Por Pablo Maas
El conflicto entre la Argentina y los fondos buitre está tomando la forma del juego del gallina, esto es cuando dos participantes conducen sus vehículos a toda velocidad en curso de colisión.
Es un caso clásico estudiado por la teoría de los juegos: el primero que se desvía de la trayectoria del choque pierde y es humillado por comportarse como un miedoso, un gallina. El principio del juego es que, si bien cada jugador prefiere no ceder ante el otro, el peor escenario posible ocurre cuando ambos no lo hacen.
Los mercados, tanto en Buenos Aires como en Nueva York, parecen estar apostando (por ahora) a que primará la racionalidad y que el temido choque no tendrá lugar. No hubo selloff ni estampida de los bonos y las acciones argentinas. En una semana de vértigo, el Banco Central pudo comprar 540 millones de dólares a los exportadores.
El dólar paralelo subió diez centavos el viernes, a $12,15 para la venta. Fue después de que el juez Thomas Griesa calificara como “explosiva” la decisión del Gobierno de pagar a los bonistas reestructurados. El Ministerio de Economía le respondió acusándolo de abuso de autoridad al impedir el pago.
No hubo embargo porque el andamiaje legal del canje de la deuda argentina se basa en un fideicomiso de pago, diseñado de manera de evitarlo. Por eso, el juez Griesa se limitó a prohibir que el fiduciario curse los pagos y le ordenó al Bank of New York que le devuelva el dinero a la Argentina (ver pág. 16).
Mientras los jugadores aceleran en la economía de la deuda y las finanzas, en la economía real hay más retrocesos que otra cosa. Las autoridades anunciaron la semana pasada créditos blandos para evitar el continuo desplome de la producción y venta de autos, el sector que lidera la baja del conjunto de la industria manufacturera en los últimos cinco meses. La inversión se contrajo casi 5% en enero-mayo, reflejando principalmente fuertes caídas en las ventas de maquinaria de producción local (pág. 2).
El INDEC reconoció que la economía entró en recesión, tras dos trimestres consecutivos de cifras negativas. Por ahora es una recesión suave, pero la probabilidad de que se revierta o se profundice está en estos días indeterminada a causa de la incertidumbre del conflicto con los fondos buitre.
Las escasas buenas noticias vienen del lado del fútbol, y no solo por las victorias de la selección argentina. Las ventas de televisores en mayo se dispararon 90% comparado con mayo del año pasado. En los primeros cinco meses, subieron 30%, a 1,15 millones de unidades. Pero el fervor televisivo del Mundial contrasta con el fuerte enfriamiento de la demanda en el resto de las categorías de electrónicos y electrodomésticos, como celulares, laptops, lavarropas, cocinas y heladeras (págs. 8-9).
La caída del consumo en el primer semestre refleja la demora en el cierre de lasparitarias de este año. Los salarios quedaron muy atrasados frente a precioscebados por la devaluación de enero. Pero la recomposición que está teniendo lugar en estos días del pago del medio aguinaldo (que estacionalmente impulsa el consumo en condiciones normales) posiblemente quede limitada por la falta de actualización en el mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias, que se traducirá en menores salarios de bolsillo.
La alternativa de abaratar el crédito, como en el caso de la industria automotriz, no sustituye la efectividad de la política de ingresos para impulsar la demanda. La política monetaria, en tanto, está sumida en su propio dilema. Si la tasa de interés baja más, se despertará la demanda de dolares. Y si aumenta, ahogará cualquier posibilidad de reactivación.
Por Patricia Valli-
La falta de acuerdo entre la Argentina, fondos buitre y holdouts demora la entrada de dólares a la que el Gobierno apuntaba en el segundo semestre para darle aire a una economía que cierra la primera mitad del año con caídas en la producción y en el consumo, además de un cuadro de alta inflación y salarios por debajo de la suba de precios.
Según las estimaciones de los economistas, el año cerrará con un PBI estancado o en caída, desde 1 hasta -1,5%. El último pronóstico oficial rondaba el 1,5% de crecimiento, una cifra baja en comparación con años anteriores, en parte atada también al cambio de base de las estadísticas de PBI. A este escenario se suman las necesidades de dólares para los próximos 18 meses que se estiman entre el US$ 13 mil y 17 mil millones para llegar a 2015 sin turbulencias financieras y cambiarias, según estima Economía y Regiones. Para descomprimir la necesidad de dólares, con las reservas en 29 mil millones, el Gobierno confiaba en que empezaran a materializarse inversiones y créditos a partir del acuerdo, primero con Repsol y luego con el Club de París.
La inversión extranjera directa, según los datos de Cepal, fue de US$ 9.082 millones en 2013, lo que representa el 1,8% del PBI. Esa cifra estuvo por debajo del promedio de 2003 a 2013, que representó 2,4% del producto.
