir.
Después de un mes en esta situación uno empieza a soñar con el tema. A amargarse, porque siente que será irreversible y que nada de lo que haga el gasista matriculado contratado por el consorcio será suficiente para que vuelva este servicio con el que nos acostumbramos a vivir.
Lo primero siempre es la seguridad de las personas y, en este aspecto, no hay discusión posible: si algo no está en regla, no debe haber gas. El problema son las enormes relatividades a las que los inspectores empujan a "los sin gas". Si en la primera visita hay que cambiar un caño, en la segunda es que la dimensión del caño no era la que ellos mismos especificaron; si eso se cambia, aparece inmediatamente otra cosa, y así hasta el infinito.
Uno se pregunta si es que no existe un protocolo mínimo para que "los sin gas" chequeen en Internet y así poder contrastarlo con los argumentos de estos inspectores. En ese contexto no sorprende que aparezcan las historias vidriosas sobre supuestos arreglos deshonestos sugeridos discretamente por las reiteradas visitas de los inspectores. Cierto o no, la realidad es que este club, al que nadie quiere pertenecer, crece y no rechaza socios.
@LuCiampoli29 Lu
"Basta de taxistas que roban cambiándote los billetes"
"En Retiro, Aeroparque, Ezeiza y hoteles da miedo subirse a un taxi"
RAMPAS OBSTRUIDAS POR CONDUCTORES IMPRUDENTES
La vecina Mariana Koopmann envió un mail a esta sección para mostrar la desidia diaria que se advierte en la esquina de Juramento y Conde, en el barrio de Belgrano. Allí, los autos estacionan en las esquinas y tapan las rampas para discapacitados. "Estos hechos ocurren a diario. Ya he denunciado la situación ante las autoridades del gobierno de la ciudad, pero no he recibido respuesta alguna. Los automóviles son estacionados exactamente delante de las rampas de discapacitados, bloqueando toda la esquina", contó Koopmann. Y agregó: "Espero que la gente pueda tomar conciencia y respetar los derechos de los demás". Esta problemática también se repite en distintos puntos de la Capital.
ANTICIPO PRIMAVERAL
En Alcorta y Castilla, Palermo Chico, está en flor el popular lapacho plantado por el arquitecto Martín Ezcurra.
