Por Matías Tombolini, Economista
El efecto de la corrupción en el desempeño de la economía de un país es en sí misma una temática que ha sido abordada por diferentes autores a lo largo del tiempo.
El paralelo obvio respecto de la incidencia del funcionamiento de las instituciones en la marcha de las variables económicas es el elemento mas relevante a tener en cuenta para el tiempo por venir.
Suponer que las reglas de juego estables y claras son aspectos menores en el desarrollo de un país es un grave error. La experiencia de los últimos 50 años es consistente con dos factores fundantes del crecimiento sobre bases sustentables a lo largo del tiempo, estos son, instituciones que funcionen y disciplina fiscal.
Ambos conceptos trascienden la mirada ideológica y han sido pilares de modelos conservadores o progresistas, pues con independencia del sesgo ideológico del que se trate, la posibilidad de operar en condiciones que coadyuven a limitar los factores relativos a la incertidumbre propia del sistema son incentivos a invertir en busca de rendimientos de largo plazo.
Argentina en este sentido dio muestras positivas entre 2003 y 2007 cuando sostuvo mejoras a nivel institucional como lo que sucedió en la Corte Suprema de Justicia al tiempo que los ingresos superaban los egresos del erario público. El resultado fue contundente, la economía crecía sobre la base de la recuperación del salario real, llegaban inversiones y se dio una reversión en la eterna fuga de divisas.
Luego pudimos ver como se abandonaban ambas premisas, la disciplina fiscal dio paso a la búsqueda de nuevas fuentes de financiamiento y luego al retoque de las estadísticas mientras el plano institucional comenzaba a mostrar signos de debilidad inocultable.
Así el periodo 2007- 2013 tuvo como base del crecimiento, un consumo que dejo de expandirse en función de una mejora sustancial del salario real, sino que lo hizo sobre la base de tasas de interés real negativas que suponían pedirle dinero prestado al futuro de forma casi gratuita.
El subsidio al trasporte y la energía representaron otro aspecto saliente de la expansión del consumo en ese período, así como lo fue el dólar anclado.
La imposibilidad de acceder a crédito internacional tuvo su correlato perfecto en abultados impuestos y elevadas tasas de inflación que terminaron por poner en jaque las bases mismas de sustentación política del gobierno que enfrenta el desafío de ajustar sin que se note.
En los últimos 6 meses asistimos a un combo estrafalario de ajuste ortodoxo con discurso heterodoxo. Huelgan enumerar las medidas que, salvo un ordenamiento fiscal pendiente, han llevado adelante en el ultimo tiempo.
Sería injusto no reconocer algunos de los logros mas importantes de una gestión gubernamental que, vale decirlo, se apoyó sobre la base de un salario real creciente (aunque mucho menos en el ultimo lustro) así como políticas de ingreso que nadie discutirá en el futuro.
En este marco no es llamativo que mientras tenemos un ojo puesto en el mundial tengamos otro en el seguimiento de la causa que tiene como protagonista a Amado Boudou. Es quizá la primera vez que no se da un correlato entre una crisis institucional con la marcha de la economía.
Esto no quiere decir que la corrupción no influya en el devenir económico, sino que el peso específico de Boudou en la toma de decisiones es nulo desde hace rato. Los mercados lo saben y por eso no se inmutan ante la marcha de la causa. Excepto que las derivaciones del caso terminen limitando el margen de acción del poder ejecutivo, es claro que hasta aquí no hemos visto resultados concretos en cuanto a tipo de cambio, tasas de interés, ni evolución del precio de los activos locales.
A estas alturas Boudou es irrelevante para la economía porque solo importa desde lo simbólico y en este caso al menos accedió a someterse a un proceso judicial que lo tiene a mal traer.
El único estrado judicial importante para el gobierno por estos días es la corte suprema de justicia de estados unidos y su decisión en materia de fondos buitre. La buena noticia allí podría permitir al gobierno retornar rápidamente a los mercados internacionales para conseguir el financiamiento que hoy le resulta esquivo. Una presidenta que en el caso de conseguir ese oxigeno, tendría la posibilidad de despedirse a caballo de una economía que retomaría un sendero de expansión que hoy no tiene.
A todo esto, lo que suceda con el Señor Boudou será sustancialmente irrelevante, salvo, claro está, para su propio destino.