“La incertidumbre frena las decisiones de inversión”, analizó el especialista en finanzas internacionales y profesor de la American University de Washington DC, Arturo Porzecanski, que consideró que el país había dado pasos para atraer a los inversores, que ahora se diluyen. “En Nueva York hay inversores que hasta tienen ganas de hacerle juicio a la Argentina por daños emocionales”, aseguró como reflejo de la mentalidad de Wall Street.
La falta de dólares mantiene las restricciones sobre las importaciones, que a su vez implican insumos para la producción. Así, a nivel interno, la inversión también “cayó 5% en el último mes y representa el 20% del PBI”, explicó el economista del estudio de Orlando Ferreres, Fausto Spotorno. El bajo nivel de desembolsos está atado a la caída del consumo y de la producción.
“Acordar con los holdouts nos abre la posibilidad de retornar a los mercados voluntarios de financiamiento y así recibir el flujo de ahorro en dólares provenientes del mundo. El riesgo país y el costo de financiamiento también podrían bajar, convirtiéndose en una buena plataforma para la recuperación de la IED, uno de los talones de Aquiles de la economía argentina durante los últimos años”, estimó Alejandro Caldarelli en el último informe de Economía y Regiones. Los bancos de inversión calculan que el país podría emitir tras cerrar con los buitres hasta US$ 10 mil millones por año .
Escalera y ascensor. El frente interno, en tanto, se mantiene con precios altos. La inflación de junio ronda entre el 1 y el 2,5% según las estimaciones privadas, con una aceleración en algunos alimentos, aunque en líneas generales los economistas sostienen que la suba de precios “se estabilizó, aunque sigue siendo alta”.
Para Marina Dal Poggeto, del estudio de Miguel Bein, la inflación de junio está “más cerca del 1% que del 2%, con aumentos a un menor ritmo que en los primeros meses del año. “El tipo de cambio funciona como semiancla y la economía en varios sectores está virtualmente parada”, señaló la economista, que estima que este semestre cerrará con una caída del 1,5% mientras que para Ferreres rondará el 1%.
Según el Indec, la industria tuvo su décima caída consecutiva en mayo, con una baja del 4,9%, un descenso que estuvo arrastrado por la industria automotriz, que experimentó en el mes una contracción de 35,3% en la comparación interanual. Para reactivar ese sector, que explica el grueso de la caída de la producción, el Gobierno anunció el lunes pasado el plan Pro.Cre.Auto, con tasas de financiamiento del 17%, por debajo de la inflación.
Pero el problema del consumo, sostienen los economistas, son los salarios, que este año se actualizan por debajo del costo de vida. “El salario está en negativo. El gremio de Camioneros logró un aumento del 33%, pero el resto cerró entre 28 y 32%”, señaló Spotorno. La inflación anualizada ronda el 35%. A esto se suma que el crédito tiene tasas más caras que el año anterior.
Trabajo reconoce subas de hasta 36%
El Gobierno buscó evitar que, en medio de las idas y vueltas con los fondos buitre, se generaran problemas internos y por eso buscó desarticular el paro de 48 horas con el que había amenazado el gremio de camioneros. En la negociación de la paritaria, que finalmente cerró el jueves por el 33% en tres cuotas, el Ministerio de Trabajo se mostró como un facilitador y estuvo dispuesto a convalidar una suba de hasta el 36%, según indicaron fuentes cercanas a la negociación. La cifra, además de reconocer una inflación superior al 30% para el año, muestra que el Gobierno estaba dispuesto a ir más allá para ganar en paz social y evitar las convulsiones internas. Trabajo había advertido a principios de año que no iba a homologar acuerdos por arriba del 30%.
Camioneros comenzó la discusión con un pedido de 40% de aumento salarial mientras que la primera oferta empresarial fue del 26%. Alimentación se mantiene como el sector con el mejor acuerdo para el año y junto con el transporte y logística son sectores que pueden presionar sobre precios. La negociación se apuró, además, para cerrar con Hugo Moyano y no con Pablo, el hijo del dirigente de la CGT que estaba en Brasil por el Mundial de fútbol y se muestra más duro a la hora de acercar posiciones.
Hoy cambia todo, hoy no cambia nada. Es probable que hoy o mañana, alguna de las calificadoras de riesgo le ponga la etiqueta de default al país. Si se lo mira con cuidado, y más allá del papel -y la responsabilidad- que han tenido las calificadoras de riesgo en la última crisis subprime, el trabajo de toda calificadora es precisamente evaluar, lo más objetivo posible, la situación de un país (empresa, gobierno, etc) en relación con la deuda que emite. Cuando lo que ha estipulado en las cláusulas no se cumple, es probable que la calificadora deba hacer algún cambio en la nota de riesgo.
Como la Argentina tenía que realizar un pago de sus bonos reestructurados y, finalmente, ese pago no se concretó, entonces es probable que el país entre en default técnico. Una vez que lo haga, es decir, una vez que pague, es probable que el país salga de esa calificación. No es algo comparable con la situación del 2001. Tampoco es demasiado grave si se lo considera un mal necesario para arribar a una situación que libere finalmente al país de la imposibilidad de financiarse en el exterior.
Sinceramente, uno podría detenerse a analizar las implicancias inmediatas, pero sería adelantarse a un escenario que hoy no parece tan probable: el de entrar en un verdadero default de deuda una vez que termine julio. Hay que recordar que ahora Argentina y los holdouts tienen un paraguas para poder negociar que es la orden del Juez y el rechazo del dinero depositado en la sucursal del Bank of New York. Si bien no es el foco del artículo, permítaseme quedarme en este punto un segundo más: la Argentina podría llevar la negociación hasta sus últimas consecuencias. Podría, pensando siempre en que existe una cláusula RUFO -que impide hacer ofertas voluntarias mejores a los holdouts entes del 31 de diciembre próximo y que implican potenciales contingencias legales con el 92% de los tenedores de bonos reestructurados- que es hoy la verdadera preocupación del Gobierno, jugar con el default y presionar a los holdouts hasta el último día con el objeto de cerrar un acuerdo que permita no sólo tener presente el pago a estos bonistas y aquellos que están en esta situación (una deuda que en total ronda los u$s 24.000 millones), sino también quedar a salvo de la RUFO. Para ello, necesita el aval de los holdouts quienes, si la Argentina entra en verdadero default a partir de agosto, tampoco van a cobrar un centavo.
El punto central es éste. En el mejor de los casos, en un escenario que incorpore decisiones óptimas, los próximos meses no son necesariamente lo que el Gobierno había construido en ese mapa de expectativas post-devaluación de enero. Porque hay que señalar que una vez realizada la devaluación del 20% de la moneda en enero, hubo un plan que puso en marcha el Palacio de Hacienda y el Banco Central, que todavía está en ejecución, y que, en cada medida, pareciera que tiene incorporada una promesa: si accedemos al mercado financiero internacional y el país puede recibir inversiones, créditos blandos e incluso emitir deuda, entonces todo esto no será más que un mal recuerdo en apenas unos meses.
Ese plan tuvo, entre otros componentes, el lanzamiento del dólar ahorro, la suba de las tasas de interés a niveles del 30%, la acumulación de deuda por parte del Banco Central, el ajuste de los salarios en términos reales, los planes de motos y autos para todos, la emisión de deuda de YPF, el acuerdo y la posterior emisión de deuda con Repsol con la estatización de YPF, los pagos en el CIADI y el Acuerdo con el Club de París.
La pelea -y la potencial salida- con los holdouts es parte de lo mismo: de un plan para que, sin sufrir embargos, y mediante la financiación en los mercados del exterior, el país pueda sumar reservas al BCRA y así no realizar un ajuste dramático.
Porque el epicentro del problema no es la pulseada con los holdouts. La legítima quintaesencia del desequilibrio de la economía local se encuentra ya a varios años de distancia, una vez extraviados los superávits gemelos que, en teoría, eran parte de un modelo económico que se olvidó de ellos con demasiada rapidez.
Sin acceso al mercado financiero internacional, la economía se las arregló bien durante un tiempo importante: no había que pagar deuda, y las importaciones resultaban demasiado caras para que generaran una fuerte demanda de dólares. Pero después vino el canje de deuda, vencimientos que había que empezar a pagar en moneda dura, un atraso del tipo de cambio alimentado por una suba de la inflación y, lo más importante, un déficit fiscal (mayor gasto que ingreso) que no pudo ser compensado con la mayor recaudación impositiva. Además de aumentar la presión tributaria, el reflejo fue ajustar primero la falta de dólares por cantidad (cepo) y después por precio (devaluación).
Al tener un mayor egreso, la diferencia entre lo que se gastaba y lo que ingresaba se financiaba con las reservas del Banco Central, que debía emitir pesos para girárselos al Tesoro.
Como no se pudo acceder al mercado financiero, se siguieron utilizando los dólares de las reservas y los niveles cada vez más bajos reforzaron las medidas de restricción al mercado de cambios que no sólo demoraron la fuga de divisas, sino también frenaron su ingreso vía inversión.
¿Cuál es el escenario que viene? En el mejor de los casos, el Gobierno buscará seguir financiándose vía recaudación impositiva e inflación. Esto mantendrá alerta a aquellos que mantienen dólares en su poder (blue) quienes buscarán un precio acorde al escenario que les toque transitar. Las tasas seguirán altas.